Julio está siendo un mes raro en muchos aspectos. Cuidar de dos padres octogenarios y reflexionar a diario sobre la naturaleza de la vida, sobre lo que somos al hacernos mayores y sobre el paso del tiempo están condicionando sobremanera mis semivacaciones. Y claro, al final, acabo preguntándome si realmente triatlonear y tener una vida paralela de ratos de entrenamiento, de ilusiones y de planes triatléticos tiene realmente sentido. Pero claro, al final, como siempre, acabo concluyendo que sí: menos mal que se inventó el deporte -menos mal que cada uno tiene sus vías de escape. Si no, nada sería posible. Nada sería soportable.
Por eso, este mes estoy metiendo horas de entrenamiento un tanto sin ton ni son. He vuelto a descubrir y a utilizar el entrenamiento como eso, como una vía de escape y de higiene mental -por todo esto, los entrenamientos que hago no tienen demasiado sentido. No es que sea yo muy dado a la planificación en los entrenamientos: sí, me sé cierta teoría; sí, he intentando ceñirme a planes y a ciclos de 3 semanas carga-1 semana carga cuando me he preparado maratones o medias maratones. Sí, soy consciente de que la planificación es la base para el progreso en este negocio. Sí. Pero desde luego, desde que triatloneo más en serio me es difícil planificar: intento seguir metiendo muchas horas de carrera a pie e intento progresar en el agua a través de muchas horas de piscina. Así, sin ton ni son. Y, además, como están las cosas este mes de julio, la bicicleta casi ni tocarla (no tengo la cabeza con la claridad necesaria para la carretera), y la carrera a pie y el agua en esa misma línea, sin ton ni son, en plan meter horas por meter y, más que nada, por conservar la salud mental. Así las cosas, la semana pasada me salieron 8 horas 56 minutos de entrenos en diez sesiones:
Run: 5 sesiones para 51 kms
Swim: 4 sesiones para 8800 metros
Bike: 1 sesion para 29 kms
Y no digo que no haya una lógica detrás de todos esos metros y kilómetros, probablemente la hay (la sesión de casi 15 kms de cuestas y toboganes del domingo pasado tiene que tener una lógica y algún efecto positivo, si no, apaga y vámonos); pero no puedo engañar a nadie: ni ciclos, ni semanas de carga ni de descarga, ni planificación. Simplemente, horas que me han sacado de la tristeza que me produce contemplar los estragos del paso del tiempo, horas que me han hecho disfrutar porque sí.
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