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¿A por la cuarta vuelta? |
Ayer tocaba el olímpico de La Manga, un triatlón que se estrenaba y que tuvo algunos errores de organización que no me impidieron disfrutarlo -el retraso en la salida, la escasez de agua en algunos puntos críticos de la carrera a pie, el peligroso recorrido de la bici a cuatro vueltas, el calor excesivo se contrapusieron a mis buenas sensaciones y a la belleza de algunas perspectivas y vistas del recorrido. Y, afortunadamente para mí, ganaron sobradamente las sensaciones. Aunque la semana había sido ligera de entrenos, tenía mis dudas sobre las ganas de hacer un olímpico a estas alturas de año -con tanta competición acumulada ya me da un poco de
yuyu oír el despertador un domingo y darme cuenta de que suena para que me ponga en la línea de salida a esperar el bocinazo. De todos modos, después de pagar una inscripción y un hotel y después de meterse doscientos y no sé cuántos kilómetros entre pecho y espalda, las dudas hay que dejarlas aparcadas en cualquier rincón del alma o de la mente. Más cuando te das cuenta de que hay gente que se levanta a las 7 de la mañana para estar en La Manga apoyando y animando -es lo que tiene tener un club de fans tan fiel; al final uno, por no decepcionar, tiene que hacer de tripas corazón, enfundarse el neopreno, poner la mejor de las sonrisas y tirar para adelante. No importa que hubiera miles de medusas en el Mar Menor, no importa que la primera boya estuviera a una distancia que a un mal nadador como yo se le antojaba exageradamente lejana, no importa nada -después de todo, esto del triatlón es una neura totalmente voluntaria y, casi con seguridad, una de las que más vivo me hace sentir. Así que, visto como transcurrió todo, no cabe ninguna duda: merece la pena aguantar la espera, aguantar la presión
pre-bocina, otear la boya en la lejanía, calcular, concentrarse y tirar para adelante. Seguro: no hay manera más intensa de sentirse vivo que ir en un grupo de nadadores rodeados de decenas, cientos, miles de medusas (bonita estampa); no hay manera mejor de sentirse vivo que ver que hoy no vas solo en el agua y que puedes con 1500 metros sin problema; no hay mejor manera de sentirse vivo que tirar para boxes, hacer una transición lenta pero segura (como siempre, esos calcetines y esas zapas sin enganchar en los pedales, viva el espíritu popular); no hay mejor manera de sentirse vivo que optar por ir solo en bici porque los grupos con los que conecto van demasiado lento y los que me pasan demasiado rápido; ese sentirse entre dos aguas (el aprendiz de triatleta que no es malo del todo pero que nunca llegará a ser de los buenos) y ese notar que se consolidan las medias de 34 km/h incluso en los 40 kms de un olímpico; todo eso, insisto, te hace sentir vivo; y más vivo todavía cuando el programa se cumple a rajatabla y al bajarse de la bici uno se dedica a adelantar cadáveres y a hacer lo que sabe hacer medio bien (aunque corriera a 4'28'' engañado por la euforia y por el calor, pensando que iba a un ritmo de 4'10'').
Pues sí, está claro y ayer lo confirmé: esto se hace para sentirse vivo, para tener un
chute de euforia de los que duran dos o tres días. Y eso me produjo entrar en meta ayer en 2h27'56'', 79º de 177 llegados, 9º de mi categoría y con los siguientes parciales por sectores:
Natación: 32'44'' (puesto 132º, a 2'11'')
Bici: 1h10'27'' (puesto 119º, a 34 km/h en un recorrido de 38 km)
Carrera: 44'45'' (puesto 30º, a 4'28'')
2h27'56''.Un tiempo que no tiene nada de especial, un tiempo mediocre, pero que a mí me supo a gloria -por un lado, terminaba mi segundo olímpico en más de 8 minutos por debajo de mi estreno en esa distancia en julio pasado; por otro, por primera vez terminaba en el primer 45% de clasificados de un triatlón.
Cuánta tontería se puede escribir -sí, lo acepto, muchas de las cosas que estoy diciendo no tienen base deportiva ninguna, los triatlones no son comparables por sus recorridos y por mil circunstancias, incluso se podría interpretar mi
relativo avance en una clasificación como mero efecto rebote por la
excesiva popularización de los triatlones; pero a mí me da igual -me tomo el de ayer, el séptimo del año y mi segundo olímpico, como el
chute de endorfinas que necesitaba para afrontar la última parte de la preparación para Cabo de Gata. Así, mientras hay voces que casi reclaman pruebas de ADN para poderse inscribir en un triatlón y quitar de la circulación a los que presuntamente estorbamos, yo me quedo tan contento con mis modestos tiempos y resultados. Y que nos quiten lo bailao, amigos.
Esos tiempos ya no son tan modestos David.Muy bien
ResponderEliminarBueno, Paco. Ahí vamos. Tampoco hay mucho más que mejorar -la cosa es disfrutar
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