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Verano son pinares |
Tengo tantas cosas que contar y le doy tantas vueltas a la cabeza que esta entrada, sin más remedio, va a salir en tono chapucero. Ganas me dan de poner un video de
Valiente de los Vetusta Morla y quedarme tan pancho, dando a entender que, a veces (sólo a veces), me considero un valiente, un atrevido, por hacer y entrenar triatlón. Pero como la mayoría de las veces ese sentimiento de valentía y atrevimiento se queda diluido entre otras tantas reflexiones y como, además, veo a mucha gente conocida mucho más valiente que yo, pues al final como que se me quitan las ganas de canciones... Como no es plan dejar esta entrada en vía muerta, tiraré por derroteros más objetivos, que siempre son más rentables que los subjetivos -así que, al grano: llevo una semana de vacaciones en San Rafael; llevo también una semana con entrenos nuevos, con nuevas rutinas y con recorridos nuevos. Para mí, que he pasado la mayor parte de mis veranos en la sierra de Guadarrama desde que tenía tres años, los pinos y el monte son una ceremonia anual de oxigenación -este año todo es, sin embargo, menos sencillo: para empezar, ya no está mi padre; mi madre está ciertamente abatida por la ausencia; y, además, San Rafael no es exactamente territorio conocido para mí. Aun así, los entrenamientos de esta semana me han supuesto una dosis extra de oxigenación: 11h30' de
swim-bike-run, sin contar dos sesiones de fuerza, estiramientos y paseos por el monte
. Hacía tiempo que no metía tantas horas de entreno, tantos kilómetros de bici y unas sesiones de natación tan garbosas. Podría contaros muchas más cosas: cuestas, muchas cuestas, una carretera comarcal (la SG-500) de sobriedad castellana y de desniveles entretenidos, una sesión de natación en la que ayer hice mi mejor tiempo de 1000m (19'04'', con neopreno), otra piscina cubierta más. Lo que aglutina a todo eso que podría contaros es que esta semana ha sido el principio de la preparación en serio para mi primer medio
ironman. Y, enlazando un poco con el tema inicial de la
valentía, contaros que en estos entrenos, solitarios como pocos, he dado vueltas y más vueltas a la lavadora (las normales y unas cuantas
extra, a cuenta del reencuentro con mi madre y a cuenta de las ausencias y de los
efectos del tiempo en las costuras) -y he concluido que, para ser triatleta o incluso aprendiz de ello, quizás no hay que ser sólo valiente sino que hay que tener una fuerza de voluntad espartana e inquebrantable. A bordo de la bici, de las zapas o poniéndome las Zoggs me he sorprendido varias veces esta semana, no sé si todas gratamente, pensando:
lo que me tiene que gustar esto para seguir p'alante en medio de tanto efecto colateral de la vida. Filosófico y contento de haber roto el hielo en las crónicas de vacaciones, cierro por hoy. Faltan cosas por contar pero todo a su tiempo.
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