Lo que en principio me parecía una misión casi imposible ha resultado, al final, un poco más fácil de lo que esperaba. La cosa es que recogí mi flamante Trek el miércoles por la noche y me he pasado desde entonces dándole vueltas de cobarde al tema de estrenarla. Ayer, con la excusa de que mis zapas de correr me estaban echando de menos, me marqué 10k antes de comer que me apartaron el ciclismo de la cabeza.
Uno ha leído tantas historias míticas sobre caídas tontas con los pedales automáticos que, francamente, no me veía calzándome las zapas Sidi y tirando carretera 'alante'. Esta mañana he dejado el acojone en la parte más trasera y escondida de mi cerebro y me he decidido. Bueno, el resultado no ha sido malo del todo: he llegado hasta El Toyo, he comprobado el estado lamentable del asfalto, he hecho un total de 30k a una media de 24.7 km/h (con poniente a la vuelta y con mucha prudencia, que no se diga), me he soltado del pedal cada vez que iba a entrar en una rotonda, he conseguido todas las veces volver a enganchar el pedal casi sin mirar y he vuelto a casa por la avenida Cabo de Gata entre autobuses, coches y semáforos varios. Y, lo más importante: no me he caído. Cross fingers, cruzaré los dedos...
Las sensaciones de la bici de carretera son totalmente nuevas: nada que ver con la MTB, -sin dar ninguna caña y sin llevar viento en contra te pones a 30 y tantos km/h. Con el viento en contra te pones, sin esfuerzo, a la velocidad de crucero en MTB. En fin, no he descubierto América, con estos comentarios y reflexiones. Mañana, si calma este temporal de poniente, más.
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