El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

lunes, 17 de septiembre de 2012

SERTRI Málaga 2012 -el aprendiz de triatleta, cansado

Rumbo a T1. Qué alivio!
Ayer tocaba hacer el SERTRI en Málaga. No hacía un sprint desde junio, precisamente el de Málaga, y tenía ganas de probarme y ver cómo van las cosas. El resumen es que uno quisiera comerse el mundo y, al final, se acaba comiendo un kiwi amarillo para rematar la cena. Tampoco está mal, pero... No sé si estoy decepcionado o, simplemente, mentalmente cansado. Creo que de aquí al medio de Cabo de Gata debo hacer un ejercicio intensivo de higiene mental y de descanso que incluya temas variados como confianza en mí mismo, horas de sueño, tomar distancia de tensiones y temas escabrosos tipo trabajo. Digo esto porque ayer se me vio cansado, eso me dijeron quienes me conocen bien,  y yo me noté sin demasiada chispa -había llegado a Málaga después de una semana de tensiones en el trabajo que me habían conseguido descolocar los entrenamientos y mi orden mental, un puritito ejemplo de que entrenar no es sólo uno mismo sino también las circunstancias y la gente que te rodea. Es triste ver cómo lo que no consigue el cansancio físico lo provoca el cansancio mental y cómo, si uno se descuida y levanta la guardia, se acaba desmotivando en todo, absolutamente todo, a causa de factores ajenos a uno mismo y al entrenamiento.
Pero bueno, el caso es que aparte del cansancio mental, las condiciones en las que llegué a Málaga ayer no fueron las mejores: que si una boda el día anterior, con el consiguiente desbarre nutricional; que si el madrugón, que si conducir... En fin, que cuando sonó la bocina y nos tiramos al agua en la Playa de la Misericordia, me di cuenta, en segundos, que no iba a hacer un gran resultado. No sólo eso sino que el agua se me hizo tremendamente exigente -con un mar plato y sin ninguna complicación. Inexplicablemente nadé con ansiedad y con muy poca eficiencia -notar que vas nadando mal, que no te encuentras, pensar que vas el último, aunque no vayas el último. Primera boya. Giro. Intento visualizarme llegando a la playa pero me visualizo rescatado por una barca o presa de los tiburones o incluso de los boquerones. No voy. Llegar a la segunda boya se me hace un mundo -por fin llego a una boya que, tremenda desilusión, no es todavía la segunda, que se encuentra todavía a unos 25 metros. Segunda boya y para la playa. Salgo del agua de los 10 o 15 últimos, pero no el último; salgo en plan pingüino total con la desilusión pesándome y hundiéndome en la arena que recorro para llegar a T1. (Un aparte: lo que pasaron fueron dos cosas -primero que llevaba más de dos meses sin nadar en el mar; segundo, que mi salida fue la de los federados y la mayoría de gente que está federada nada mucho mejor que yo; si hubieramos salido todos juntos, hubiera nadado en gran grupo hasta el final sin esa sensación de ansiedad y ahogo que ayer me estropeó las sensaciones del agua y del triatlón entero).
La T1 se resuelve con facilidad; esta vez no llevo neopreno y todo es más fácil (por cierto, ¿para cuándo decidirme a no ponerme calcetines?). El circuito a 4 vueltas, totalmente llano, resulta rápido -voy bien y, al tiempo, me doy cuenta de que tampoco voy. Una de las quintaesencias del triatlón es hacer la bici de un sprint en grupo -sólo consigo unirme a un grupo un rato; lo aguanto perfectamente pero, como el tal grupo me lleva alguna vuelta de ventaja, lo pierdo cuando se van a meta y yo tengo que seguir. Voy y, al tiempo, no voy. Me sale una media de 34.1 km/h -me supero a mí mismo (mi anterior record estaba en 34 pelaos). Tiro para T2 y me dispongo a hacer lo que mejor sé hacer. (Un segundo aparte: pensando y repensando, ayer pequé de ir con un desarrollo demasiado grande. Creo que fui con poca cadencia y que un piñón más grande me hubiera ayudado a subir un poquito más esa media. Yo, como muchas veces, deslumbrado y desorientado por mi momento burro grande, ande o no ande).
T2. Las zapas entran sin problemas. A correr. Salida de boxes y me doy cuenta del calor que hace. Málaga en verano, con una muy leve brisa, y son casi las dos de la tarde. En fin, un disparate. Me abstraigo de estas adversidades que, en el lado positivo, dan más valor a lo que hacemos; me abstraigo, digo, y tras echarme dos botellines de agua por encima, me pongo a adelantar gente como otras veces. El aprendiz de triatleta intenta mejorar puestos como un poseso en la última manga -pies para qué os quiero. Voy y, a la vez, siento que no voy. No hago una mala carrera y me encuentro bien pero noto que algo falla. Tiro millas. Doy gas. Caña. Voy y, a la vez, siento que no voy. Afortunadamente no me da tiempo a desinflarme. Me sorprende el arco de meta. Y claro, eso es lo que toca: entrar en meta en el puesto 142º de 414 y en 1h14'41''. (Un tercer aparte: quizás lo que ha fallado hoy, lo que he echado en falta es la euforia que me ha provocado entrar en meta otras veces. Sin chispa. Plano, como estaba el mar. En resumen: voy pero no voy). Los parciales (que me dicen que sigo siendo malo malísimo en el agua, mediocre en la bici y que retengo algo de poderío en la carrera) fueron los siguientes:
agua 16'59'' (puesto 363º)
bici 38'38'' (puesto 156º)
carrera 19'04'' (puesto 39º)
La continuación es previsible con este calor. Hidratación. Hacer un poquito de sociedad con José Andrés, que ha entrado por delante de mí; con mister David Zamora, que ha quedado 10º; con Simón, que por culpa de una lesión está amargado en el papel de fotógrafo. La continuación a partir de hoy también está clara: a seguir trabajando y a remontar este estado de cansancio mental que ha inundado mis últimos diez días y que quizás ha tenido algo que ver con la mediocridad con la que he resuelto este tri. Con el látigo reservado para las autoflagelaciones (y con el convencimiento de que es en las dificultades donde está el lado más atractivo del triatlón) nos vamos hoy.

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