Ayer tocó inspeccionar con dos compis de club el sector bici del medio Cabo de Gata. Había oído por varios lados que "el recorrido de bici hay que hacerlo, al menos una sola vez" y tenía ganas de comprobar cómo es y qué dificultades ofrece. Quien lea esto y vaya a hacer ese triatlón lo habrá oído también, pero por si acaso os lo digo yo: no lleguéis al 21 de octubre sin hacer un entreno de reconocimiento del recorrido famoso porque el circuito tiene un par de sorpresas interesantes que aconsejan una experiencia previa para escoger y probar desarrollos y piernas. Eso sí, intentad escoger un día un poco más plácido que el de ayer -a nosotros nos llovió y nos acompañó un viento de poniente racheado entretenido que dificultó un poco el disfrute y el buen ritmo. En todo caso, el recorrido San José-Aguamarga tiene su aquel -desde luego, yo no lo esperaba tan duro, o quizás el haberme levantado a las 6.30 me hizo ver las cosas del color gris del cielo. El resumen es que hay poco, muy poco, llano -casi todo son toboganes y algunas rampas importantes tirando a épicas, que dan un total de 999 metros de ascenso acumulado entre la ida y la vuelta en un circuito bellísimo y con unos paisajes que dejarán con la boca abierta a quienes no los conozcan (y a quienes los revisitemos también). Destaco las rampas del mirador de la Amatista o la rampa tendida pero prolongada que hay desde Las Hortichuelas en sentido Fernán Pérez. A partir de Fernán Pérez se transita por una carretera estrecha en relativo buen estado pero con piedras y arena que hacen que se haya de llevar cuidado (uno de mis compis de reconocimiento pinchó ayer ahí). Más toboganes y bajada hacia Agua Amarga. Bajada que, claro está, luego es subida. Y vuelta a empezar: todo lo que baja sube, todo lo que se ha subido se baja y viceversa. Cuidado con el rampón del mirador de las Amatistas desde Rodalquilar, que ayer fue para mí el punto más duro del circuito -acostumbrado a subir cuestas sentado me vi enfrentándome, desde la lejanía incluso, a una pared imposible que hace que no sólo te levantes en la bici sino que incluso te retuerzas de pura intensidad y puras ganas de llegar arriba -un error en el desarrollo o en las previsiones de fuerza y esa rampa puede hacer que te quedes clavado en el sitio. Superada la rampa (y dando gracias por la suerte que tuvimos, ya que, aunque llovió desde la mitad del recorrido, no llovió todo lo que temíamos que podía llover) enfilamos los toboganes de vuelta: La Isleta, Los Escullos y, por fin, bajada otra vez hazcia el mar. En todo caso, llegamos a San José sin más problema: al final, salieron 78,6 kms completados en 3h8', a una media de 25 km/h.
Este entreno-inspección marca la frontera de las tres semanas; quedan dos semanas serias de entrenos y una de dejarse caer hasta la prueba. Queda probablemente lo peor, el tener que seguir entrenando cuando el cuerpo te pide ya hacer la prueba, las dudas, las preguntas, el paso de los días hacia la bocina de salida. Y ayer, durante el recorrido, me dio tiempo a pensar y a decir en voz alta todo lo que me da vueltas a la cabeza: que probablemente este triatlón tan exigente no sea el más adecuado para estrenarse en la distancia, que probablemente la fecha sea un poco demasiado tardía, que me encuentro (como se encuentra todo el mundo con quien hablo sobre este tema) cansado de una temporada excepcionalmente larga, que el cuerpo y la mente piden un urgente paso de página y un poco de descanso. A mí, en concreto, el SERTRI Málaga y el olímpico de La Manga me han dejado ya sin apenas reservas de adrenalina -llevo dos semanas siguiendo los entrenos como buenamente puedo, combinando trabajo, cansancio y una desgana que me explico porque, no nos engañemos, las competiciones desgastan y cansan y exigen a gritos un descanso. Y aquí es donde rescato el mirador de la Amatista: ayer la rampa de subida desde Rodalquilar me resultó una metáfora de toda esta historia de triatlones, entrenos, esfuerzos, vidas e ilusiones. Lo que parece imposible, al final es posible. Lo que cuesta un gran esfuerzo, al final tiene una recompensa -¿qué mejor recompensa que subir esa carretera casi vertical y, en la cima, ver cómo la tierra se desploma hacia el mar en una vista imposiblemente bella? ¿qué mejor recompensa que la que nos esperará si conseguimos terminar el I Triatlón Cabo de Gata-Níjar el próximo 21 de octubre? Sin duda, las cosas que merecen la pena cuestan grandes esfuerzos.
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