El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

domingo, 29 de abril de 2012

Conjurando derrotas

¿Qué mejor manera de conjurar las derrotas que exhibirlas, no para escarnio público, sino para convertirlas en un acto de belleza y de homenaje a los que se decidieron por el camino de la épica y el coraje? Pues ahí tenéis la imagen, el aprendiz de triatleta batiéndose en retirada y a punto de entrar en sus peores 24 horas, en lo que a ánino deportivo se refiere, desde que decidió tirarse al monte del triatlón. El día después está pasando y, tras comerme la rabia a bordo de un rodaje a pie totalmente pirata y fuera de los entrenos del míster (12 kms a 4'09'' de promedio que para algo servirán, que todo suma), tras leer muchos comentarios de ánimo en Facebook y tras hablar las cosas y ponerles un nombre, estoy por fin remontando. 
Claramente, lo que más me duele de no haberme atrevido con el oleaje de ayer es precisamente el haber desperdiciado una oportunidad de oro para nadar con mala mar. En la vida me atreveré a salir yo, sin apoyo logístico, a nadar en Almería con un día de temporal de poniente. Por eso ayer era el día para añadir más ladrillos a mi pared de aprendizaje en el triatlón. Y ahora siento como si, en vez de haber puesto ladrillos, hubiera cogido una maza y me hubiera liado a golpes con el murete que tenía ya construido. Nadie dijo que esto fuera a ser fácil, el tan traído y llevado lugar común que poco añade al panorama.
Otra cosa que me molesta especialmente: el triatlón de Fuente Álamo es un triatlón bonito -con un recorrido de bici duro pero, paisajísticamente hablando, perfecto. Hay multitud de pruebas con circuitos semiurbanos a 5 vueltas en que la belleza de la prueba hay que buscarla, como mucho, en las rotondas de las avenidas semidesiertas que toca recorrer. Este triatlón tiene una magia especial y no me extraña que la gente quiera repetir, año tras año, y que en esta edición los dorsales se acabaran en 35 minutos. Así, vivir lo que yo he vivido es como entrar en un restaurante con cinco estrellas Michelin, después de conseguir por fin una reserva de mesa, ver el menú, pedir mil y una delicias y un mejor vino y, justo cuando el camarero te empieza a traer los platos, espetarle: mira, perdona, tráeme la cuenta porque he decidido ayunar hoy... Algo así es lo que me pasó ayer.
Dicho todo esto y para ir cerrando el tema, he decidido, de momento, seguir con esto. Darme más oportunidades, siendo consciente de que me queda mucho por aprender y por consolidar. Debo volver a poner los ladrillos del muro que se han caído y, para ello, tocan dos pruebas: el olímpico de Los Alcázares el 20 de mayo y el sprint de Marbella el siguiente domingo, el 27 de mayo. Se me va a hacer muy raro debutar forzosamente esta temporada con mi debut en distancia olímpica -para ello necesito entrenar mucho el coco y recuperar la confianza perdida. Pero así pintan las cosas, y no veo otra salida -hay quien me ha recomendado venganza en mi próxima prueba -desgraciadamente, tendré que ir con mucha cautela y con mucho respeto. Hoy nos despedimos aquí: no se hable más del tema -Fuente Álamo quedó atrás.
Habrá que seguir adelante

Decepcionado conmigo mismo: arruinando el comienzo de temporada en Fuente Álamo

Se me hace raro escribir esta no-crónica; sobre todo porque, por primera vez en mi vida deportiva, he abandonado en una competición. Se me hace raro también escribirla tan pronto, pero creo que la escritura tiene un tanto de terapia y, después de publicar esta entrada, todo me quedará más claro.
Empezando por el principio, el triatlón es un deporte donde la natación en aguas abiertas juega un papel básico -el principio de toda prueba que se precie, exceptuando unos cuantos triatlones en ríos, lagos, canales o piscinas, se desarrolla en el mar y está expuesto a las consiguientes complicaciones meteorológicas. Y, claro, lo que tenía que pasar alguna vez, llegó hoy: justo al comienzo de mi segunda temporada de triatlones y en uno de esos triatlones míticos por donde todo pata negra debe pasar. Fuente Álamo, el triatlón de los triatletas, se celebraba hoy y aquí el aprendiz de triatleta llevaba tiempo con él en el calendario, en el tuétano y en el cerebelo, y, claro, también en los entrenamientos. Pero volviendo a lo que tenía que pasar alguna vez, aquí estamos: yo, aprendiz de triatleta, el viento y un oleaje mediterráneo que, para mis aprensiones y temores, se había concentrado en el litoral de Mazarrón. El caso es que desde que desembarcamos en Mazarrón no vi la cosa clara: fresco excesivo, lluvia primaveral, viento y, como acabo de decir, un oleaje que no me inspiraba ninguna confianza. El desenlace os lo podéis imaginar: no lo veo, no lo veo, no lo veo claro -eso es lo que me he dicho una y otra vez antes del bocinazo de salida de los grupos de edad. Y tan poco claro lo he visto que, tras 30 metros de hacer como que me enfrentaba al temporal, he metido marcha atrás y con mi grácil estilo de braza me he vuelto para la playa. Así, como quien no quiere la cosa.
La decepción conmigo mismo, la rabia, el no saber qué pensar ni de mí mismo ni del triatlón se han apoderado de mi cabeza:  yo, tan racional, tan pensador, tan dispuesto a dar consejos sobre cómo enfrentarse a un primer triatlón o incluso a un oleaje como el que me ha arruinado el estreno de la temporada; yo, tan volcado en aprender para progresar como triatleta, tan volcado en sacar enseñanzas positivas de todas mis andanzas deportivas, yo, ahora mismo, soy incapaz de rescatar algo que entre dentro de  lo positivo. De sacar algo, de aprender algo de lo de hoy, saco lo siguiente: he conocido un lado mío que no conocía y que no me gusta (el cobarde, el pusilánime, el poco animoso, el incapaz de tener fuerza mental suficiente para enfrentarse a unos minutos engorrosos con los que la mayoría ha podido). Y, por supuesto, me he venido de Fuente Álamo con muchas, muchas dudas: ¿tengo madera para esto? A estas alturas de la noche me inclino a pensar que quizás debería invertir mis energías en otra cosa (en la carrera, como antes), pero no en el triatlón.
En fin: por salvar algo del día, rescataré el estupendo día que hemos echado en buena compañía Alicia, Francisco, Ramón, Pepe, Simón y yo. Buen ambiente y mucha ilusión puesta en el asador. Buena gente. Y, además de eso, siguiendo con el rescate, me quedo con la cara de satisfacción de Ramón tras lograr completar su primer tri, con los ánimos del increíble Pepe (gracias, si no es por ti ni tan siquiera me tiro al agua) y por verlo disfrutar en competición tras meses de arrastrar una lesión.
Aquí nos quedamos esta noche: tocados, muy tocados, y con muchas dudas sobre cómo seguirá todo esto.

miércoles, 25 de abril de 2012

Deporte reflexivo: afinando la cabeza para Fuente Álamo

Dentro de los distintos enfoques personales que voy conociendo en esto de la práctica deportiva,  me inclino sin duda por el enfoque reflexivo. Será que en los años de trabajo en formación del profesorado tuve la suerte de conocer la corriente de  práctica reflexiva que tanto me influyó: ya sabéis, análisis, detección de necesidades, plan de acción, ejecución y evaluación... Y vuelta a empezar, claro está. Puede que sea también porque soy de letras y no de ciencias; porque he estudiado Antropología; porque me gusta darle vueltas a las cosas. Ni idea. El caso es que me incluyo entre ese colectivo de deportistas que, además de hacer deporte, usan su tiempo de actividad física no sólo para disfrutar del entorno y de las sensaciones (eso sería más que nada enfoque místico) sino para pensar. Sí, eso que a veces no hacemos con mucha frecuencia por falta de tiempo. Creo que los entrenamientos (las competiciones, a veces) nos dan una oportunidad increíble para estar con nosotros mismos y para concebir y madurar ideas domésticas, personales, profesionales...
Pero el enfoque reflexivo va mucho más allá: aunque desde enero me lleva los entrenos el míster, David Martínez, no he dejado de concebir la actividad física y mi acercamiento al triatlón como un proceso de análisis, autoconocimiento y  mejora personal en que mis reflexiones y calentamientos de cascos son una parte integral y básica de esos entrenamientos. Vale, cada semana tengo los entrenamientos en el correo, pero no por ello dejo de hacerme las preguntas de antes e intento buscar las respuestas o la inspiración para empezar a contestarlas en mi cabeza, en lecturas, en internet, en otros blogs o en lo que veo por ahí. Preguntas del estilo de ¿hasta dónde podré llegar? ¿para qué hago esto? ¿cuánto durará mi camino hacia mi primer Ironman? ¿por qué es tan puñeteramente complicado mejorar en el agua? ¿hasta qué edad estaré compitiendo? ¿a qué edad se dejan de mejorar tiempos? son clásicos en mi cabeza reflexiva. En cuanto a las respuestas, poco a poco las piezas van encontrándose unas a otras -hoy la inspiración ha llegado, mientras estiraba, de un señor de 79 años que vive en mi barrio y que corre. Me ha contado que corrió los 10 kms del Puerto y que los disfrutó mucho. También me ha contado que sigue con ese puntito de pundonor en que le molesta que no en todas las carreras haya categoría específica para su edad por lo que se ve en el saco de los veteranos sin más. Da gusto ver que a los 79 años todavía importa competir. ¿Más inspiración similar? La de María, mi compañera del Club Bahía: una señora de 84 años que nada casi todas las tardes con más ilusión que yo...
Bueno, perdonen ustedes toda la literatura -después de la semana pasada (semana de carga que terminé con 9h30' de entrenos que culminaron en una transición bici+carrera divertidísima porque se me olvidó quitarme el casco y corrí 6 kms con él puesto, yo y mis despistes), esta ha tocado de compensacion precompetición; y las semanas tranquilas tienen eso -activamos el modo reflexión. Lo de precompetición es porque el sábado se abre mi segunda temporada de triatlones -Fuente Álamo (el triatlón de los triatletas, vaya tela) me espera. ¿Objetivo? Supongo que inaugurar mi segunda temporada tri y disfrutar. Si además hago un tiempo decente (que no tengo idea cuál puede ser en ese triatlón), mejor.
Aquí nos quedamos hoy. Compensando y reflexionando.
There we go!

miércoles, 18 de abril de 2012

I Ultrasport Experience: la crónica de un fin de semana de lujo

Un grupo de afortunados
Todavía estoy dándole vueltas a la cabeza a la preguntita: ¿qué pintaba yo entre tanto crack, entre tanto bloggero de éxito, tanto twittero, tanto ironman? La respuesta no es fácil de encontrar, así que, como tantas veces, tiro por la calle del medio y llego a una solución rápida: que me quiten lo bailao... El caso es que, como ya sabéis, el fin de semana pasado estuve en las jornadas estas organizadas por Bioiberica -el objetivo era difundir sus productos entre quince deportistas amateur aficionados también a las redes sociales. Si no he escrito la crónica antes es porque allí pasaron muchas cosas interesantes y me es difícil priorizar... La verdad es que la gente de Saatchi&Saatchi y de Bioiberica se portaron estupendamente con nosotros: es grato constatar que a algunas empresas les importamos como deportistas populares y como personas. Es grato constatar que una empresa y sus profesionales te miman por lo que haces en el deporte, aunque sea poco; por los entrenos, por las crónicas, por las competiciones, por los objetivos. En la misma línea de tratarnos bien, nos obsequiaron con un pack de productos de salud articular y salud inmunológica. Leyendo uno de los folletos de la casa, me he dado cuenta de que las molestias del glúteo que tengo últimamente pueden ser una tendinopatía del glúteo medio: desde ayer he empezado a probar tanto Tendoactive como Artroactive -ya os contaré qué tal. Deportivamente, destaco la sesión de trail-running por el parque de Sant Llorenç del Munt en la mañana del domingo: una ruta dirigida por Lluis Capdevila, un crack del multideporte que ahora trabaja en el CAR. El paisaje y las tres horas y media de cardio me hicieron alegrarme de no haberme llevado la bici; además, me hubiera costado lo indecible seguir el ritmo de la salida que dirigió Ajram. ¿Más cosas deportivas? Sin duda, la visita al CAR de Sant Cugat, las conferencias sobre temas interesantes (nutrición, prevención, pruebas de esfuerzo) y, la tarde del sábado, un brevísimo entrenamiento de carrera por la falda norte de Collserola, bajo una lluvia graciosa  y con un pedazo de arcoiris que, a mí me dio por pensar, salió para desearnos suerte a todos los que allí estábamos. Suerte en nuestros objetivos, en nuestros planes de entrenamiento, en nuestras movidas deportivas -objetivos, planes, movidas varias. Más que varias, variadísimas: allí estábamos 14 deportistas de trayectorias y edades variadas, con estilos y personalidades variadas y con enfoques sobre la actividad física también variados. La mayoría realizando actividad física a alto nivel amateur pero con matices muy distintos: desde la gente que está conectada con sponsors y están casi profesionalizados tanto en esto del deporte como en la cuestión de las redes sociales hasta el novatillo pipiolo que sigue utilizando su blog para poetizar sobre la actividad física como proceso de mejora personal y experiencia estética y piensa que terminar un tri olímpico por primera vez es una experiencia reseñable (ese soy yo, juas juas). En cualquier caso, volví a constatar algo sobre lo que he reflexionado mucho en los últimos meses: a veces pecamos de idealizar a los deportistas y pensamos que  somos gente más guay que el resto y que, por el mero hecho de compartir ciertas cosas (unas gafas, un casco, unas zapas, por ejemplo), ya vamos a ser todos amigos del alma dentro de un colectivo homogéneo. La realidad es muy diferente: en el deporte somos iguales en algunas cosas, pero tan diferentes en la mayoría que  me parece peligroso identificarse de manera ciega con todo el mundo que comparte esas gafas, ese sillín o esas zapas. Hay muchas más cosas fuera y dentro de nuestras vidas deportivas que, afortunadamente, nos hacen muy diferentes entre nosotros; y está bien pensarlo y repensarlo para decirse en voz alta que hay actitudes y poses que no tienen nada que ver con nosotros mismos. ¿Triatloneando? Sí, por supuesto; pero con mis perspectivas, mi propia visión del mundo y del deporte a cuestas.

miércoles, 11 de abril de 2012

I Ultrasport Experience: hacia la mejora del rendimiento -camino al CAR de Sant Cugat


Mantener un blog deportivo-intimista tiene muchas ventajas: uno va documentando su evolución, su mejora, sus baches y sus entusiasmos por esto de la actividad física y, a veces, por otros temas. Otra gran ventaja: entrar en contacto con otra gente que hace, más o menos, lo mismo que uno,  y que atraviesa, ha atravesado ya, o quiere atravesar por andurriales similares. El caso es que, por mantener este blog, he tenido la gran suerte de ser seleccionado para participar en la I Ultrasport Experience, unas jornadas que tendrán lugar en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat y a las que hemos sido invitados quince triatletas y divulgadores del deporte. Las jornadas han sido organizadas por los laboratorios Bioibérica y contarán con expertos en nutrición y en medicina deportiva y, tachán tachán, con Josef Ajram y Lluis Capdevila para dirigir los entrenamientos que hagamos. El sábado por la tarde tenemos un entrenamiento de running con Ajram y, en la mañana del domingo, me tocará correr por montaña con Capdevila, campeón del mundo en deportes de aventura. Una pena que no me pueda apuntar a la sesión de bici con Ajram el domingo pero facturar la Trek me parecía un lío... Una pena también no poder estar en los 10k del Puerto de Almería, una carrera rapidísima que me gusta mucho, pero esta experiencia valdrá la pena (y carreras, hay tantas...) La verdad es que tengo muchísima curiosidad y ganas de que llegue el sábado -por si vosotros tenéis la misma curiosidad, aquí os dejo el programa de las jornadas para ir abriendo boca:

Sábado, 14 de abril
9.00 - 12.00 h - Traslados y llegada al CAR
12.00 - 13.30 h - Visitas a las instalaciones del CAR
13.30 - 15.00 h - Comida en el CAR
15.00 - 17.30 h - Inicio I UltraSport Experience: hacia la mejora del rendimiento
  • Dra. Vicky Pons, CAR de Sant Cugat
  • Dr. Daniel Martínez, I+D Nutrición Humana Bioiberica
  • Sr. Josef Ajram, Ultradeportista
17.30 - 18.00 h - Descanso
18.00 - 19.00 h - Interpretación de las pruebas de esfuerzo:
  • Dr. Joan Riera, Laboratorio de Fisiología del CAR de Sant Cugat
19.00 - 20.00 h Entreno (sesión running)
  •  Con Josef Ajram
22.00 h - Cena en el Restaurante “Casa Blava” de Sant Cugat

Domingo, 15 de abril
8.30 - 9.00 h - Desayuno en el Hotel Adagio de Sant Cugat
9.00 - 13.00 h - Entreno Artroactive outdoor
  • Con Josef Ajram (sesión bike) y el Bi-campeón del Mundo de Deportes de Aventura Lluís Capdevila (sesión running)
13.00 - 14.30 h Comida y despedida en el CAR. Desplazamientos a lugar de origen

martes, 10 de abril de 2012

Una semana regenerativa

El reloj-cronómetro que falta en la pisci de Los Cantos

Después de la tempestad, llegó la calma. Después de la Media de Madrid, mi entrenador dijo: "hágase la semana regenerativa". Y la semana regenerativa se hizo. Aprovechando mis identidades múltiples, tocaba estar en Madrid: yo, aprendiz de triatleta; yo, aprendiz de huérfano; yo, aprendiz de hijo ejemplar que da cariño a su madre; yo, el eterno aprendiz de nadador que no progresa; yo, de vuelta en Alcorcón, en plenas raíces, pasando la Semana Santa y regenerando músculos y articulaciones, que, sinceramente, habían quedado un poco resentidas en la Media. En fin: una semana tranquila en lo deportivo, un punto borrascosa en lo emocional y en lo climático. Como el trainer me puso tan sólo tres días de piscina y uno solo de carrera, aquí el menda le hizo caso y no salí a correr por Polvoranca ni un solo día. Realmente la reconversión hacia el triatlón está hacieno mella en mis fueros runners más profundos: imaginaos, no salir a correr por mi parque Polvoranca, el que me ha visto crecer como deportista y el que me ha fortalecido las piernas a base de ligeros toboganes. Pues eso, que tocaba pasar sin pena ni gloria por esta semana: al final, me saqué de la manga un entreno más de agua, aprovechando las buenas vibraciones que me da la piscina de Los Cantos (una antigua piscina de barrio reconvertida en complejo deportivo high-tech y en spa suburbano -eso sí, ya podrían haber puesto un reloj de natación al hacer la reforma). Por completar la entrada un poquito y que no se queden los lectores con la intriga, detallaré las cuatro sesiones, 7700 metros en total con sensaciones encontradas: el lunes, 1500 metros variados en plan soltar piernas; el miércoles, 2000 metros con series variadas a unos tiempos ridículos (400m en 8'30; 100m entre 1'54'' y 2'11''; 200m a 4'32'', y 50m entre 54'' y 1'); el viernes, 2500m, incluyendo más pseudoseries (5x 400 entre 8'47'' y 9'35''); y el sábado, 1700m piratas variados por aquello de despedirme de los delfines de la piscina. Quienes leáis esto diréis que cómo soy capaz de escribir la palabra series para referirme a esos tiempos. Quién dijo miedo, ¿no? Lo de las sensaciones encontradas está, obviamente, relacionado con esos malos tiempos y, por otra parte, con el ligero descenso de número de brazadas y mejores sensaciones que estoy, poco a poco, experimentando. La vida del aprendiz de triatleta es dura, sin duda. Y si no se nada bien, mucho más dura -oigo replicar al coro... Bueno, para terminar la semana, viaje desde Madrid y regreso, ayer por la tarde, a un Paseo Marítimo repleto de gente y de obstáculos variados, humanos y animales: 10k a 4'38'' que me supieron a gloria. Sería por lo de la Semana Santa.

lunes, 2 de abril de 2012

XII Medio Maratón Villa de Madrid: corriendo por los Madriles

12º C y en mi ciudad. Correr una media maratón por Madrid con un día espléndido de primavera y con ánimo de disfrutar (como dice mi entrenador, de eso se trata, de disfrutar): ese era el plan para la mañana de ayer domingo. Y eso era lo que intenté decirme una y otra vez para justificar el tremendo madrugón: el reloj sonaba a las 6.35 de la mañana y, a partir de ahí, todo funcionaría más o menos dentro del guión de las ceremonias-carreras previas... Con algunos cambios, eso sí: por ejemplo, los casi 20.000 corredores que nos dimos cita en el Retiro para correr la media y la carrera paralela de 5 kms. O el grupo de cinco valientes que nos juntábamos ayer en la estación de Atocha para aterrizar en el Retiro, cada uno con nuestras aspiraciones y objetivos propios: mi cuñada Flor, la amiga Lola (que iba a correr su primera media), José Andrés del No Name Team, Simón y yo. El guión siguió en una carrera que destaca por dos cosas: su extraordinaria organización a cargo de la AD Marathon (un club de atletismo de toda la vida en Madrid) y por su exigente recorrido de toboganes rompepiernas.
Por mi tiempo acreditado y, supongo, por mi participación previa en la misma carrera, me había tocado el dorsal 338, que me permitía estar en el segundo cajón de salida, en una posición privilegiada que, desde las 9 y poco, me permitió ver desde muy cerca el arco de salida y los preparativos y calentamientos de los corredores de élite. La escasa media hora que paso detrás de la valla del cajón se me hace corta, y lo que siguió después es previsible: pistoletazo de salida y, en un ambiente extraordinario, al compás de decenas de runners a un ritmo de 3 y pico por kilómetro, comienzo de mi enésima media maratón. Salimos del Retiro y voy con el globo de 1h20' -espejismo que me dura unos cuantos minutos en que me recuerdo que, aunque voy estupendamente de piernas, he venido a disfrutar y, sobre todo, que me va ser imposible aguantar tal tralla durante mucho recorrido. Efectivamente, el globo se me va y me centro en disfrutar a mi manera el recorrido. Estoy en mi Madrid y, cosa rara en mí, no hablo con nadie durante la carrera (bueno, con casi nadie; reconozco que me es imposible no hablar en una carrera). Así, esta carrera es especial porque más que hablar con otros runners, hablo con la ciudad, con los recuerdos de las calles y barrios que atravieso, con las personas que están o ya no están (y sigo queriendo igual), con mis fantasmas particulares y variados. Esta conversación interna me ayuda a mantener el ritmo desde el mismo pistoletazo: porque salgo del parque en que jugué de pequeño, en el que seguramente di alguno de mis primeros pasos, atravieso por calles no muy lejanas al edificio donde viví hasta los 3 años, por donde mi padre cogía el autobús para ir a trabajar. Así, con tanto diálogo interno, me instalo en un ritmo de 4'04'' por kilómetro; van cayendo calles: hemos dejado atrás Príncipe de Vergara, Diego de León, atravesamos la Castellana, cruzamos Almagro hacia Santa Engracia y alguien dice, esto empieza aquí. Efectivamente, el kilómetro 4 y Santa Engracia marcan el inicio de una larga subida de 5 kilómetros hasta Plaza Castilla -Madrid es así, una ciudad aparentemente llana; una ciudad que engaña, compuesta de una tremenda sucesión de toboganes, falsos llanos, subidas y bajadas que resultan en un perfecto ataque a la integridad muscular de las piernas más aguerridas. Pasamos a los bomberos de Santa Engracia: como siempre animando a golpe de sirenas que anuncian que estamos a punto de entrar en Cuatro Caminos y enfilar Bravo Murillo. Y para afrontar con ritmo esta continuación de repechillos en falso llano, me veo a mí mismo de niño y adolescente subir esta misma calle en el autobús 125, de camino a casa de mis tíos. El tiempo ha pasado pero la calle sigue, más o menos, igual. Lo que no sigue del todo igual es Plaza Castilla, que ha adquirido un perfil de rascacielos y una ordenación urbana que hacen que sea ahí donde Madrid más juega a ser una ciudad norteamericana. Pasar por medio de la plaza, con las torres KIO y los rascacielos de la antigua ciudad deportiva del Madrid al fondo, es uno de los momentos más estimulantes del recorrido: después de todo, hemos alcanzado la cota máxima y ya cada uno debe saber, más o menos, a lo que puede o debe aspirar. Yo, enfilando Mateo Inurria y abordando unos kilómetros de desnivel más favorable y de bajadas traicioneras, compruebo que, en los kilómetros 9 y 10 sigo con lo mío: 4'04'' por kilómetro. Llegamos a la mitad de la carrera: avituallamiento, control de chip y una animadora que dice “vamos, que no os queda nada”. Qué optimismo, pienso y digo en voz alta: nos queda, ni más ni menos, la mitad, me contesta otro corredor. Príncipe de Vergara y colonia del Viso: por aquí, Madrid juega a ser ciudad de ricos y de chalecitos tranquilos. La recta de Serrano, gran cuesta abajo y recuerdos de la San Silvestre: Madrid sigue jugando a ser una ciudad de privilegios. Lo bueno es que vamos cuesta abajo con algún falso llano hasta el kilómetro 13. Yo sigo con mi ritmo de 4'04'', como un reloj (parece mentira cómo la fisiología es capaz de memorizar los ritmos de paso), y no me dejo intimidar por el giro hacia Diego de León: tremenda cuesta arriba que me hace preguntarme si seré capaz de seguir con lo mío. Si he tenido espejismos en el recorrido, si he llegado a plantearme el llegar a arriesgar para hacer marcaza en Madrid, ahora me doy cuenta de que tampoco voy tan sobrado: echo en falta los rodajes largos regulares de otras épocas; ahora la reconversión hacia el triatlón me deja correr mucho menos de lo que corría, así que... En estas estamos cuando, casi sin darnos cuenta, estamos otra vez en Príncipe de Vergara y llegamos al Retiro: falta la guinda del pastel, una vuelta completa al parque. Menéndez Pelayo, gran animación de público y un Madrid que, esta vez, intenta jugar a ser una ciudad ordenada y medio parisina -más recuerdos familiares, más historias mías y bajada brutal hacia Mariano de Cavia. Punto más bajo del recorrido y preparación mental para lo peor: todo lo que baja, sube. Y ahora hay que subir, giro en Atocha hacia Alfonso XII: grandísimo repecho situado en un punto crítico del recorrido. Nos encaminamos hacia el kilómetro 19 y a mí me pasa el globo de 1h25' con una decisión y un ritmo que a mí me faltan. Pelillos a la mar, centrémonos en lo monumental del recorrido: Casón del Buen Retiro, viviendas señoriales, Puerta de Alcalá y un kilómetro 20 que se hace de rogar. Vuelta completa al Retiro y entrada en el Paseo de Coches: ilusiones ópticas multiplicadas por cinco o seis. Son esos, por lo menos, los arcos que hay que atravesar antes de llegar al km 21 y antes de divisar, con mucho alivio, el arco de meta con su reloj correspondiente. Ya está, entro en meta: 1h25'49'' tiempo oficial, puesto 426º de 13733 llegados y 201º de mi categoría, promedio de 4'04'' por kilómetro. No ha estado mal, nada mal: como se me ve en la cara, he disfrutado y he tenido una buena conversación con mi ciudad y conmigo mismo.  
Naturalmente, los restantes miembros de la expedición terminaron también -mi enhorabuena a todos, a mi cuñada por su esfuerzo titánico por terminar la carrera; a Lola, por completar su primera media; a Jose, por disfrutar tanto de correr en Madrid y por su buen tiempo; a Simón, por hacerle frente con mucho ánimo y muchas ganas a los míticos toboganes de la capital... Aquí nos quedamos hoy: perdonen ustedes el ladrillazo, pero las medias maratones es lo que tienen.