El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

domingo, 3 de octubre de 2010

Crisis y mala hostia: se cierra la piscina de las Almadrabillas

España está en crisis -¿cómo no va a estarlo? Acabo de volver de la piscina de las Almadrabillas: segundo intento fallido este fin de semana. Ayer estuvo cerrada todo el día por mantenimiento de las instalaciones. Hoy he llegado a la una y me entero que cierran a las dos (antes cerraba a las dos y media, creo) y que tengo que salir del agua a la una y media. Echo cuentas y para media hora de nada no me merece la pena.
Decido recargar mi bono que tengo agotado: así ya tengo eso hecho para mi siguiente intento. Me dice el portero que ya no hay bonos. Alucino. Me explica que la piscina cierra en menos de dos meses y que, por lo tanto, ya no se venden bonos de 20 baños. Ahora hay que pagar entradas de un día. Alucino más. Me sigue explicando que la piscina y todo el complejo de las Almadrabillas cierra en noviembre. Por dos años. Algo había oído pero, claro, esto me parece sorprendente: no hay ninguna información oficial al respecto, ninguna circular en los tablones, nada. Entro en la web del patronato deportivo municipal: ninguna información al respecto. Curiosamente, la piscina de las Almadrabillas sigue figurando entre las instalaciones del patronato: con sus dimensiones y calles y, claro, con ese pedazo de piscina olímpica que este año ni se han molestado en abrir. Quien entre en la web del patronato sentirá envidia de las instalaciones de que disponemos en esta ciudad: quien llegue y las vea ya empezará a ver que no es oro todo lo que reluce en la web.
Y es que, aparentemente, según he oído por aquí y por allá (rumore, rumore, rumore) van a cubrir la piscina olímpica, van a renovar todas las pistas deportivas, van a... Lo más importante, van a realizar locales comerciales y las instalaciones dejarán de ser municipales. El Ayuntamiento se pasa por el forro la ausencia de piscinas en Almería (las otras dos de acceso público, en manos de empresas privadas, están completamente petadas). Y, sobre todo, se pasa por el forro que esas piscinas se hicieron para el 2005 con dinero público: el complejo pertenecía en principio a la Consejería de Deportes de la Junta de Andalucía y fueron cedidas al Ayuntamiento para su conservación y gestión, no para que negociara y mercadeara con las instalaciones y los terrenos. La conservación, a lo largo de estos 5 años, ha sido escasa por no decir deficiente: la guinda la han puesto este verano, en que ni siquiera han abierto la única piscina olímpica de la provincia, o estas últimas semanas de recta final en que ni siquiera hay agua caliente en las duchas. Olé por el dinero público: resulta que unas instalaciones que tienen apenas 5 años y que, insisto, fueron construidas con dinero público, van a ser desmanteladas y reconvertidas en centro comercial y gimnasio privado fashion.
Olé por este país. Olé por el Ayuntamiento de Almería, especialista en fomentar el deporte de manera fantasma (carriles bicis aislados que no llevan a ninguna parte, primera ciclocalle en España, qué coño será una ciclocalle, mucha Deportina, mucha historia, y a la hora de la verdad, nada de nada). Olé por la Consejería de Deportes y por la Junta de Andalucía, que ante toda esta malversación de fondos públicos y esta operación de privatización y negocio callan. Olé, de nuevo, por este país que está en crisis: ¿no vamos a estarlo tirando el dinero de esta manera? Olé también por el futuro de lo público: a partir de ahora, que nos vayamos enterando, todo de superpago, gestionado por empresas y contratas privadas que pertenecerán, sin duda, a los amigos de los amigos de los amigos de... Y, mientras, los ciudadanos a joderse: ahora dos años (dos años almerienses, que podrán llegar a estirarse de manera indefinida) sin una piscina que, a día de hoy, funciona perfectamente y que no necesita ninguna mejora, sólo una gestión razonable: un poquito de cloro aquí y allá, una bombilla allá, una cisterna arreglada por allá. Una de las pocas instalaciones que dejó el 2005 a la ciudad tirada a la basura junto con el dinero que costó construirlo. Qué mala leche, qué mala hostia.

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