El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

lunes, 16 de julio de 2012

XXII Triatlón Canal de Castilla -otra vuelta de tuerca entre girasoles

Pose tonta para la ocasión -vueltas de tuerca
Ayer tocaba mi octavo triatlón y  mi estreno en distancia olímpica -tanto tiempo mareando la perdiz y buscando un olímpico (recordaréis la suspensión de Los Alcázares en el mes de mayo) para luego resolver la cuestión en nada más que 2h36'34''. Vamos, que apenas tuve tiempo de saborearlo. Espero que sepáis apreciar mi ironía. El caso es que este nuevo reto del aprendiz de triatleta se planteaba como una incógnita y como una especie de prueba y llave que me abriera la mano, oficialmente, a distancias mayores. Porque, claro, ¿de qué sirve estar inscrito en un medio ironman y entrenar para ello si hasta ahora no he salido de la comodidad de los sprints? Con eso en la cabeza (y algo de materia gris, claro está) me planté el sábado en Medina de Rioseco -algo de ambiente tri en el hotel, mucho ambiente de cerveceo por el pueblo y algo de nervios en mi interior. Repitiéndome todo tipo de mantras, me armé de valor para tomarme una cerveza y para cenar en plan aquí no pasa nada. Incluso me tomé un gran postre de esos que no digieres hasta 36 horas después, muy mala elección para mi estreno. En fin, yo y mis cosas.
Por la mañana me levanté prontito, desayuné mis propios copos de avena y mis cereales biológicos con un plátano en el bar del hotel (integrismo nutricional, se llama esto) y fui a recoger el dorsal. A las 8.15 de la mañana hacía un frío que te quitaba las tonterías y las dudas, así que, sin mucha ceremonia me vuelvo para el hotel, donde otro participante me da a probar una bebida isotónica con hidratos con la que me arriesgo a llenar el bidón. Como quiero seguir cometiendo imprudencias, disuelvo el polvo del isotónico y le añado dos geles. Como esto salga bien, voy camino del podio. Como salga mal, me veo vomitando por las cunetas de la provincia de Valladolid... Dudas, nervios, más dudas, vamos hombre que estás aquí porque quieres, y tiramos, mi Trek, mi bolsa de tri-aperos y yo, para boxes. El ritual no os lo describo porque es la misma historia de siempre, esta vez estoy solo y no hay nadie haciéndome fotos y nadie a quien le pueda poner la cabeza como un tambor. Una pena que Fran, mi compi del Tri Almería, tarde tanto en llegar y apenas podamos hablar (por cierto, le doy la enhorabuena por su magnífica posición: 5º de la general en el sprint, maquinón). El caso es que, sin mucha más historia, me veo con el neopreno puesto -calentamiento en las aguas turbias del canal, cámara de llamadas, salida del sprint popular y, por fin, me atrevo a decir en voz alta qué nervios al lado de una chica que está ostensiblemente nerviosa y es consolada por amistades y parentela varia. Le digo ¿es también tu primer olímpico? Y me dicen ella y sus acompañantes, qué va si ha hecho hasta medio ironman. Buena prueba de que los nervios nos acompañan a muchos de nosotros en casi todas las carreras y eventos donde vamos... En fin, toca tirarse al agua y empezamos el peculiar rito del triatlón del Canal de Castilla, nos tienen en el agua como 15 minutos hasta que el juez está perfectamente satisfecho con nuestra posición por detrás de la primera boya. Algo similar pasó el año pasado y encima sin neopreno, así que este año lo llevo con más dignidad y menos tiritona. Lo que sigue es lo de siempre: el juez, que con toda ceremonia recita la frase mágica, esta vez entera y sin recortes, triatletas quedáis a las órdenes del juez de salida, el bocinazo y... a nadar. Agua turbia de la que no te permite ver si vas con alguien o tú solo -afortunadamente me instalo en el grupo de cola con unos cuantos compis majetes con los que no paro de intercambiarme empujones, de pies, de brazos, de costado. Vuelta entera a la dársena. Segunda vuelta y nos adentramos en el canal por un recorrido de boyas en las que no aparece ni se distingue la última, la amarilla -estoy empezando a pensar que desembocaremos en el Cantábrico cuando, por fin, aparece algo amarillo, giro, canal abajo, dársena. Sigue el grupete compacto de los empujones -me pego a la pared del canal para poder salir por las escalerillas lo antes posible. Tanto me pego que me raspo una mano. Por fin escalerillas y rumbo a T1. No salgo con globazo pero sí con cierto mareo. Nada comparado con otras veces, así que decido ir con rapidez para la bici tirándome de la cremallera del neopreno. Algo pasa: momento atasco señorita-Escarlata en toda regla. La cremallera del neopreno se ha atascado con la del mono y la cosa no baja ni para atrás. Ni para atrás, ni para adelante, ni para arriba ni para abajo. Por fin, de un super tirón baja todo y consigo empezar a quitarme el neopreno ahí justo delante de la bici, que me mira con los cuernos levantados como diciéndome qué pardillo que eres, chaval. Para cuando salgo de T1 y me monto en la bici ha salido prácticamente todo el mundo, creo que faltan dos o tres. Comienza la bici y me dispongo a disfrutar un extraordinario paisaje de girasoles y de campos castellanos: se trata de disfrutar, sin más remedio, porque me toca hacer los 40 kms más solo que la una -enfrentado al viento en un sentido y decidido a dar un poquito de caña en el otro. Voy subiendo velocidad media, voy dando pequeños tragos al mejunje que me he preparado, voy quitándome los mocos como puedo, voy recordando que quizás lo más duro del triatlón es la bici, voy pensando y repensando, voy mirando girasoles, voy dándole vueltas a la cabeza para intentar quitarme la tremenda idea de que tengo que correr, a tope, 10 kms después de bajarme de la bici. Pero claro, todo llega: entro en T2 con un promedio de bici de 31.9 km/h y con un signo de interrogación en las Mizuno. ¿Seré capaz de correr como yo sé? Lo intento: piernas de madera, malísimas sensaciones, abductores tocados e isquios tirantes. El caso es que no hay otra opción: estoy a un tercio escaso de completar mi primer olímpico así que le digo a las piernas que no se quejen porque ellas también están aquí porque quieren y porque les gusta (de hecho, son ellas las culpables de que yo esté haciendo triatlón a estas alturas de mi vida). Tras unos 5 minutos de carrera desaparecen las malas sensaciones -me veo entero y creo que no voy mal, hago la primera vuelta y en nada de tiempo veo que quedan 4 km, que quedan 2 km y que no queda nada para terminar. Pero esto no es como otros triatlones -en la carrera adelanto tan sólo a 3 o 4 participantes, así que el subidón de otras veces se queda hoy en el tintero. Aun así, entro en meta esprintando y adelantando a otro triatleta -tan tonto soy que, en vez de seguir el sprint hasta el final, me paro en el arco de llegada y no me preocupo de dónde está la alfombra. Así, en vez de aparecer el séptimo por la cola, aparezco en las clasificaciones como el sexto por la cola. En el top ten del coche escoba -en fin. Tras analizar los parciales, no puedo decir otra cosa: resultados muy mediocres tirando para bochornosos...

tiempo total: 2h36'34'', puesto 68º de 73 llegados masculinos, puesto 19º de 23 en mi categoría
agua: 34'28'' (a 2'18'' el 100, puesto 69º), incluyendo (imagino) mi incidente con la cremallera
bici: 1h19'25''  (a 30.22, según mi velocímetro a 31.9 km/h, puesto 71º)
carrera: 42'41'' (a 4'16''/km, puesto 30º)

En resumen, mucho trabajo por delante para mejorar la bici y seguir puliendo el agua. Mucho trabajo para agilizar las transiciones. Como ayer terminé medianamente satisfecho (hoy, con la constatación de los parciales, la satisfacción se me ha visto diluida en el jarro de agua fría de los parciales y los puestos), salvaré algunos muebles de la quema. Por ejemplo, que ya he hecho ocho triatlones. Por ejemplo, que ya he hecho mi primer olímpico. Por ejemplo, que el año pasado hice este triatlón en versión sprint en un tiempo de 1h26'' -pocos cálculos hacen falta para saber que 1h26'' multiplicado por dos da 2h52'': con lo que me sale una mejora de 16' minutos en apenas once meses. Viva el optimismo! De todos modos, como pensar y dudar y tener miedos y respeto es de sabios (creo), me despido con una pregunta-reflexión de las que me cruzaba la cabeza mientras navegaba la Trek entre girasoles castellanos: ¿no seré yo ya demasiado mayor para seguir pensando que tengo todavía margen de mejora en esto? Esto sí que es otra vuelta de tuerca, ¿no?

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