El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

miércoles, 17 de abril de 2013

Los restos del naufragio

Lamerse las heridas las hace, seguramente, más grandes. Aun así, aquí sigo: instalado en una especie de shock traumático paralizante que no me deja pasar página después de lo de Elche. Lo sé: soy complicado, un tío entusiasta donde los haya pero demasiado proclive al autoanálisis y a la perfección y a la exigencia y a la autoexigencia -en todos los ámbitos de mi vida, ya sea en lo deportivo, en lo profesional, en lo emocional, en lo familiar, me acabo dando un buen porrazo en la cara porque, a menudo, mis expectativas no conciden con lo que hay. Ya sabéis, el etorno binomio: la realidad y el deseo. Tampoco estoy seguro de que esté bien esta continua exposición al público; como dice la amiga Belén, no es preciso que retransmita cómo me desangro en público. En cualquier cosa, siempre he sido mucho de escribir (soy un chico de letras) y creo firmemente en las propiedades terapéuticas de la escritura. Igual que el otro día decía que no me concibo sin actividad física, tampoco me concibo sin leer y escribir. También me consta que, aunque parezca extravagante y enrevesado lo que escribo y un tanto alejado de lo deportivo, hay algunas personas deportistas que encuentran inspiración en este blog y entresacan consejos que les sirven para su propio desarrollo. El que sean pocas esas personas me anima a escribir aun más...
Pero bueno, volviendo al principio, lo peor de todo no es la parálisis, lo peor de todo es seguir sintiendo miedo. Miedo y una indescriptible soledad ante una travesía de una estepa para la que no tengo mapas. En tres días me está dando mucho tiempo a pensar quién soy como persona y como deportista. Peligroso venirse abajo por algo que, objetivamente, no tiene la menor trascendencia. Sin embargo, miro a mi alrededor y veo que, en los últimos meses, he oído, leído, encontrado bastantes casos de damnificados por la práctica deportiva tomada demasiado en serio. Uno pone demasiada carne en el asador y, al final, acaba oliendo a humo o, directamente, quemándose las manos. Lesiones físicas o lesiones psicológicas: la carne o el espíritu.
Objetivamente detecto que hay varias cosas que debo mejorar si quiero seguir en esto: en primer lugar, mejorar, sea como sea, la natación; en segundo lugar, y esto hay que decirlo bien claro, superar el miedo a la natación en aguas abiertas (esto, que está producido por una inseguridad en el agua motivada por mi mala natación, es la razón primordial por la que el pánico no me dejó ir a la cámara de llamada en Elche); en tercer lugar, recuperar el placer de entrenar y la motivación por el deporte (está claro que, aunque los entrenamientos sean exigentes, si la motivación y el disfrute están ahí, las cosas salen solas); en cuarto y último lugar, pasar de la trisociedad -ocuparme de mí, de quien me quiere y también del puñado de gente maja que he conocido haciendo deporte. Analizando sensaciones, percepciones y motivación, echo mucho de menos el anonimato de mis primeros triatlones -el no conocer a nadie, el no tener ninguna presión de grupo es una sensación que, sin duda, quita mucho hierro al asunto. Y, claro, luego está la típica y extendida confusión: hacemos triatlon, somos una familia. Mentira -eso es una gran mentira. Prueba de ello es que estos días me han servido para saber quiénes de esa supuesta familia son amigos (o, al menos, personas a las que importo) y quiénes no. Cosa que, por otra parte, es lógica, pero que pone al descubierto cómo funciona la trisociedad: que me vean (en el mundo real o en las redes) con los máquinas, pero que no me vean, por favor, con los que no siguen el guión´de las triconvenciones y de otras convenciones sociales más relacionadas con la vida de cada cual. Y me siento incluso un poco reconfortado al sentir que el no seguir el triguión (sentir pánico y no acudir al bocinazo de salida es algo que se aparta escandalosamente del guión; lo suyo es hacerlo sí o sí e incluso exponerse a un ataque cardiaco por ello, como ya ha pasado alguna vez); decía, el no seguir ese guión me reconforta, en parte, porque es un acto de rebeldía.Y, cuidado, que no se me malinterprete: me gusta el triatlón, me gusta hacer triatlones y me gusta nadar, andar en bici y correr (no sé si en ese orden). Que nadie lo dude porque si no, no estaría ni aquí escribiendo ni me habría partido los cuernos en los últimos años por haber subido el escalón o los dos escalones que he subido en mi progresión. Que nadie lo dude: llevo años como corredor y llevo años preparándome para hacer triatlones. Así que las dudas sobre lo que me gusta y lo que no están de más (perdonad el tono pero es que a veces se me percibe como un recién llegado a la actividad física y al tri, y eso, perdonen que no me levante, no).
Bueno, eso son cosas más o menos objetivas. Subjetivamente, me siento un tanto perdido. No hay ni GPS ni mapa que me digan cómo van a salir los próximos meses. (Quizás, paradoja de las paradojas, eso es una de las grandes cosas que voy a sacar de todo esto: el reseteo y el ir resolviendo incógnitas poco a poco). Otra de las cosas que, subjetivamente, siento es una gran pena al escuchar la canción del vídeo -esa, durante los últimos dos años, había sido mi canción fetiche a la hora de desplazarme a las competiciones. Me encantan los Manel -esta canción en particular contribuía al subidón precompetición, en parte por el estribillo. Hoy escuchando otra vez la letra, le encuentro, si cabe, más sentido incluso:

Guardeu-vos forces bona gent, potser ens veurem un altre dia
sabem que volíeu fer més, però que hi farem així és la vida
t’equivoques d’uniforme i dispares a qui més estimes
t’equivoques de remei, i va i s’infecta la ferida,
i alguna estona que us penseu, també ens agrada estar contents
però sembla tant clar que ens equivoquem, com que ho anem a fer
però sembla tant clar que ens equivoquem, com que ho anem a fer


Pero parece tan claro que nos equivocamos como que lo vamos a hacer. La canción sonó en el viaje a Elche varias veces pero no conseguía conectar con ella. Esta mañana he vuelto a escucharla y la conexión ha vuelto. He sentido, como digo, una gran pena (pena, y, por qué no decirlo, la sensación de que, si llorara durante tres o cuatro horas seguidas, como un crío chico, probablemente sentiría espacio para lo que tiene que venir en lugar de esta parálisis). Pues eso, al menos he sentido.

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