El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

miércoles, 5 de febrero de 2014

Desatascando: llegamos al final


El tiempo nos pone en nuestro lugar
Los que me conocéis mejor no pensabais que esto fuera a suceder. Paradójicamente, algunas personas que me conocen menos y que, desde fuera, veían los acontecimientos con  mucha más distancia seguramente tenían claro que este blog era la crónica de una muerte anunciada (¿a que sí?). Sí, lectores y lectoras, después de un mes de enero lleno de reflexiones dejo definitivamente el blog y el triatlón. La verdad que el año 2013 me ha hecho descreído y, sobre todo, más viejo: y en las últimas semanas, a fuerza de poner la mollera en el remojo de la reflexión, me doy cuenta de que sigo sin encontrarme. Sigo sin encontrarme del todo y, primera revelación importante, me doy cuenta de que el triatlón nunca me va a ayudar a estar mejor. Estos últimos años han sido la historia de un amor imposible o una de esas relaciones tempestuosas de amor/odio que acaban por dinamitar los cimientos más estables. Una relación que me ha proporcionado sus buenos momentos, sí,  buenas sensaciones que, sin duda, atesoraré como se merecen. Sin embargo, el balance final es que todas mis inversiones, mis esfuerzos, mis ilusiones no han valido la pena. Seamos realistas: soy un corredor popular que ha jugado a ilusionarse con algo que, a estas alturas de mi vida, es imposible. Ni he mejorado como triatleta ni he conseguido aprender a nadar. Constancia, chapuzones, muchas piscinas visitadas, kilómetros solo y acompañado para acabar con otra revelación: no valgo para esto. Si nos creemos los eslóganes estos tan de moda en los últimos años (esos que han hecho tanto daño a tanta mollera espurreada por ahí), esos de que no existen los límites y de que cualquiera puede hacerlo si se lo propone, la revelación es aun más dramática: bueno yo me los llegue a creer y, al final, he acabado a bordo de  un laberinto de falta de autoestima y de ansiedad que, combinado con altas dosis de tristeza y dureza en los últimos doce meses, me han llevado a darme cuenta de que es momento no sólo de parar sino de decírmelo a la cara y compartirlo con quien quiera leerlo.Así que, fare thee well, tri: te deseo lo mejor, a ti, triatlón y a tu club de fans formado por molleras jóvenes, por aguerridos, por creyentes y por crédulos.
La decisión, el abandono, tiene mucho de egoísmo: no quiero regalar más tiempo a actividades y a cuestiones que no me llevan a ningún sitio. En estos momentos de crisis, casi todos estamos priorizando gastos. Yo, en las últimas semanas, me he dado cuenta de la cantidad de minutos y horas que he malgastado y restado a otras cuestiones que también tienen importancia en mi vida. Ahora mismo, con 44 años, creo que es momento de reaccionar y eliminar del menú todas aquellas cosas que no son productivas. Tengo tanto, tanto que hacer en la vida que, siendo realistas, prepararme con constancia para cosas que sólo me van a demostrar lo malo que soy es una pérdida de tiempo. Prefiero dedicar más tiempo a la lectura, a viajar, a aprender idiomas, a aprender sobre cocina, a hacer fotografías.
Hace pocos días leí un artículo sobre lo que significa la palabra 'postureo'. Creo que esa lectura, y la constatación de que postureo es, más o menos, no ser capaz de realizar nada sin publicarlo en las redes sociales -una especie de vivir de cara a la galería de facebook o de twitter o de un blog. Buscando  la aprobación o la envidia (sana o insana) de los demás. El mundo en el siglo XXI tiene mucho de eso: de vivir de manera exhibicionista para demostrar todo lo que somos capaces de realizar. Una cuestión de demostrar nuestro estatus -hilando, hilando, me di cuenta de que mucho de lo que he hecho en estos años, aun sin yo quererlo, puede ir por esa línea. Hilando, hilando, me doy cuenta de que mucho de lo que está pasando en el deporte popular en los últimos años va también por esos derroteros: sin duda, muchas de los movimientos recientes en el triatlón (masificación, multiplicación de clubes, popularización de la media y la larga distancia en detrimento de la corta) van sin duda también por ahí. Parece como si la gente hiciera deporte sólo para demostrar, no ya a sí mismos, sino a la galería lo que son (somos) capaces de hacer. También, por supuesto, para demostrar al resto lo que somos capaces de comprar. Entre quien lea esto (si es que alguien llega hasta este punto), habrá quien piense que todo esto son perogrulladas y que hace falta ser inocente para caer del guindo de manera tan estrepitosa a estas alturas de la vida: el mundo es desigualdad desde hace mucho, y casi todas las actividades humanas han visto su manera de estratificar y demostrar el estatus... Sí, sí: pero aun así, no quiero nunca más sorprenderme pensando que hago cosas para ser más que nadie, para estar en el grupo de cabeza, para ser del colectivo guay de turno, para contarlas en un blog. No. Quiero hacer las cosas para sentirme a gusto conmigo mismo. Para sentirme especial, pero no mejor que nadie...
Por eso vuelvo a mi persona inicial -yo, corredor. El mismo que creó este blog en 2009 y lo llamó "Maratoneando: de Almería a Donosti" al iniciar la preparación de Maradonosti 2009. El mismo que se entrenaba solo y, por cierto, con bastante buenos resultados en carreras populares... Vuelvo a eso y espero no salir escaldado -el secreto estará en mantenerme al margen de presiones y de huir de la inquisición y las sectas que tanto abundan en triatlón y que, por lo que veo, también existen en la carrera a pie. Quiero correr sin angustias -ya he dicho, como hacía antes... Sin minimalismos, paleodietas, integrismos, pontífices, modas y negocios. Sin técnica de carrera, sin adornos, sin historias, sin negocios, sin gastar mucho dinero. Por placer, como antes. Porque, como decía Frank Shorter: "No existe una técnica correcta para correr. Correr es un deporte intuitivo y de sentido común: usted no debería preocuparse por la forma en que lo hace". Y lo demás son florituras y quebraderos de cabeza que dejo también para los aguerridos y creyentes. Correr, luego existir. Sin más: sin lesionarse por hacer ejercicios de técnica de carrera mal hechos, sin hacerme callos en los pies por llevar zapatillas pensadas para convertir el running en un quebradero de cabeza más (y de paso en otra vía para el negocio)... En fin, mejor no seguir por esa ruta...
Bueno, muy bien: ese es el futuro. Pero, ¿por qué cerrar el blog? Lo podía continuar y llamar, por ejemplo, RunRuneando. Muy original la idea, ¿verdad?. Último juas juas en off en el blog. No. Pero bueno, a quienes os gusta leer esto, os debo quizá una disculpa. También una recomendación: si os gusta leer, leed literatura de verdad. No a un pseudo-Murakami. También hay algo de egoísmo en finiquitar el blog: ya he dicho que no estoy para perder tiempo, pero es que además estos últimos meses me han hecho ver que no tiene sentido escribir un diario y hacerlo público: los diarios pertenecen a la esfera privada. Me explico: he escrito este blog con tanto, tanto cariño y con tanta, tanta sinceridad que, al final, desde la idea inicial de un blog intimista hemos acabado montados en una atracción de feria muy morbosa por la sangría interna que mostraba. Dicho de otras maneras, he escrito como si escribiera para mí o para amigos muy cercanos. Cosas que ya están escritas, cosas que no tienen solución, eso da igual ya; pero mejor no seguir. Igual que dejo el triatlón para los jóvenes, los aguerridos, los creyentes y los crédulos, dejo la literatura para los escritores. Y los consejos técnicos de entrenamiento, nutrición y vida sana, para los expertos o pseudo-expertos, que de todo hay.
El escribir de esa manera tan sincera ha acabado siendo una forma más de postureo. Al menos, imagino ahora con horror, de esa manera habrá sido contemplado el blog por mucha de la gente que me conoce poco. Los que me conozcáis más, sabréis que es que yo soy así de transparente. Pero bueno, tiempo de dejar de serlo. Quizás deba hacerlo con una última constatación de esas tan transparentes, una de las que me ha ayudado a ver que tenía que abandonar lo del tri y lo de este blog, no sólo por motivos deportivos sino también por razones sociales y afectivas. El blog ha sido claro a la hora de poner sobre la mesa que los últimos doce meses han sido los peores de mi vida. Pero no por escribir de ello, no por ponerlo encima de la mesa, he recibido muchos abrazos de consuelo por parte del mundo triatlético, ni del bloguero, ni de las redes sociales. Esto no es una queja, simplemente otra revelación más: no por hacer un deporte, ni por tener algunos lectores en un blog, ni por tener muchos seguidores en twitter o "amigos" en facebook se tienen más amigos de verdad. Suena a tontería, pero el darme cuenta de que muy, muy poca gente conectada al triatlón me ha ayudado a pasar estos meses amargos me ha decidido a la hora de poner tierra de por medio y de huir de un territorio que, en mi caso, he encontrado gélido, hostil y poco cariñoso. Sin duda, el andar tan poco conectado en el mundillo es culpa mía, pero siento que es hora de huir del invierno y de pasar a la primavera.
Pues ya está, perdonen ustedes mi monserga. Excuse my rant. No suelo ser capaz de dedicarme de lleno a una actividad si tengo asuntos previos pendientes; y creo que darle el carpetazo definitivo al proyecto triatloneando pendía encima de mí como una losa (gélida, hostil y poco cariñosa, como son todas las losas, como he encontrado el triatlón en estos meses, más frío que el agua de una ría).Agradeceros de corazón a quienes habéis estado ahí acompañando en este imposible y a quienes habéis comprendido lo que pasaba. A personas que, como la inspiradora del título de esta entrada, seguramente veían que estábamos ya llegando al final y, afortunadamente, tocando fondo. Abrazos.

sábado, 11 de enero de 2014

Enero


¿Leer o entrenar?
Pues sí, instalado ya en enero y con un tercio del mes ido, constato que los años pares y los pasos de página no son por completo milagrosos. Como escribía el otro día en Facebook (yo y mis manías de emitir más señales de las que necesita mi constelación de conocidos y desconocidos),  
"Too much procrastination. Too many things I feel I've fallen behind with. Too many things I'm still putting off. Going back to the pool. Getting back on my road bike. Getting back to serious speed work-outs. Doing core work. Facing society and the calendar. Luckily, we're only eight days into 2014. And 60 kilometres away from 2013, which is not that bad. Still 3 kgs far from my ideal weight. Shame!"
A veces encuentro que expreso mejor en inglés muchas de las cosas que me pasan por el cuerpo y por la mente, pero lo que venía a decir en esas líneas es que el nuevo año no ha supuesto un cambio de rumbo ni inmediato ni radical. Sigo un poco a bordo de la desgana triatlética: tanto perder tiempo, o no perderlo sino emplearlo en otras cuestiones (trabajo, lectura, planes extradeportivos), me hace una vez tras otra pensar en las semanas de antes (las de estar volcado en entrenos, en las de estar plenamente convencido) y compararlas con el ahora. Efectivamente, tengo la sensación de que me he atrasado muchísimo en mi vuelta a la piscina, mi vuelta a la bici de carretera, mi vuelta al gimnasio o a las rutinas de core. Y así, desde luego, no. Así no retomo yo ni mi cuerpo serrano de antes de la catástrofe ni mi estado de forma. Y claro, empezar la primera semana del año con 58 kms de carrera a pie tampoco es para darse de latigazos o de cabezazos contra la pared, pero está claro que tampoco es para echar las campanas al vuelo.
Y sí, hay determinados signos: corro  ya con cierta comodidad y me he inscrito en la Media de Málaga. Pero también hay muchos otros signos que me hacen contemplarme como un deportista muy diferente al de hace un año o año y medio. Ni me he federado este año ni creo que vaya a competir en triatlón en toda la temporada. Esto me da mucho que pensar, al fin y al cabo los deportistas reflexivos es lo que tenemos: por si no os habíais dado cuenta, ser deportista reflexivo consiste en conocerse a través de la práctica deportiva -en aprender de deporte pero también de uno mismo. Y lo que estoy aprendiendo en estas últimas semanas no me gusta demasiado: dudas no ya sobre querer seguir sino también sobre la viabilidad del proyecto. 44 años son muchos años como para parones largos en esto. Eso es un hecho. Y aunque estoy dispuesto a volver a repetir el camino, recrearme en los mismos pasos que di durante al menos dos años antes de decidirme a debutar en un sprint (cuando las cosas eran de otra manera y la gente no debutábamos directamente con un media distancia o con un ironman después de haber entrenado dos meses, juas); aunque, digo, esté dispuesto a enfrentarme a días y días de piscina en solitario, a asfalto y más asfalto sobre la bici, repetir, como he dicho, el camino durante un año sin afán de preparar ninguna competición, con el mero objetivo de sentirme cómodo y preparado; aunque lo quiera hacer, no sé si eso, a estas alturas, me va a llevar a alguna parte. Decía en la entrada anterior que las periferias y las medias tintas y las comeduras de cabeza y las dudas son la antítesis del triatlón: quizás ha sido eso una de las cosas que he sacado en claro en tres años. De ahí las dudas, de ahí las reservas: sí, probablemente en unos días me decida y empiece con una rutina tipo deporte salud en la piscina, algo que complemente a la carrera. Posiblemente cualquier día de estos me montaré en la flaca y llegaré hasta las Cuevas de los Úbeda o hasta Cabo de Gata y quedaré, otra vez, cautivado por el goce estético de montar en bici y ver el mar en lo profundo del paisaje. Lo que pasa es que creo que tengo la actitud equivocada (¿una actitud periférica?): porque está claro, el triatlón no va de estética ni de goces sutiles. El triatlón va de entrenar duro y no reflexionar demasiado sobre lo que nos pasa. Tampoco es que sea demasiado compatible con un trabajo exigente, con leer libros de 800 paginas (me acabo de empezar The Goldfinch de Donna Tart), con tener otras aficiones, con hacer planes de pasar un verano viajando (viajando y sin bici y sin piscina, esto es), con tener que mantener una casa, con mantener un blog inútil con regusto a Murakami, con tantas y tantas cosas. Si te dedicas al tri, te dedicas. Creo que en eso todos estaremos de acuerdo.
En lo que no estamos tan de acuerdo, seguramente, es en otra de las revelaciones que he tenido en estos meses: el triatlón hace pupa. Sé que es una verdad incómoda (y ahí está la tercera revelación: en el trialtón no se habla de esto y se huye de ponerlo encima de la mesa), pero he visto a un número importante de tridamnificados en los últimos meses: desde lesiones por sobrecarga y por entrenamientos demasiado exigentes y demasiado repentinos (sin olvidar los ocasionados por seguir, sin la justificación y el asesoramiento debidos, modas y tendencias en ajustes o modelos de bici y en minimalismo en carrera a pie) hasta lesiones psicológicas de más o menos gravedad. Cuando hay un número de gente que debe dejar de correr durante meses por lesión o un número no menos importante de gente que no da mentalmente más de sí a la hora de compatibilizar calendario y vida triatlética con vida normal (laboral, familiar, sentimental...), algo se está haciendo mal..
Con esas dos revelaciones, la de la dedicación casi exclusiva y la de los daños colaterales, las preguntas son varias: ¿me quiero dedicar? ¿me es posible? ¿me quiero gastar más dinero en tri? ¿quiero prescindir de otras aficiones? No tengo respuesta para ninguna de ellas, al menos de momento. Simplemente me vienen a la cabeza dos veranos de entrenamientos muy intensos: el de Torrecaballeros de 2010, cuando pensaba que iba a ser un buen triatleta y, sin haber competido nunca, descubría carreteras con la bici y hacía metros de piscina con un placer intenso y de pardillo -ese fue el verano de la inocencia y de tener todo el cuaderno en blanco por delante.Y, luego, claro está, el de San Rafael de 2012: el verano que mejor he entrenado nunca; el verano en que mi madre me repetía, una vez tras otra, qué fuerza de voluntad tienes, hijo -ese fue el verano del cuaderno medio lleno, en el que todavía no había perdido ni la inocencia ni la ilusión de que iba a aprender a nadar bien, juas. Si fui capaz de hacerlo aquel verano, entrenando solo, sin perdonar una sesión, al tiempo que me ocupaba de mi madre, debería ser capaz de hacerlo ahora. Al menos, repetir el camino y, chino chano, volver a lo largo de 2014 no al triatlón, todavía no, sino a nadar, montar en bici y correr. Sí, debería ser capaz de hacerlo: cuento con alguna ventaja, el equipaje de la experiencia en la mochila; pero también cuento con el pesado equipaje de la pérdida de inocencia que he sufrido en los últimos meses. Miro y remiro a mi alrededor, mucho menos que lo hacía antes, claro está, y veo a triatletas que, en dos o tres años, incluso en meses, han evolucionado y mejorado y afianzado posiciones. Veo que algo ha tenido que fallar en mis planteamientos, en mi trayectoria, en mis esfuerzos (porque sí: de eso no tengo dudas, esfuerzos ha habido muchos). Y ha habido meses negros y ese acontecimiento vital que, necesariamente, nos deja fuera de combate. Sí. Pero continuar en esta especie de blackout, de apagón y de recelos hacia muchas de las cosas que contribuyeron al desgaste y a la desgana, da mucho que pensar.¿Verdad que sí?

martes, 31 de diciembre de 2013

Feliz 2014: pasando páginas

Apurando las últimas horas de 2013. Un día de Nochevieja que, por primera vez en mi vida, paso en Almería. Un día de Nochevieja sin correr la San Silvestre de Getafe. Un día de Nochevieja que echa el cierre al peor año de mi vida. El año en que perdí a mi madre, el año en que tuve que parar toda actividad física durante varios periodos. El año en que me di cuenta de que, contrariamente al mito extendido entre deportistas populares, el deporte no sirve para solucionar los problemas importantes de la vida. El año en que reconfirmé que vivir en el extrarradio del triatlón es un sinsentido -el año en que me di cuenta de que el triatlón consiste precisamente en huir del extrarradio y en evitar los temas problemáticos y dolorosos y las medias tintas. El año en que llegué a pesar 62,9 kg, cuatro más de mi peso habitual. El año en que casi nadie se dio cuenta de que mi problema no era la natación o el ambiente intimidatorio del mundillo triatlético, sino algo mucho más importante. El año en que me quedé en la cama en un hostal de mala muerte, en vez de irme a la línea de salida de un media distancia; y, creedme, no fue por miedo a las olas o a no hacerlo bien, sino por presentir la angustia ante los meses de precipicio que se le venían, se nos venían encima. El año en que me di cuenta de que algo debía estar haciendo mal cuando me vi, atrapado en una ría gélida, combatiendo a bordo de un submarino llamado hipotermia, en vez de estar visitando a mi madre y regalándole un fin de semana de los que ya tenía asignado un número finito. El año en que me desencanté totalmente y me harté de clubes, organizadores y negocios varios. El año en que me tuve que recomponer varias veces buscando mis raíces y comienzos en el deporte -recomponerme sobre los restos del naufragio y sobre la certeza de ver que la batalla se iba a perder en cuestión de meses o semanas; recomponerme corriendo contra el calor y los adoquines durante una escapada a Lisboa; recomponerme corriendo y recorriendo Polvoranca bajo unas temperaturas de Madrid Sur en verano. Corriendo, recorriendo, recomponiendo e intentando, a golpe de zancada y de puritita rabia, convencerme de que metiendo kilómetros y más kilómetros, a lo loco, sin objetivos, estaba no sólo buscando un rayito de lucidez y paz mental sino también apuntalando una vida. Pues sí, 2013: el año en que después de estar un mes exacto sin hacer nada, nada de actividad física me sorprendí devuelto a la casilla menos treinta, ni tan siquiera a la casilla de salida. El año en que no he vuelto a ir a la piscina porque me avergüenzan los michelines y porque no estoy seguro de querer ir a la piscina. El año en que no volví a tocar la bici de carretera desde el mes de junio. El año en que, un día del mes de diciembre, entre encinares y campos escarchados, me sorprendí corriendo y quitándome el volumen del i-pod porque se me saltaban las lágrimas ante este paisaje de aquí abajo.
Sí, 2013: el año en que, otro día de diciembre, me sentí estupendo porque había conseguido hacer un rodaje de 12 kms a 4'24''. El año en que me dolió casi todo y comprobé que el deporte popular no es un analgésico. En fin, un año gris, para olvidar, que termino con muy pocas competiciones (tres carreras, un duatlón y dos sprints) y los siguientes números:

agua: 122000 metros
bici: 1370 kms
carrera: 1434 kms

Sí, sé que es ridículo hurgar y meter el dedo en la llaga. Sé que es ridículo reflejar unos números tan mediocres que a nadie le interesarán. Pero bueno, este blog, aparte de mi paño de lágrimas, mi talismán de motivación y mi cuaderno literario, es mi diario de entrenamiento. Y todas las Nocheviejas de los últimos años me he sentado a escarbar y a hacer balance. Esta, aun siendo la más dura que he conocido, no podía ser menos. Pero bueno, lo mismo estáis pensando que ya hay que pasar página... 
Sí. Sin duda: en unas horas estamos en 2014. Y ¿qué queda para 2014? Pues en principio continuar rehaciéndome. En los últimos días se me ha metido algo en la cabeza: no descarto nada, no descarto volver a hacer triatlones, no descarto volver a mi idea de un ironman para celebrar mi 50 cumpleaños. Queda mucho para eso: pero ahora, lo que se me ha metido en la cabeza es que debo hacer el mismo recorrido que hice años atrás. Estoy sintiéndome cómodo, por fin, con la carrera. Las primeras semanas de noviembre fueron un cúmulo de horribles sensaciones: correr a 5 el kilómetro cuando se está acostumbrado a otras florituras es poco menos que una afrenta que te hace el cuerpo, un insulto. Ahora eso ha quedado atrás. Pero necesito seguir volviendo a sentirme yo. Suelto en la carrera, con rutina, con agilidad. Necesito seguir perdiendo un poquito de peso (ya me he librado de un kilo) y, cuando me vuelva a reconocer en el espejo y en la cabeza, volver a nadar y a montar en bici. Preveo volver a competir en el Trail de Cabo de Gata y en la Media Maratón de Málaga. Un buen maratón en el otoño y, todo lo demás, será un regalo extra. Sin descartar nada; de momento, como digo, volver a ser yo mismo. Bueno y, seáis quienes seáis los que leéis esto: desearos un feliz 2014. 2014 y palante!

lunes, 4 de noviembre de 2013

Falto de ilusiones -¿tocando fondo?


24 kms en Málaga dan mucho para pensar
El cuerpo y la mente son unos capullos. Pasas por unos meses difíciles y, al final del túnel, no acaba habiendo luz sino que hay más oscuridad y una galería de espejos que reflejan el dichoso túnel que acabas de atravesar. Hacía muchos años que no me encontraba tan bajo mental y físicamente. Lo de encontrarse bajo mentalmente es explicable y razonable -al fin y al cabo, perder a mi padre y a mi madre en un año y siete meses no es ocasión para andar con la chispa de la vida por bandera.
Lo de encontrarme en baja forma física y con una total falta de proyecto deportivo entre manos tiene menos explicación -siempre había pensado que el deporte era una especie de tabla de salvación, una especie de herramienta de redención que te permitía olvidar las cosas más duras, feas y desagradables de la vida. La más saludable y fácil válvula de escape para desconectar del trabajo, de las preocupaciones de la vida adulta y de los ruidos del mundo exterior. Cuán equivocado andaba. Y sí, es algo que funciona como vía de disfrute y desconexión para un gran número de deportistas; pero la ecuación deporte=salud=equilibrio no es tan fácil y, para otro sector de deportistas no funciona bien. Creo que el error de base está en ser un tío más exigente de la cuenta. Haberme planteado objetivos deportivos ambiciosos en la edad madura con el condimento y pretensión de, encima, querer hacer las cosas bien, es algo que, lejos de constituir una válvula de escape, una saludable vía de desconexión, se ha ido convirtiendo en un problema. Ya he dicho que no es algo que me pase a mí en exclusiva (a lo largo de los últimos meses me he referido, sin que nadie, por cierto, recogiera el guante, a los problemas, físicos y mentales, por los que estaban pasando muchos de mis conocidos en el mundo del triatlón), pero ahora es buen momento para caer en la cuenta de que algo falla cuando mi situación deportiva no me ayuda ni me ilusiona para remontar mi situación personal.
Y es que, amigos y amigas de Triatloneando, no sé hacer las cosas de otra manera: corro dos maratones en 3h07' y ya llevo esa losa de marca para los que pueda correr en el futuro. No contemplo la idea de correr una media maratón en más de 1h30'. No contemplo más que ser sub 40' en un 10k. Y si me paso en 17'' me vengo abajo. En triatlón las cosas, necesariamente, tenían que ser menos ambiciosas y competitivas -disfrutaba más de la estética y del indescriptible subidón de meta en las competiciones, a la vez que me pasaba meses bloqueado por mi falta de progreso en el agua. Falta de progreso en el agua, preocupaciones familiares cada vez más intensas, exceso de exigencia -todo ha contribuido para que, al final, la mente, las piernas, los brazos, los abdominales digan basta y se declaren en rebeldía coincidiendo con el mes más duro de mi vida.Estaba cantado: ponga en su vida una exigente temporada triatlética (con hasta tres triatlones de media distancia en el calendario) y hágala coincidir con la enfermedad terminal de su madre: acabará con su visión del deporte popular, de sus propias posiblidades, de su fortaleza y de la vida profundamente alteradas. En efecto, mi temporada 2013 es un ejemplo de libro de los records de bad-timing.
Ahora, salir del túnel está resultando difícil. La semana pasada, tirando de los orígenes y de lo que en principio hago mejor, corrí 41kms, 24 de ellos en Málaga, uno de mis lugares fetiche para competir (medias maratones, maratón, triatlones) y para visitar. Me fue raro pasar corriendo (a ritmos de 5'/kms y con sensaciones de ir en las últimas) por los lugares de esas competiciones. Me fue raro porque era como si la cosa no fuera conmigo -como si el runner que ha visitado otras veces ciudades y no ha dudado en madrugar para calzarse las zapas y ver el lugar a bordo de un entreno se me hubiera ido de dentro.
Hay que recuperar la alegría. No queda otra. Hay que volver a sentir los entrenos. Aun así, rechazo oportunidades que me plantean por ahí: no quiero competir y, de momento, digo no a casi todo porque no soy capaz de correr una media por correrla en 1h45''.. Me miro en el espejo y sólo veo unos abdominales descolgados que no tienen que ver con el modestísimo, pero cuidado, físico que me costó años ir puliendo de grasa. Me plantean empezar con un grupo nuevo para entrenar en la piscina y lo veo como un imposible. Veo la báscula en el baño y evito lo que, hasta hace poco, era una ceremonia semanal -pesarme. Después de todo, da igual si peso 2, 3 o 4 kg más que antes del desastre. Atrás quedaron porcentajes de grasa corporal del 9% -el cuerpo, tan agradecido para algunas cosas y tan rencoroso en otras, ha vuelto a su lógica implacable. La autoestima, por los suelos -como veis, la ecuación deporte=salud=equilibrio mental, en estos comienzos de noviembre, no me está funcionando.
Hace falta recuperar la alegría. Recuperar proyectos. Sin embargo, también hay que ser cauto. Supongo que no es lo mismo caer en este bajón de desgana y pérdida de la forma física cuando se tienen diez años menos que cuando se tienen los míos. La sensación que tengo es la de haber usado el deporte como una especie de engaño, de treta, para los años -y, claro, de repente dejas el ritmo y la constancia y todos, absolutamente todos los años te caen encima. Con sus días, noches, semanas y meses. Todos. Por eso, las próximas semanas serán decisivas. Recuperar la alegría, el estilo de vida saludable con ramificaciones varias,  las ganas, tirar de lo aprendido, que es mucho y bueno -pero también manejar todo con mucha cautela porque si me han demostrado algo estos últimos meses es que los límites existen y los imposibles son muchos.

sábado, 26 de octubre de 2013

Homenaje y adiós


Inspiración, memoria, cariño
El domingo pasado murió mi madre. Mientras tenía lugar el Triatlón de Cabo de Gata, yo me quedaba sin ella -curiosa la coincidencia. Me ha costado mucho decidir si escribía esta entrada o no, pero, como este blog me ha ido acompañando en todas las tesituras de mi vida en los últimos años, creo que es oportuno que le haga un pequeño homenaje aquí. Han sido meses duros, meses de cariño, meses de despedida, meses de pensar y repensar muchas cosas de su y de mi vida, meses de cuidarla, que han sustituido, sin alternativa posible, a mi temporada deportiva. De mi madre he aprendido muchas cosas: su enfoque radicalmente vital, su aferrarse a la vida, incluso al final, de manera incondicional, su decisión de ser feliz permanentemente con las cosas cotidianas, su natural sociable. De estos meses de despedida y de cuidados, en relación con el deporte, he aprendido también una cosa fundamental: el deporte es algo secundario en la vida. Hay situaciones en las que es imposible entrenar, imposible sacar algún tipo de consuelo o desconexión mental de la actividad física. Hay situaciones en las que, por inconcebible que parezca, el deporte es tan sólo una frivolidad imposible. Situaciones en las que es totalmente inviable mantener las identidades múltiples que, al menos a mí, tanto me gustan (ya sabéis: hijo, runner, aprendiz de triatleta, lector empedernido, cocinillas, activista social...). De ahí que, aunque mantuve cierta disciplina con la carrera a pie durante el verano, ahora mismo lleve aproximadamente un mes sin hacer nada de actividad física. Por mis últimos meses y por los de otros deportistas que conozco he caído en la cuenta de que, cuando se es exigente con uno mismo (y yo lo soy), en ciertas épocas las cosas no salen y es mejor hacer un punto y aparte. Ahora mismo estoy en esas -un punto y aparte con una página en blanco inmensa delante de mí. No sé cómo empezar a escribirla pero estoy seguro de que, entre la inspiración de vitalidad y fortaleza que me ha dejado mi madre y el desafío de volver a empezar, algo interesante irá saliendo.
Como muchos de los que leéis esto sois personas que me conocéis algo o bastante, y como yo soy de natural quizás demasiado transparente, comparto con vosotros una de sus últimas fotos y el texto que escribí para leer en su funeral. Con tristeza y también con una rara tranquilidad nos vamos  hoy:
 
"Mamá, Quica, Abuela, Francisca:
Gracias por enseñarnos que la vida hay que beberla hasta el último sorbo, como un vasito de vino antes de comer. Por mostrarnos que,pase lo que pase, a esa vida hay que aferrarse con pies, manos, soles,lunas y quintales de esperanza. Por demostrar, como quien no quiere la cosa, que un ramo de lilas sigue siendo un ramo de lilas incluso si se marchita. Gracias por dejarnos, además de tus sonrisas y el calor de tus manos, tantas lecciones de fortaleza y, sobre todo, las claves para vivir la felicidad de lo cotidiano. Un café negro, madrugar para barrer un jardín, guisar para cuántos más mejor, regar tus plantas, sentarte a la recachera, dormir la siesta debajo de un árbol, secarte al sol, lavar en una pila, cuidarnos a todos, ser querida por todos. Pequeños placeres- ingredientes sencillos para una vida completa. Gracias, entonces, por estar ahí- con tu poderío mítico, genio y figura hasta el final, dándonos calor con tus manos. Gracias, Quica, por ser una mujer luchadora, una heroína de ciencia ficción, nuestra particular diosa de las pequeñas cosas. Descansa en paz: aunque se ha perdido una batalla , has ganado la guerra de una vida."

sábado, 28 de septiembre de 2013

De triatlón, subidas, bajadas, miedos y problemas. Una entrada dedicada


Un pilar: seguir aprendiendo
Septiembre ha sido el mes de los rencuentros. Anoche me encontré con una pareja de amigos triatletas. Aunque nuestros contextos y circunstancias son muy diferentes, me permito el lujo de llamarlos amigos. Me gustó ver sus sonrisas cálidas porque apuntaban a que las cosas estaban mejor que la última vez que los vi. Aparte de eso, volví a escuchar algo que, cuando lo oigo, me sigue sorprendiendo: a ver si escribes más en el blog, es que escribes muy bien. Triatloneando es, sin duda, un blog minoritario -soy consciente de que las emociones, la vida extradeportiva y las reflexiones peregrinas no encajan demasiado bien en un blog de temática deportiva y, menos, en uno que lleva en su nombre, con mucho atrevimiento, el sagrado nombre de la madre de los deportes más machitos del mundo mundial. Sé que nadie necesita que le dedique una entrada de este blog -sé que los blogs no son entrenamiento y que, por tanto, no solucionan nada. En un territorio donde acumular horas de entreno de calidad lo es todo, reflexionar, escribir y leer son, sin duda, contemplados como vulgares pérdidas de tiempo. También sé que figurar en el casting de este blog en concreto (el blog del tri-realismo más sucio y menos heroico) puede hasta restar puntos en el caché de cualquier aguerrido triatleta que se precie. Esto es una exageración y una broma, pero por todo eso prefiero dedicar esta entrada de manera elegante y sin nombres. Valga decir que, por muchas razones, hacía tiempo que te debía una entrada en este blog. Y te va a tocar esta -así es la vida.Espero que no te moleste y que saques algo en claro.
En todo caso, llevaba semanas gestando una entrada como esta. Además, el otro día, el amigo Iker en su blog Correr no es de cobardes (un blog que vuelvo a aconsejar desde aquí porque conjuga perfectamente contenido práctico y técnico con reflexiones personales y emocionales -sin llegar a mis desbarres, eso sí) publicó una entrada que me dio pie a seguir pensando algo que llevo rumiando todo el verano. La entrada contenía un vídeo con un episodio de Informe Robinson sobre el portero de fútbol Robert Enke, una historia deportiva de  presiones, miedos y cables psicológicos mal cruzados que acabó en suicidio.Si Iker centra su análisis en que el deporte sólo disimula y camufla problemas psicológicos pero no los elimina; mi análisis va por otros derroteros: ¿por qué cuesta tanto en el deporte poner sobre la mesa las subidas, las bajadas, los miedos y los problemas? Encuentro que, en el mundillo del triatlón popular (o aficionado, que creo que lo define mejor) esa posición de negarse a hablar de problemas, de altibajos y de miedos se lleva aun más a rajatabla.Hablemos de logros, de entrenos, de cifras imposibles, de suplementos, de equipación, de dinero -pero, por favor, no vengas ahora con altibajos, problemas o miedos.
Vaya por delante que soy un triatleta bastante peculiar. Baste recordar un poco mi planteamiento deportivo -lo que está en la base del proyecto triatloneando. A mí me gusta correr, montar en bici y seguir aprendiendo a nadar. Me gusta la actividad física como parte de un estilo de vida saludable. A mí me gusta también hacer triatlones: el nivel de subidón que experimento en el sector de carrera a pie de cualquier triatlón es difícil de igualar; el sentirme parte de unas competiciones tan vistosas estéticamente, el oir el bocinazo de salida, el ser capaz de llegar a la primera boya, a la segunda, el llegar, de vuelta, a la playa. Todo eso me gusta. Que nadie se confunda y piense que sólo me gusta el triatlón estéticamente -me gusta competir y me gusta, sobre todo, el desafío personal que supone entrenar y competir en triatlón. Aunque, claro, he aprendido a verme en mi lugar en los triatlones -si soy (o era) capaz de estar entre el 15% primero de llegados en una carrera popular, igualmente me tengo que conformar con estar entre el 30% último de llegados en un triatlón. Bueno, no os preocupéis que este párrafo va concluyendo y llegando a una de las conclusiones importantes: pienso, luego existo; hago deporte, luego pienso. Me gusta utilizar el deporte para aprender sobre deporte, sobre fisiología del ejercicio, sobre respuestas del cuerpo humano, pero también para aprender sobre mí mismo y sobre los demás. En otras palabras, encuentro que la práctica del deporte y, específicamente, del triatlón me está enseñando mucho sobre deporte pero, quizás más aún, sobre mí y sobre la vida. Yendo un par de metros más allá: no concibo el deporte aislado de otras cuestiones extradeportivas. Será por mi formación como filólogo y antropólogo, pero necesito convertir la práctica deportiva en palabras y en reflexiones sobre mí, sobre los otros, sobre la sociedad. Resumiendo, ahí van los seis pilares de mi enfoque deportivo: deporte salud-estilo de vida, deporte disfrute, deporte desafío personal, deporte aprendizaje-reflexión-fuente de conocimiento, deporte desarrollo personal, deporte anclado en mi vida extradeportiva.
Por eso encuentro tan extraño que la mayoría de practicantes de triatlón conciban el triatlón como una mera actividad deportiva centrada en el producto (horas de entrenamientos y competicioness, sin más) y desperdicien la vertiente procesual relacionada con las emociones, con lo social, con la esfera de la vida privada, con la reflexión, con el crecimiento personal y con lo psicológico. Esto es así, sin duda, porque existe una obsesión por hablar sólo de lo positivo, de lo gozoso, de los logros, de las heroicidades. Existe también una especie de veto encubierto a hablar de las dificultades, de la complicada conciliación entre el deporte y la vida personal, de los miedos y de los fracasos. No es que los triatletas aficionados no fracasen o no tengan miedos o no tengan problemas -claro que sí. Sin embargo la política de la comunidad es, o bien correr un tupido velo sobre esos temas, o bien pasar sobre ellos de puntillas. Y es que, si examináramos de manera estadística las interacciones de los triatletas aficionados en las redes sociales (Facebook, Twitter o blogs) nos daríamos cuenta además de que existen mayoritariamente dos tipos de discursos. Por un lado, los discursos centrados en lo positivo y en lo heroico, en que si aparecen problemas es tan sólo para acentuar aun más lo heroico de los logros (algo así como qué calor hace hoy pero he salido a entrenar 25 kms a 38º). Por otro lado, están los discursos centrados en la publicidad de marcas de suplementos o de equipación (a lo largo de los últimos años, las marcas de material deportivo han ido optando más y más por esponsorizar a populares para que estos hagan publicidad en las redes sociales).
Dicho todo esto, se entenderá mejor que este blog sea, cuando menos, una curiosidad en el mundillo -si no directamente una oveja negra. Pero, volviendo un poco al principio -creo que es imprescindible que cada deportista reflexione (al menos consigo mismo) y ponga sobre la mesa determinadas cuestiones: todos, no sólo Robert Enke, tenemos altibajos, problemas, vidas personales que en muchas etapas no casan con nuestras intenciones deportivas, miedos. Reconocerlos es un primer paso para funcionar como un deportista reflexivo que aprende del deporte y que es competente a la hora de interpretar ciertas señales de su cabeza.
Elaborar un análisis de cómo se entiende la práctica deportiva, tener claros cuáles son los pilares que dan sentido y subyacen a nuestros entrenos o competiciones, puede parecer una pérdida de tiempo pero, sin duda, es una herramienta imprescindible si queremos ser mejores deportistas. Y cuando me refiero a mejores deportistas, me refiero no sólo a la vertiente cuantitativa sino también a la cualitativa. Y, claro está, tampoco me quedo en lo deportivo sino que el ser mejor deportista incluye, desde mi punto de vista, otras dimensiones: la humana, la de la salud mental, la social, la de la vida emocional.
No creo que quien haya llegado a estas alturas de la entrada piense que esto son tonterías -quienes pensaran eso no habrán, seguramente, ni empezado a leer. Lo que hay detrás de todos estos pensamientos es un poco filología, un poco antropología, un poco las inteligencias múltiples de Gardner y un poco la idea de práctica reflexiva en enseñanza y aprendizaje. En resumen: me parece una pena que se desperdicien los ingredientes del deporte y del triatlón como fuente para mejorar nuestra inteligencia emocional,  nuestra inteligencia interpersonal o nuestra inteligencia intrapersonal.Claro, inteligencia espacial o corporal cinestésica sí -pero, qué pobre dejarlo ahí..
Llegando al final y volviendo al principio, resuenan ecos de otras conversaciones contigo: seguir formándome, el cariño de una madre, viajar, nadar, competir, disfrutar, aprender, vivir. Yo  tengo claro que no haré el MD de Cabo de Gata porque no estoy entrenado (para que te hagas una idea, correr 12,5k a 4'28'' el otro día fue el mayor logro del mes). Pero además porque en mi situación personal actual realizar un MD iría en contra de varios de los pilares de mi práctica deportiva: ni disfrutaría ni aprendería nada que no sepa ya ni respetaría mi vida extradeportiva. Si yo estuviera en tu lugar y situación, haría Cabo de Gata sin dudarlo; pero claro, no sé cuáles son todos los pilares de tu práctica deportiva y, por tanto, no puedo aconsejarte. Espero que las dos sonrisas sigan ahí y que las cosas, esta mañana, estén más claras.Ah, se me olvidaba: la vida no sería vida sin altibajos -yo, personalmente, desconfío seriamente de los que no los sufren.

martes, 24 de septiembre de 2013

El proyecto triatloneando y el verano de 2013

Taloneando por Lisboa
El domingo terminó el verano. Tantas cosas que decir, en lo personal y en lo deportivo; tantas cosas difíciles y tantas ganas de decirlas -ya sé que algunos pensáis que doy más explicaciones de la cuenta. Pero bueno, yo soy así de transparente y, después de todo, este blog y las redes sociales me ayudan a organizar, compartir ideas, planear y, por qué no, a aliviar la mente. Quien quiera que lea, quien no quiera que no lea. Lo más sorprendente es que, alguna gente de los que leen, siguen muy despistados en cuanto a lo que le ha pasado al proyecto triatloneando este año -como si fuera tan difícil explicarse las causas y las dificultades y las curvas y desniveles que he ido atravesando. No me gustan las excusas y no quiero que nadie piense que pongo ciertas cuestiones poderosas e implacables como excusa, pero resumir mi fracasada temporada 2013 (la temporada que no fue) en un es que no sabe nadar, pobretico, es no conocerme ni ver nada. Pero bueno, tampoco creo que sea tan importante ni conocerme ni ver lo que pasa. Para quien quiera seguir conociéndome, y sobre todo porque tanto este blog como el proyecto triatloneando seguirán para adelante, ahí va un resumen del verano 2013 a través de mis estados de Facebook a lo largo de estos meses, un verano en que sólo corrí (350 kms entre julio y agosto, lo que se pudo) y en el que todo, absolutamente todo, estuvo a flor de piel. Un resumen que necesito hacer para pasar página y abrir puertas.

30 de junio
Los geranios de mi madre. Todo, ahí fuera, imparable. Nunca hay teclas de pausa en la vida.

3 de julio
De creerme un triatleta en ciernes con destino a Río y por el que los años no pasaban a mirarme en el espejo y encontrar un cuarentón con barriga incipiente y amenazante. Qué desagradecido es el cuerpo en cuanto lo abandonas. Hoy, a la desesperada, en plan dominguero principiante, sesión de abdos. Todo preparado para salir a correr mañana temprano y estrenar las zapas más cool que he tenido nunca. Ahora, más que nunca, necesito disciplina y rutina. Atacamos el plan B y haremos lo que se vaya pudiendo...

15 de julio
Cuánto me está enseñando este mes de julio. Una licenciatura acelerada sobre fortaleza (no hablo de la mía), sobre miedos, sobre la gente, sobre mí, sobre la familia, sobre nexos, sobre certidumbres inciertas, sobre la vida que se acaba, sobre lo poco que se prodiga la amistad. Sobre duras y maduras. Sobre quienes pensaba que iban a estar con el capote y desaparecieron ante el vendaval y el ruido. Reconfirmamos: las travesías del desierto, al menos yo, las hago casi, casi a solas. Contigo, eso sí.

22 de julio
Los parones en el ritmo normal de la vida son una excelente oportunidad para replantearse objetivos, métodos, conceptos, proyectos, caras y personas, maneras de interactuar con el mundo y con la gente. Un parón, por amargo que sea, es un rito de paso. Y los ritos de paso curten y enseñan como los mejores libros. De persona confiada y social a persona escéptica y descreida. Que es como decir "from rags to riches" pero al revés y en lo social #julio

14 de agosto
Até logo Lisboa! El #stageLisbon toca a su fin: un poco de relax y desconexión acompañados de 64k de entrenos run durísimos. De las ciudades que conozco esta es la más difícil y más dura para correr.

18 de agosto
Terminar la semana con 64 km de carrera. Sin ningún objetivo concreto -las planificaciones saltaron por los aires hace dos meses. Aun así, a veces es correr por placer. A veces, correr como si me fuera la vida (y otras vidas) en ello. Y, a veces, por qué no, correr como si me guardara un as en la manga, un último cartucho por lo que pudiera pasar -aunque lo más lógico y previsible a estas alturas es pensar que la temporada de triatlones 2013 terminó para mí en junio. Porque, tal y como están las cosas, pensar en hacer Cabo de Gata en octubre me parece una payasada más en mi lista, una frivolidad o, directamente, una temeridad. Lo mejor, o lo peor, de todo es que me da igual mi tritemporada interrupta. Lo único a lo que no renuncio es a este correr por correr. Sin prisas y con ellas. Con técnica desgarbada o con pretensiones de gacela. No sin mi buff. Subiendo y bajando colinas por Lisboa, enfilando el Tajo cuando ya no es río sino mar de paja azul y luz, contemplando las olas majestuosas del Atlántico, la fealdad del polígono Urtinsa y el remanso de pseudobelleza de Polvoranca. Da igual todo excepto correr y salvar vidas a golpe de kilómetros y zancadas. Da igual todo en este verano raro excepto comprobar, con cierta soberbia y mucho alivio, que me siguen importando las cifras y los tiempos y los kilometrajes del verano. Por eso me he aferrado a cada uno de esos 64 kilómetros como si la vida (y no sólo la mía, insisto) dependiera de ellos.

29 de agosto
15k post tormenta, con olor a tierra mojada y con Polvoranca queriendo decirme adiós. El Pirulí y los escasos rascacielos madrileños, a lo lejos. Hoy no se veía el perfil del Guadarrama ni La Maliciosa, esa montaña perfecta que ha sido testigo de todos mis veranos pero no de este, tan raro y difícil. Y llegará el sábado, y la A4, y los campos de seis provincias. Esta vez en las maletas llevaré pesadumbre, que es como una pena enorme que pesa varios quintales; y, además de la pesadumbre, ganas de reinventarme profesional y deportivamente. Para la pesadumbre no hay ayudas, para la reinvención admito ayudas e ideas.

6 de septiembre
Amanece. No es poco

8 de septiembre
13k run retomando amistad con el mar y la brisa, con 2 kg más que en junio. Tres hurras por la inexistente señalización y falta de desvíos para peatones y runners en la obra del paseo marítimo. Chapuzas!!

12 de septiembre
Aunque supongo que la decisión estaba más que tomada, hoy ya me atrevo a decirlo: este año no es factible ni posible ni realista ni oportuno hacer el tri de Cabo de Gata. Otras prioridades, otras historias. Y el resumen de sensaciones sobre el tri y tantas otras cosas este año es... GAME OVER - INSERT COIN. Por más que me miro en los bolsillos, no llevo ni una moneda

13 de septiembre
"Acuérdate de quién eres" -leo eso por ahí y caigo en la cuenta de que, en gran parte, esa es la clave. El problema no se resuelve del todo cuando uno es proclive a haber ido acumulando con entusiasmo identidades múltiples y fluidas. Pero bueno, ahí va la idea. Feliz viernes

13 de septiembre
Por fin una buena noticia!! Aprovechando la tesitura voy a ver si echo 12k de carrerita. A intentar acordarme de quien soy. Objetivo: deporte salud y bajar 2kg muy tontos

15 de septiembre
Tras 2 meses y medio sin nadar, hoy he nadado (algo) en la Cala del Cuervo y en el Playazo. Me complace anunciar que, aunque lo hago tan regular como antes, no se me ha olvidado nadar!! No es poco...

18 de septiembre
Hoy me he encontrado con un compi del tri. También en el dique seco. He oído este año tantas historias de lesiones físicas y mentales, de gente desmotivada y desmoronada, hecha pedazos, de altibajos y de trirresquemores como para escribir una novela gótica. Algo se estará haciendo mal cuando hemos convertido esto en una puritita montaña rusa incompatible con vidas ordinarias. Mis desánimos de los últimos meses tienen explicaciones extradeportivas -aun así, miro y remiro y veo poco más que negocio (¿con quién de nosotros no se ha hecho negocio en los últimos meses?) y unas exigencias compatibles sólo con vidas monocolores y marcianas. Aún así, soy un libro en blanco que sabe que lo bueno de esto es que siempre, si quieres, renaces y recomienzas. Aun así, para complicar las cosas, hoy he echado cuentas y he visto, otro salpicón de reality, que no llego ya al Maratón de Málaga. Siempre nos quedará 2014. Eso sí, independiente y muy muy descreído.

19 de septiembre
Queda definitivamente cerrada la temporada 2013. Acabo de inaugurar 2014 con 12k a ritmo de mar. Me acompañan Matt Fitzgerald y quienes queráis venir.

21 de septiembre
Siempre llegamos a donde se nos espera. Y Polvoranca parece que siempre está ahí, esperando: 14k run en ayunas, quemando michelín (eso espero). Ahora a pasar el día con mi madre.

22 de septiembre
Hoy ha tocado volver a por la magia de Polvoranca. 15k predesayuno tirando de michelín y persiguiendo no pensar mucho. Termino la semana en unos cutres 41k -hoy, pensando que me sorprende la gente que no corre. Sin duda, de lo que tengo entre manos y contemplo a mi alrededor, correr unos kms en ayunas es lo más fácil. Cuántas cosas difíciles en la vida -aunque, como me dijeron hace tiempo, las cosas que merecen la pena son difíciles. Y claro, la vida, para que merezca tanto la pena, no puede ser fácil. Consuelo o puritita realidad. Buen domingo!