Apurando las últimas horas de 2013. Un día de Nochevieja que, por primera vez en mi vida, paso en Almería. Un día de Nochevieja sin correr la San Silvestre de Getafe. Un día de Nochevieja que echa el cierre al peor año de mi vida. El año en que perdí a mi madre, el año en que tuve que parar toda actividad física durante varios periodos. El año en que me di cuenta de que, contrariamente al mito extendido entre deportistas populares, el deporte no sirve para solucionar los problemas importantes de la vida. El año en que reconfirmé que vivir en el extrarradio del triatlón es un sinsentido -el año en que me di cuenta de que el triatlón consiste precisamente en huir del extrarradio y en evitar los temas problemáticos y dolorosos y las medias tintas. El año en que llegué a pesar 62,9 kg, cuatro más de mi peso habitual. El año en que casi nadie se dio cuenta de que mi problema no era la natación o el ambiente intimidatorio del mundillo triatlético, sino algo mucho más importante. El año en que me quedé en la cama en un hostal de mala muerte, en vez de irme a la línea de salida de un media distancia; y, creedme, no fue por miedo a las olas o a no hacerlo bien, sino por presentir la angustia ante los meses de precipicio que se le venían, se nos venían encima. El año en que me di cuenta de que algo debía estar haciendo mal cuando me vi, atrapado en una ría gélida, combatiendo a bordo de un submarino llamado hipotermia, en vez de estar visitando a mi madre y regalándole un fin de semana de los que ya tenía asignado un número finito. El año en que me desencanté totalmente y me harté de clubes, organizadores y negocios varios. El año en que me tuve que recomponer varias veces buscando mis raíces y comienzos en el deporte -recomponerme sobre los restos del naufragio y sobre la certeza de ver que la batalla se iba a perder en cuestión de meses o semanas; recomponerme corriendo contra el calor y los adoquines durante una escapada a Lisboa; recomponerme corriendo y recorriendo Polvoranca bajo unas temperaturas de Madrid Sur en verano. Corriendo, recorriendo, recomponiendo e intentando, a golpe de zancada y de puritita rabia, convencerme de que metiendo kilómetros y más kilómetros, a lo loco, sin objetivos, estaba no sólo buscando un rayito de lucidez y paz mental sino también apuntalando una vida. Pues sí, 2013: el año en que después de estar un mes exacto sin hacer nada, nada de actividad física me sorprendí devuelto a la casilla menos treinta, ni tan siquiera a la casilla de salida. El año en que no he vuelto a ir a la piscina porque me avergüenzan los michelines y porque no estoy seguro de querer ir a la piscina. El año en que no volví a tocar la bici de carretera desde el mes de junio. El año en que, un día del mes de diciembre, entre encinares y campos escarchados, me sorprendí corriendo y quitándome el volumen del i-pod porque se me saltaban las lágrimas ante este paisaje de aquí abajo.
Sí, 2013: el año en que, otro día de diciembre, me sentí estupendo porque había conseguido hacer un rodaje de 12 kms a 4'24''. El año en que me dolió casi todo y comprobé que el deporte popular no es un analgésico. En fin, un año gris, para olvidar, que termino con muy pocas competiciones (tres carreras, un duatlón y dos sprints) y los siguientes números:
agua: 122000 metros
bici: 1370 kms
carrera: 1434 kms
Sí, sé que es ridículo hurgar y meter el dedo en la llaga. Sé que es ridículo reflejar unos números tan mediocres que a nadie le interesarán. Pero bueno, este blog, aparte de mi paño de lágrimas, mi talismán de motivación y mi cuaderno literario, es mi diario de entrenamiento. Y todas las Nocheviejas de los últimos años me he sentado a escarbar y a hacer balance. Esta, aun siendo la más dura que he conocido, no podía ser menos. Pero bueno, lo mismo estáis pensando que ya hay que pasar página...
Sí. Sin duda: en unas horas estamos en 2014. Y ¿qué queda para 2014? Pues en principio continuar rehaciéndome. En los últimos días se me ha metido algo en la cabeza: no descarto nada, no descarto volver a hacer triatlones, no descarto volver a mi idea de un ironman para celebrar mi 50 cumpleaños. Queda mucho para eso: pero ahora, lo que se me ha metido en la cabeza es que debo hacer el mismo recorrido que hice años atrás. Estoy sintiéndome cómodo, por fin, con la carrera. Las primeras semanas de noviembre fueron un cúmulo de horribles sensaciones: correr a 5 el kilómetro cuando se está acostumbrado a otras florituras es poco menos que una afrenta que te hace el cuerpo, un insulto. Ahora eso ha quedado atrás. Pero necesito seguir volviendo a sentirme yo. Suelto en la carrera, con rutina, con agilidad. Necesito seguir perdiendo un poquito de peso (ya me he librado de un kilo) y, cuando me vuelva a reconocer en el espejo y en la cabeza, volver a nadar y a montar en bici. Preveo volver a competir en el Trail de Cabo de Gata y en la Media Maratón de Málaga. Un buen maratón en el otoño y, todo lo demás, será un regalo extra. Sin descartar nada; de momento, como digo, volver a ser yo mismo. Bueno y, seáis quienes seáis los que leéis esto: desearos un feliz 2014. 2014 y palante!
martes, 31 de diciembre de 2013
lunes, 4 de noviembre de 2013
Falto de ilusiones -¿tocando fondo?
24 kms en Málaga dan mucho para pensar |
Lo de encontrarme en baja forma física y con una total falta de proyecto deportivo entre manos tiene menos explicación -siempre había pensado que el deporte era una especie de tabla de salvación, una especie de herramienta de redención que te permitía olvidar las cosas más duras, feas y desagradables de la vida. La más saludable y fácil válvula de escape para desconectar del trabajo, de las preocupaciones de la vida adulta y de los ruidos del mundo exterior. Cuán equivocado andaba. Y sí, es algo que funciona como vía de disfrute y desconexión para un gran número de deportistas; pero la ecuación deporte=salud=equilibrio no es tan fácil y, para otro sector de deportistas no funciona bien. Creo que el error de base está en ser un tío más exigente de la cuenta. Haberme planteado objetivos deportivos ambiciosos en la edad madura con el condimento y pretensión de, encima, querer hacer las cosas bien, es algo que, lejos de constituir una válvula de escape, una saludable vía de desconexión, se ha ido convirtiendo en un problema. Ya he dicho que no es algo que me pase a mí en exclusiva (a lo largo de los últimos meses me he referido, sin que nadie, por cierto, recogiera el guante, a los problemas, físicos y mentales, por los que estaban pasando muchos de mis conocidos en el mundo del triatlón), pero ahora es buen momento para caer en la cuenta de que algo falla cuando mi situación deportiva no me ayuda ni me ilusiona para remontar mi situación personal.
Y es que, amigos y amigas de Triatloneando, no sé hacer las cosas de otra manera: corro dos maratones en 3h07' y ya llevo esa losa de marca para los que pueda correr en el futuro. No contemplo la idea de correr una media maratón en más de 1h30'. No contemplo más que ser sub 40' en un 10k. Y si me paso en 17'' me vengo abajo. En triatlón las cosas, necesariamente, tenían que ser menos ambiciosas y competitivas -disfrutaba más de la estética y del indescriptible subidón de meta en las competiciones, a la vez que me pasaba meses bloqueado por mi falta de progreso en el agua. Falta de progreso en el agua, preocupaciones familiares cada vez más intensas, exceso de exigencia -todo ha contribuido para que, al final, la mente, las piernas, los brazos, los abdominales digan basta y se declaren en rebeldía coincidiendo con el mes más duro de mi vida.Estaba cantado: ponga en su vida una exigente temporada triatlética (con hasta tres triatlones de media distancia en el calendario) y hágala coincidir con la enfermedad terminal de su madre: acabará con su visión del deporte popular, de sus propias posiblidades, de su fortaleza y de la vida profundamente alteradas. En efecto, mi temporada 2013 es un ejemplo de libro de los records de bad-timing.
Ahora, salir del túnel está resultando difícil. La semana pasada, tirando de los orígenes y de lo que en principio hago mejor, corrí 41kms, 24 de ellos en Málaga, uno de mis lugares fetiche para competir (medias maratones, maratón, triatlones) y para visitar. Me fue raro pasar corriendo (a ritmos de 5'/kms y con sensaciones de ir en las últimas) por los lugares de esas competiciones. Me fue raro porque era como si la cosa no fuera conmigo -como si el runner que ha visitado otras veces ciudades y no ha dudado en madrugar para calzarse las zapas y ver el lugar a bordo de un entreno se me hubiera ido de dentro.
Hay que recuperar la alegría. No queda otra. Hay que volver a sentir los entrenos. Aun así, rechazo oportunidades que me plantean por ahí: no quiero competir y, de momento, digo no a casi todo porque no soy capaz de correr una media por correrla en 1h45''.. Me miro en el espejo y sólo veo unos abdominales descolgados que no tienen que ver con el modestísimo, pero cuidado, físico que me costó años ir puliendo de grasa. Me plantean empezar con un grupo nuevo para entrenar en la piscina y lo veo como un imposible. Veo la báscula en el baño y evito lo que, hasta hace poco, era una ceremonia semanal -pesarme. Después de todo, da igual si peso 2, 3 o 4 kg más que antes del desastre. Atrás quedaron porcentajes de grasa corporal del 9% -el cuerpo, tan agradecido para algunas cosas y tan rencoroso en otras, ha vuelto a su lógica implacable. La autoestima, por los suelos -como veis, la ecuación deporte=salud=equilibrio mental, en estos comienzos de noviembre, no me está funcionando.
Hace falta recuperar la alegría. Recuperar proyectos. Sin embargo, también hay que ser cauto. Supongo que no es lo mismo caer en este bajón de desgana y pérdida de la forma física cuando se tienen diez años menos que cuando se tienen los míos. La sensación que tengo es la de haber usado el deporte como una especie de engaño, de treta, para los años -y, claro, de repente dejas el ritmo y la constancia y todos, absolutamente todos los años te caen encima. Con sus días, noches, semanas y meses. Todos. Por eso, las próximas semanas serán decisivas. Recuperar la alegría, el estilo de vida saludable con ramificaciones varias, las ganas, tirar de lo aprendido, que es mucho y bueno -pero también manejar todo con mucha cautela porque si me han demostrado algo estos últimos meses es que los límites existen y los imposibles son muchos.
sábado, 26 de octubre de 2013
Homenaje y adiós
Inspiración, memoria, cariño |
Como muchos de los que leéis esto sois personas que me conocéis algo o bastante, y como yo soy de natural quizás demasiado transparente, comparto con vosotros una de sus últimas fotos y el texto que escribí para leer en su funeral. Con tristeza y también con una rara tranquilidad nos vamos hoy:
"Mamá,
Quica, Abuela, Francisca:
Gracias
por enseñarnos que la vida hay que beberla hasta el último sorbo,
como un vasito de vino antes de comer. Por mostrarnos que,pase
lo que pase, a esa vida hay que aferrarse con pies, manos, soles,lunas
y quintales de esperanza. Por demostrar, como quien no quiere la cosa,
que un ramo de lilas sigue siendo un ramo de lilas incluso si se marchita.
Gracias por dejarnos, además de tus sonrisas y el calor de tus
manos, tantas lecciones de fortaleza y, sobre todo, las claves para vivir
la felicidad de lo cotidiano. Un café negro, madrugar para barrer un
jardín, guisar para cuántos más mejor, regar tus plantas, sentarte
a la
recachera, dormir la siesta debajo de un árbol, secarte al sol,
lavar en
una pila, cuidarnos a todos, ser querida por todos. Pequeños placeres-
ingredientes sencillos para una vida completa. Gracias, entonces,
por estar ahí- con tu poderío mítico, genio y figura hasta el final,
dándonos calor con tus manos. Gracias, Quica, por ser una mujer luchadora,
una heroína de ciencia ficción, nuestra particular diosa de las
pequeñas cosas. Descansa en paz: aunque se ha perdido una batalla
, has ganado la guerra de una vida."
sábado, 28 de septiembre de 2013
De triatlón, subidas, bajadas, miedos y problemas. Una entrada dedicada
Un pilar: seguir aprendiendo |
En todo caso, llevaba semanas gestando una entrada como esta. Además, el otro día, el amigo Iker en su blog Correr no es de cobardes (un blog que vuelvo a aconsejar desde aquí porque conjuga perfectamente contenido práctico y técnico con reflexiones personales y emocionales -sin llegar a mis desbarres, eso sí) publicó una entrada que me dio pie a seguir pensando algo que llevo rumiando todo el verano. La entrada contenía un vídeo con un episodio de Informe Robinson sobre el portero de fútbol Robert Enke, una historia deportiva de presiones, miedos y cables psicológicos mal cruzados que acabó en suicidio.Si Iker centra su análisis en que el deporte sólo disimula y camufla problemas psicológicos pero no los elimina; mi análisis va por otros derroteros: ¿por qué cuesta tanto en el deporte poner sobre la mesa las subidas, las bajadas, los miedos y los problemas? Encuentro que, en el mundillo del triatlón popular (o aficionado, que creo que lo define mejor) esa posición de negarse a hablar de problemas, de altibajos y de miedos se lleva aun más a rajatabla.Hablemos de logros, de entrenos, de cifras imposibles, de suplementos, de equipación, de dinero -pero, por favor, no vengas ahora con altibajos, problemas o miedos.
Vaya por delante que soy un triatleta bastante peculiar. Baste recordar un poco mi planteamiento deportivo -lo que está en la base del proyecto triatloneando. A mí me gusta correr, montar en bici y seguir aprendiendo a nadar. Me gusta la actividad física como parte de un estilo de vida saludable. A mí me gusta también hacer triatlones: el nivel de subidón que experimento en el sector de carrera a pie de cualquier triatlón es difícil de igualar; el sentirme parte de unas competiciones tan vistosas estéticamente, el oir el bocinazo de salida, el ser capaz de llegar a la primera boya, a la segunda, el llegar, de vuelta, a la playa. Todo eso me gusta. Que nadie se confunda y piense que sólo me gusta el triatlón estéticamente -me gusta competir y me gusta, sobre todo, el desafío personal que supone entrenar y competir en triatlón. Aunque, claro, he aprendido a verme en mi lugar en los triatlones -si soy (o era) capaz de estar entre el 15% primero de llegados en una carrera popular, igualmente me tengo que conformar con estar entre el 30% último de llegados en un triatlón. Bueno, no os preocupéis que este párrafo va concluyendo y llegando a una de las conclusiones importantes: pienso, luego existo; hago deporte, luego pienso. Me gusta utilizar el deporte para aprender sobre deporte, sobre fisiología del ejercicio, sobre respuestas del cuerpo humano, pero también para aprender sobre mí mismo y sobre los demás. En otras palabras, encuentro que la práctica del deporte y, específicamente, del triatlón me está enseñando mucho sobre deporte pero, quizás más aún, sobre mí y sobre la vida. Yendo un par de metros más allá: no concibo el deporte aislado de otras cuestiones extradeportivas. Será por mi formación como filólogo y antropólogo, pero necesito convertir la práctica deportiva en palabras y en reflexiones sobre mí, sobre los otros, sobre la sociedad. Resumiendo, ahí van los seis pilares de mi enfoque deportivo: deporte salud-estilo de vida, deporte disfrute, deporte desafío personal, deporte aprendizaje-reflexión-fuente de conocimiento, deporte desarrollo personal, deporte anclado en mi vida extradeportiva.
Por eso encuentro tan extraño que la mayoría de practicantes de triatlón conciban el triatlón como una mera actividad deportiva centrada en el producto (horas de entrenamientos y competicioness, sin más) y desperdicien la vertiente procesual relacionada con las emociones, con lo social, con la esfera de la vida privada, con la reflexión, con el crecimiento personal y con lo psicológico. Esto es así, sin duda, porque existe una obsesión por hablar sólo de lo positivo, de lo gozoso, de los logros, de las heroicidades. Existe también una especie de veto encubierto a hablar de las dificultades, de la complicada conciliación entre el deporte y la vida personal, de los miedos y de los fracasos. No es que los triatletas aficionados no fracasen o no tengan miedos o no tengan problemas -claro que sí. Sin embargo la política de la comunidad es, o bien correr un tupido velo sobre esos temas, o bien pasar sobre ellos de puntillas. Y es que, si examináramos de manera estadística las interacciones de los triatletas aficionados en las redes sociales (Facebook, Twitter o blogs) nos daríamos cuenta además de que existen mayoritariamente dos tipos de discursos. Por un lado, los discursos centrados en lo positivo y en lo heroico, en que si aparecen problemas es tan sólo para acentuar aun más lo heroico de los logros (algo así como qué calor hace hoy pero he salido a entrenar 25 kms a 38º). Por otro lado, están los discursos centrados en la publicidad de marcas de suplementos o de equipación (a lo largo de los últimos años, las marcas de material deportivo han ido optando más y más por esponsorizar a populares para que estos hagan publicidad en las redes sociales).
Dicho todo esto, se entenderá mejor que este blog sea, cuando menos, una curiosidad en el mundillo -si no directamente una oveja negra. Pero, volviendo un poco al principio -creo que es imprescindible que cada deportista reflexione (al menos consigo mismo) y ponga sobre la mesa determinadas cuestiones: todos, no sólo Robert Enke, tenemos altibajos, problemas, vidas personales que en muchas etapas no casan con nuestras intenciones deportivas, miedos. Reconocerlos es un primer paso para funcionar como un deportista reflexivo que aprende del deporte y que es competente a la hora de interpretar ciertas señales de su cabeza.
Elaborar un análisis de cómo se entiende la práctica deportiva, tener claros cuáles son los pilares que dan sentido y subyacen a nuestros entrenos o competiciones, puede parecer una pérdida de tiempo pero, sin duda, es una herramienta imprescindible si queremos ser mejores deportistas. Y cuando me refiero a mejores deportistas, me refiero no sólo a la vertiente cuantitativa sino también a la cualitativa. Y, claro está, tampoco me quedo en lo deportivo sino que el ser mejor deportista incluye, desde mi punto de vista, otras dimensiones: la humana, la de la salud mental, la social, la de la vida emocional.
No creo que quien haya llegado a estas alturas de la entrada piense que esto son tonterías -quienes pensaran eso no habrán, seguramente, ni empezado a leer. Lo que hay detrás de todos estos pensamientos es un poco filología, un poco antropología, un poco las inteligencias múltiples de Gardner y un poco la idea de práctica reflexiva en enseñanza y aprendizaje. En resumen: me parece una pena que se desperdicien los ingredientes del deporte y del triatlón como fuente para mejorar nuestra inteligencia emocional, nuestra inteligencia interpersonal o nuestra inteligencia intrapersonal.Claro, inteligencia espacial o corporal cinestésica sí -pero, qué pobre dejarlo ahí..
Llegando al final y volviendo al principio, resuenan ecos de otras conversaciones contigo: seguir formándome, el cariño de una madre, viajar, nadar, competir, disfrutar, aprender, vivir. Yo tengo claro que no haré el MD de Cabo de Gata porque no estoy entrenado (para que te hagas una idea, correr 12,5k a 4'28'' el otro día fue el mayor logro del mes). Pero además porque en mi situación personal actual realizar un MD iría en contra de varios de los pilares de mi práctica deportiva: ni disfrutaría ni aprendería nada que no sepa ya ni respetaría mi vida extradeportiva. Si yo estuviera en tu lugar y situación, haría Cabo de Gata sin dudarlo; pero claro, no sé cuáles son todos los pilares de tu práctica deportiva y, por tanto, no puedo aconsejarte. Espero que las dos sonrisas sigan ahí y que las cosas, esta mañana, estén más claras.Ah, se me olvidaba: la vida no sería vida sin altibajos -yo, personalmente, desconfío seriamente de los que no los sufren.
martes, 24 de septiembre de 2013
El proyecto triatloneando y el verano de 2013
Taloneando por Lisboa |
El domingo terminó el verano. Tantas
cosas que decir, en lo personal y en lo deportivo; tantas cosas
difíciles y tantas ganas de decirlas -ya sé que algunos pensáis
que doy más explicaciones de la cuenta. Pero bueno, yo soy así de
transparente y, después de todo, este blog y las redes sociales me
ayudan a organizar, compartir ideas, planear y, por qué no, a aliviar la mente. Quien
quiera que lea, quien no quiera que no lea. Lo más sorprendente es
que, alguna gente de los que leen, siguen muy despistados en cuanto a
lo que le ha pasado al proyecto triatloneando este
año -como si fuera tan difícil explicarse las causas y las
dificultades y las curvas y desniveles que he ido atravesando. No me
gustan las excusas y no quiero que nadie piense que pongo ciertas
cuestiones poderosas e implacables como excusa, pero resumir mi
fracasada temporada 2013 (la temporada que no fue) en un es
que no sabe nadar, pobretico, es
no conocerme ni ver nada. Pero bueno, tampoco creo que sea tan
importante ni conocerme ni ver lo que pasa. Para quien quiera seguir
conociéndome, y sobre todo porque tanto este blog como el
proyecto triatloneando seguirán
para adelante, ahí va un resumen del verano 2013 a través de mis
estados de Facebook a lo largo de estos meses, un verano en que sólo
corrí (350 kms entre julio y agosto, lo que se pudo) y en el que
todo, absolutamente todo, estuvo a flor de piel. Un resumen que necesito hacer para pasar página y abrir puertas.
30 de junio
Los geranios de mi madre. Todo, ahí fuera, imparable. Nunca hay
teclas de pausa en la vida.
3 de julio
De creerme un triatleta en ciernes con
destino a Río y por el que los años no pasaban a mirarme en el
espejo y encontrar un cuarentón con barriga incipiente y amenazante.
Qué desagradecido es el cuerpo en cuanto lo abandonas. Hoy, a la
desesperada, en plan dominguero principiante, sesión de abdos. Todo
preparado para salir a correr mañana temprano y estrenar las zapas
más cool que he tenido nunca. Ahora, más que nunca, necesito
disciplina y rutina. Atacamos el plan B y haremos lo que se vaya
pudiendo...
15 de julio
Cuánto me está
enseñando este mes de julio. Una licenciatura acelerada sobre
fortaleza (no hablo de la mía), sobre miedos, sobre la gente, sobre
mí, sobre la familia, sobre nexos, sobre certidumbres inciertas,
sobre la vida que se acaba, sobre lo poco que se prodiga la amistad.
Sobre duras y maduras. Sobre quienes pensaba que iban a estar con el
capote y desaparecieron ante el vendaval y el ruido. Reconfirmamos:
las travesías del desierto, al menos yo, las hago casi, casi a
solas. Contigo, eso sí.
22 de julio
Los
parones en el ritmo normal de la vida son una excelente oportunidad
para replantearse objetivos, métodos, conceptos, proyectos, caras y
personas, maneras de interactuar con el mundo y con la gente. Un
parón, por amargo que sea, es un rito de paso. Y los ritos de paso
curten y enseñan como los mejores libros. De persona confiada y
social a persona escéptica y descreida. Que es como decir "from
rags to riches" pero al revés y en lo social #julio
14 de agosto
Até
logo Lisboa! El #stageLisbon
toca a su fin: un poco de relax y desconexión acompañados de 64k de
entrenos run durísimos. De las ciudades que conozco esta es la más
difícil y más dura para correr.
18 de agosto
Terminar la semana
con 64 km de carrera. Sin ningún objetivo concreto -las
planificaciones saltaron por los aires hace dos meses. Aun así, a
veces es correr por placer. A veces, correr como si me fuera la vida
(y otras vidas) en ello. Y, a veces, por qué no, correr como si me
guardara un as en la manga, un último cartucho por lo que pudiera
pasar -aunque lo más lógico y previsible a estas alturas es pensar
que la temporada de triatlones 2013 terminó para mí en junio.
Porque, tal y como están las cosas, pensar en hacer Cabo de Gata en
octubre me parece una payasada más en mi lista, una frivolidad o,
directamente, una temeridad. Lo mejor, o lo peor, de todo es que me
da igual mi tritemporada interrupta. Lo único a lo que no renuncio
es a este correr por correr. Sin prisas y con ellas. Con técnica
desgarbada o con pretensiones de gacela. No sin mi buff. Subiendo y
bajando colinas por Lisboa, enfilando el Tajo cuando ya no es río
sino mar de paja azul y luz, contemplando las olas majestuosas del
Atlántico, la fealdad del polígono Urtinsa y el remanso de
pseudobelleza de Polvoranca. Da igual todo excepto correr y salvar
vidas a golpe de kilómetros y zancadas. Da igual todo en este verano
raro excepto comprobar, con cierta soberbia y mucho alivio, que me
siguen importando las cifras y los tiempos y los kilometrajes del
verano. Por eso me he aferrado a cada uno de esos 64 kilómetros como
si la vida (y no sólo la mía, insisto) dependiera de ellos.
29 de agosto
15k
post tormenta, con olor a tierra mojada y con Polvoranca queriendo
decirme adiós. El Pirulí y los escasos rascacielos madrileños, a
lo lejos. Hoy no se veía el perfil del Guadarrama ni La Maliciosa,
esa montaña perfecta que ha sido testigo de todos mis veranos pero
no de este, tan raro y difícil. Y llegará el sábado, y la A4, y
los campos de seis provincias. Esta vez en las maletas llevaré
pesadumbre, que es como una pena enorme que pesa varios quintales; y,
además de la pesadumbre, ganas de reinventarme profesional y
deportivamente. Para la pesadumbre no hay ayudas, para la reinvención
admito ayudas e ideas.
6 de septiembre
Amanece. No es poco
8 de septiembre
13k run retomando
amistad con el mar y la brisa, con 2 kg más que en junio. Tres
hurras por la inexistente señalización y falta de desvíos para
peatones y runners en la obra del paseo marítimo. Chapuzas!!
12 de septiembre
Aunque supongo que
la decisión estaba más que tomada, hoy ya me atrevo a decirlo: este
año no es factible ni posible ni realista ni oportuno hacer el tri
de Cabo de Gata. Otras prioridades, otras historias. Y el resumen de
sensaciones sobre el tri y tantas otras cosas este año es... GAME
OVER - INSERT COIN. Por más que me miro en los bolsillos, no llevo
ni una moneda
13 de septiembre
"Acuérdate de
quién eres" -leo eso por ahí y caigo en la cuenta de que, en
gran parte, esa es la clave. El problema no se resuelve del todo
cuando uno es proclive a haber ido acumulando con entusiasmo
identidades múltiples y fluidas. Pero bueno, ahí va la idea. Feliz
viernes
13 de septiembre
Por fin una buena
noticia!! Aprovechando la tesitura voy a ver si echo 12k de
carrerita. A intentar acordarme de quien soy. Objetivo: deporte salud
y bajar 2kg muy tontos
15 de septiembre
Tras 2 meses y
medio sin nadar, hoy he nadado (algo) en la Cala del Cuervo y en el
Playazo. Me complace anunciar que, aunque lo hago tan regular como
antes, no se me ha olvidado nadar!! No es poco...
18 de septiembre
Hoy me he
encontrado con un compi del tri. También en el dique seco. He oído
este año tantas historias de lesiones físicas y mentales, de gente
desmotivada y desmoronada, hecha pedazos, de altibajos y de
trirresquemores como para escribir una novela gótica. Algo se estará
haciendo mal cuando hemos convertido esto en una puritita montaña
rusa incompatible con vidas ordinarias. Mis desánimos de los últimos
meses tienen explicaciones extradeportivas -aun así, miro y remiro y
veo poco más que negocio (¿con quién de nosotros no se ha hecho
negocio en los últimos meses?) y unas exigencias compatibles sólo
con vidas monocolores y marcianas. Aún así, soy un libro en blanco
que sabe que lo bueno de esto es que siempre, si quieres, renaces y
recomienzas. Aun así, para complicar las cosas, hoy he echado
cuentas y he visto, otro salpicón de reality, que no llego ya al
Maratón de Málaga. Siempre nos quedará 2014. Eso sí,
independiente y muy muy descreído.
19 de septiembre
Queda
definitivamente cerrada la temporada 2013. Acabo de inaugurar 2014
con 12k a ritmo de mar. Me acompañan Matt Fitzgerald y quienes
queráis venir.
21 de septiembre
Siempre llegamos a
donde se nos espera. Y Polvoranca parece que siempre está ahí,
esperando: 14k run en ayunas, quemando michelín (eso espero). Ahora
a pasar el día con mi madre.
22 de septiembre
Hoy ha tocado
volver a por la magia de Polvoranca. 15k predesayuno tirando de
michelín y persiguiendo no pensar mucho. Termino la semana en unos
cutres 41k -hoy, pensando que me sorprende la gente que no corre. Sin
duda, de lo que tengo entre manos y contemplo a mi alrededor, correr
unos kms en ayunas es lo más fácil. Cuántas cosas difíciles en la
vida -aunque, como me dijeron hace tiempo, las cosas que merecen la
pena son difíciles. Y claro, la vida, para que merezca tanto la
pena, no puede ser fácil. Consuelo o puritita realidad. Buen
domingo!
sábado, 27 de julio de 2013
Verano raro, raro
Este está siendo el verano más raro de mi vida, personal y deportivamente. No voy a entrar en detalles; ya comenté en la última entrada que venía a Madrid a cuidar de mi madre. Así está siendo: hospital, consultas, urgencias, un ingreso, personal sanitario. Lo bueno es que lo vamos contando y que, de vez en cuando (por ejemplo, esta semana), se ven algunas luces entre tantas sombras. Podría contaros lo orgulloso que estoy de la sanidad pública en este país: lo efectiva y rentable que es a pesar de la ofensiva destructiva de este mal-gobierno. Podría contaros lo orgulloso que estoy de mi madre; sí, porque, a ratos, mi madre de 90 años me parece, más que una señora mayor, una heroína de ciencia ficción -sobreviviendo y contradiciendo todos los pronósticos con una fortaleza casi mítica.
Podría, podría. Sin embargo, más vale que me vaya centrando en el tema deportivo. En este verano tan repleto de máximas y refranes (ya sabéis: es ley de vida, cómo pasa el tiempo, a la fuerza ahorcan, no hay mal que por bien no venga, hay que tener paciencia, hay que ponerse en el papel del otro), estoy haciendo un recorrido por la memoria y por el futuro también. Desde recordar los veranos normales en Collado o en Segovia (cuántos kilómetros de agua en la pisci de Villalba, en la de La Granja, en la de El Espinar; cuántos kilómetros de carrera por mi pinar favorito; cuántos kilómetros de bici por las carreteras rurales de Segovia); los veranos normales que mi madre tanto disfrutaba y que yo, deportivamente, tanto exprimía (cómo me gustaba al final del verano hacer recuento de esos kilometrajes bestias) -desde recordar esos veranos, digo, hasta repasar proyectos futuros y analizar mi situación deportiva en estos momentos. No hay nada como la realidad de la vida, las urgencias e imprevistos de lo real, para darse cuenta de que, a veces, vivimos tan flipados y tan centrados en el deporte (se me ocurre que esto es especialmente frecuente en el triatlón) que pensamos que nuestros entrenos y nuestras carreras y nuestras temporadas y nuestros calendarios son el centro del universo. No hay nada como un mes de julio tan atípico y tan empapado de realidad como este para devolverme al planeta Normalidad y para quitarle importancia a lo que pensaba tan, tan, tan relevante. La vida no es triatlón ni temporadas ni carreras: sí, todo eso es parte de la vida, pero la vida es mucho más., Prioridades, tiempo libre, impotencia, imposibles son conceptos que ha pasado por mi cabeza en las últimas semanas. Me he reído mucho del famoso lema del Impossible is nothing. Y es que, en los pasillos de un hospital, de madrugada, te das cuenta de que hay montones de cosas que, verdaderamente, son imposibles. Y eso, no sé qué pensáis, no está tan mal -caer del guindo, aun a fuerza de una gran embestida de la vida no está tan mal; de ahí el no hay mal que por bien no venga. Un aparte: también he pensado mucho en la gestión del tiempo: mira por dónde, me he dado cuenta de que todas estas chicas o señoras que ejercen de madres o amas de casa o esposas merecen una medalla y nos laureles extra cuando son capaces de compatibilizar sus tareas con la actividad física. Un mes de julio en que he estado ocupándome de mi madre y de su casa, de comidas, de compra y de la infraestructura doméstica asi me lo han puesto de manifiesto.
Por lo demás, estoy aprendiendo a vivir al día. No hay más remedio. No va conmigo -soy un maniático de saber qué quiero hacer, qué voy a hacer, cuándo lo voy a hacer y cómo y dónde. Soy un maniático de planear, idear y planificar. Este mes de julio me está enseñando a tener más paciencia y, sobre todo, a no mirar demasiado a lo lejos. A la fuera ahorcan.
Más cuestiones que he resuelto en estas semanas; pues, por ejemplo, que el mundo y la sociedad deportiva no me aportan gran cosa a la hora de resolver problemas emocionales y de recibir apoyo en momentos difíciles. Si ya lo tenía claro, ahora lo tengo aún más claro: en este mundo el poner sobre la mesa las necesidades de apoyo emocional y las flaquezas de la cabeza son incorrecciones políticas. Me da igual, claro está: soy un triatleta atípico y me da igual lo que pase en el mainstream. Juas.
Paradójicamente, aunque el mundillo aporte escaso consuelo a mis necesidades de apoyo, la actividad física en sí sí lo está aportando. Desde que llegé a Alcorcón, hecho una piltrafa emocionalmente, he ido forzándome a salir a correr con fines terapéuticos. Poco a poco he ido arrancando y, ahora mismo, estoy en cuatro salidas semanales de carrera a pie. No hay tiempo para más pero, de tener que forzarme a salir los primeros días he ido pasando a estar verdaderamente motivado. Contento con mis DS Trainer, que estrené aquí, y contento con poder recurrir a esto para desconectar y cargar pilas.Así, a lo tonto a lo tonto, estoy llegando a retomar el volumen semanal de kilómetros que habitualmente alcanzaba religiosamente antes de entrenar como triatleta. Estamos hablando de pasar de los 50 kms semanales. Sólo eso, nada más: nada de agua, nada de bici. Es lo que hay: zancadas, horizontes, sudor, soledad y la convicción de que la carrera me acompañará siempre, en lo bueno y en lo malo -las zapas es lo que tienen, que están ahí en las duras y en las maduras. A la fuerza ahorcan. Para despedirme, os regalo esta canción que, varias veces a lo largo de mes, me ha puesto los pelos de punta... Nos vemos por aquí.
Podría, podría. Sin embargo, más vale que me vaya centrando en el tema deportivo. En este verano tan repleto de máximas y refranes (ya sabéis: es ley de vida, cómo pasa el tiempo, a la fuerza ahorcan, no hay mal que por bien no venga, hay que tener paciencia, hay que ponerse en el papel del otro), estoy haciendo un recorrido por la memoria y por el futuro también. Desde recordar los veranos normales en Collado o en Segovia (cuántos kilómetros de agua en la pisci de Villalba, en la de La Granja, en la de El Espinar; cuántos kilómetros de carrera por mi pinar favorito; cuántos kilómetros de bici por las carreteras rurales de Segovia); los veranos normales que mi madre tanto disfrutaba y que yo, deportivamente, tanto exprimía (cómo me gustaba al final del verano hacer recuento de esos kilometrajes bestias) -desde recordar esos veranos, digo, hasta repasar proyectos futuros y analizar mi situación deportiva en estos momentos. No hay nada como la realidad de la vida, las urgencias e imprevistos de lo real, para darse cuenta de que, a veces, vivimos tan flipados y tan centrados en el deporte (se me ocurre que esto es especialmente frecuente en el triatlón) que pensamos que nuestros entrenos y nuestras carreras y nuestras temporadas y nuestros calendarios son el centro del universo. No hay nada como un mes de julio tan atípico y tan empapado de realidad como este para devolverme al planeta Normalidad y para quitarle importancia a lo que pensaba tan, tan, tan relevante. La vida no es triatlón ni temporadas ni carreras: sí, todo eso es parte de la vida, pero la vida es mucho más., Prioridades, tiempo libre, impotencia, imposibles son conceptos que ha pasado por mi cabeza en las últimas semanas. Me he reído mucho del famoso lema del Impossible is nothing. Y es que, en los pasillos de un hospital, de madrugada, te das cuenta de que hay montones de cosas que, verdaderamente, son imposibles. Y eso, no sé qué pensáis, no está tan mal -caer del guindo, aun a fuerza de una gran embestida de la vida no está tan mal; de ahí el no hay mal que por bien no venga. Un aparte: también he pensado mucho en la gestión del tiempo: mira por dónde, me he dado cuenta de que todas estas chicas o señoras que ejercen de madres o amas de casa o esposas merecen una medalla y nos laureles extra cuando son capaces de compatibilizar sus tareas con la actividad física. Un mes de julio en que he estado ocupándome de mi madre y de su casa, de comidas, de compra y de la infraestructura doméstica asi me lo han puesto de manifiesto.
Por lo demás, estoy aprendiendo a vivir al día. No hay más remedio. No va conmigo -soy un maniático de saber qué quiero hacer, qué voy a hacer, cuándo lo voy a hacer y cómo y dónde. Soy un maniático de planear, idear y planificar. Este mes de julio me está enseñando a tener más paciencia y, sobre todo, a no mirar demasiado a lo lejos. A la fuera ahorcan.
Más cuestiones que he resuelto en estas semanas; pues, por ejemplo, que el mundo y la sociedad deportiva no me aportan gran cosa a la hora de resolver problemas emocionales y de recibir apoyo en momentos difíciles. Si ya lo tenía claro, ahora lo tengo aún más claro: en este mundo el poner sobre la mesa las necesidades de apoyo emocional y las flaquezas de la cabeza son incorrecciones políticas. Me da igual, claro está: soy un triatleta atípico y me da igual lo que pase en el mainstream. Juas.
Paradójicamente, aunque el mundillo aporte escaso consuelo a mis necesidades de apoyo, la actividad física en sí sí lo está aportando. Desde que llegé a Alcorcón, hecho una piltrafa emocionalmente, he ido forzándome a salir a correr con fines terapéuticos. Poco a poco he ido arrancando y, ahora mismo, estoy en cuatro salidas semanales de carrera a pie. No hay tiempo para más pero, de tener que forzarme a salir los primeros días he ido pasando a estar verdaderamente motivado. Contento con mis DS Trainer, que estrené aquí, y contento con poder recurrir a esto para desconectar y cargar pilas.Así, a lo tonto a lo tonto, estoy llegando a retomar el volumen semanal de kilómetros que habitualmente alcanzaba religiosamente antes de entrenar como triatleta. Estamos hablando de pasar de los 50 kms semanales. Sólo eso, nada más: nada de agua, nada de bici. Es lo que hay: zancadas, horizontes, sudor, soledad y la convicción de que la carrera me acompañará siempre, en lo bueno y en lo malo -las zapas es lo que tienen, que están ahí en las duras y en las maduras. A la fuerza ahorcan. Para despedirme, os regalo esta canción que, varias veces a lo largo de mes, me ha puesto los pelos de punta... Nos vemos por aquí.
jueves, 27 de junio de 2013
Tocata y fuga para resucitar un blog
Explicaciones
"Aunque no le debo a nadie explicaciones, sé que me gustaría explicarme. Acabar de ordenar la caja de los puzzles; empuñar el teclado por montura y desgranar una a una las causas, los misterios, los cambios de rutina. Aunque es probable que nadie las espere, yo mismo me las debo. Explicaciones a bordo del sillín, luchando contra el viento, tramando nuevas huellas o buscando el ritual de las bocinas. Adecuar el orden a las causas, prescribirme un horario, investigar problemas y calcular promedios. Aunque es posible que la razón sea tan simple que queme en la pantalla, sé que me gustaría contaros. Retomar la conversación en mitad de los éxitos, obviar incertidumbres y apagar aristas, fracasos y polígonos. Volver a contar, gozoso, que tras alcanzar la primera, sólo queda seguir explcándose la posición certera de las boyas. Volver. Retomar. Celebrar las tenues líneas y el prodigio primero de los ritmos. Aunque no le debo a nadie nada, sé que cualquiera de estos días saldrán encadenadas las palabras de lucha" -esto lo escribí en Facebook el otro día; me encanta escribir; me encanta el triatlón. Desde mi última entrada del pasado 20 de mayo he recibido algunos comentarios de gente que quería seguir leyendo Triatloneando. Llevo más de un mes echándolo de menos yo también (seguro que más que nadie). Así que, tras mucho darle vueltas, he decidido seguir con esto. No hay mucha actividad triatlética que contar (sobre eso volveré luego), pero aquí estoy. No quería que un cúmulo de malas prácticas e ilegalidades en la organización de una prueba (el Bilbao Triathlon de este año) diera al traste con una actividad, la escritura reflexiva, que me gusta y me ayuda a salir de los hoyos más profundos. Ademas, no quería ser menos que Virginia Berasategui: yo también quiero dar la cara.
Bilbao Triathlon 2013 y Virginia Berasategui
En más de un mes desde el tan traído y tan llevado Bilbao Triathlon de este año, la prueba de marras, el triatlón de los triatlones bien organizados para súper triatletas preparados, el dichosito tri que por poco no cuesta alguna muerte en el agua o a bordo de alguna tiritona; en más de un mes, decía, he leído tantas y tantas tonterías justificando lo injustificable que no voy a seguir haciéndome polvo la garganta. No voy a desgañitarme más ni voy a buscarme otra traqueitis que derive en gastroenteritis, como la que agarré en la mítica ría. El resumen es tonto por lo simple: la organización y los jueces cometieron una fragrante ilegalidad. Las pruebas están en internet: la estación meteorológica de Abusu documenta una temperatura del agua próxima a la hora de salida del agua del triatlón de 12,1ºC y una temperatura del aire máxima ese día de 11,5ºC. No hay que decir más; todos a estas alturas conocemos ya el reglamento de la ITU. Todos hemos visto cómo ha sido Diario del Triatlón el que ha provocado que, por ejemplo, en el tri de Zarautz este año se tomara más en serio el tema del agua. Todos hemos leído tonterías y explicaciones del género tonto relacionadas con "esto es Bilbao", "aquí llueve", "somos expertos conocedores de la ría" y demás sandeces. Todos hemos leído también las provocadoras declaraciones de Virginia Berasategui; esa gran bocazas que, en cuestión de un mes, ha ascendido aun más a los altares del panteón vasco para unos y, para otros, ha descendido a los infiernos más bochornosos. No insistiré en el tema, pero la Berasategui se permitía hace quince días decir que las críticas a la organización provenían de gente que no estábamos preparados para semejante prueba de dureza. Dicho así, sólo le faltó decir que si no llevabas sangre de Sabino Arana en el cuerpo, para qué molestarse en inscribirse. Ni intentarlo. Lo que no sabíamos es que la Berasategui iba hasta las trancas de EPO; aquel día no sabíamos que la preparación a la que aludía no era sangre con el RH de Sabino sino sangre dopada. En fin. Qué morro, ¿no? Resulta que la empresa de su ex y de su padre hacen un negocio de la leche a costa, en gran parte, de triatletas populares del montón (como yo) que tenemos que retirarnos por la ilegalidad con que se celebra la prueba. Resulta que los 300 retirados (que figuramos, claro está, como no presentados) fuimos triatletas estupendos para pagar y financiar la fiesta de la niña que se retiraba, pero no para ser tenidos en cuenta a la hora de autorizar o no el sector agua. En fin. No digo más; simplemente que la Berasategui me parece una farsante y que, posiblemente, se ha dopado a lo largo de gran parte de su trayectoria. Una verguenza. Y del Bilbao Triathlon, ¿qué decir? Pues nada, que yo no volveré. Y si lees estas líneas -piénsatelo dos veces (o tres), antes de financiar semejante tinglao. Lo siento; tengo mucho respeto y admiración por algunos deportistas vascos, pero mi menda no compite en Euskadi en lo que me reste de vida deportiva. Eso lo han conseguido todos los comentarios leídos en twitter y en facebook a cuenta de la magnífica organización de la prueba y animando a la txapelduna ilustre. Conmigo que no cuenten.
SERTRI Málaga 2013
En la última entrada decía que no sabía si iba a competir más en triatlón. El 2 de junio pasado hice el SERTRI Málaga, un sprint que disfruté y al que acudí sin apenas entrenar, viviendo de las rentas del entreno acumulado para Elche y Bilbao. En fin. Nada reseñable. Dos minutos menos que en septiembre pasado en la misma prueba. Poco más. Me gusta competir en Málaga. Poco más. Me inscribí en el SERTRI Cartagena pero no acudí por falta de ganas y motivación -suena el despertador y dices, ¿pero qué frivolidad es esta? Irme a hacer un triatlón con mi madre enfermísima. No. No. No. Por lo demás, me inscribí en el Triatlón de Almería, pero no pagué a tiempo por complicaciones mentales y preocupaciones relacionadas también con mi madre enfermísima. Mal. Mal. Mal. Le escribí un correo al presidente de mi hasta ahora club de triatlón y propietario de la empresa organizadora. No. No. No. Imposible hacer una facilísima excepción y pagar un día después de plazo. Apechuga. Apechuga. Apechuga. De todo y de todos se aprende. No hay mal que por bien no venga: el día del triatlón estaba con una gastroenteritis interesante, últimos coletazos del medio constipado que cogí en la susodicha y mítica ría.
Gente. Mi gente. La gente
Tras Bilbao Triathlon cerré mi cuenta de Twitter. Me di cuenta de que me había flipado muchísimo con los tweets. Me había dado cuenta de que creía tener un millón de amigos, como el cantante brasileño aquel. El síndrome Roberto Carlos se me curó de la noche a la mañana. Cuento con poca gente en esto; es tontería engañarse con el facebook, con el twitter y con los falsos halagos. Aquí eres el rey de la pista si pones que entrenas del orden de 12 horas semanales o más. Con menos, pierdes el prestigio en las redes sociales. Si dejas de entrenar o pasas un bache de los gordos, directamente pasas a no existir. Salvo para unos pocos, claro está. Mi gente. Con esto no critico a nadie; simplemente constato que la mayoría de amistades de las redes sociales no lo son. Y de eso no tiene la culpa nadie. Quizás tan sólo la nomenclatura de facebook: amigos.
El triatlón y yo
A raíz de mis comentarios tras el susodicho evento y madre de todos los triatlones del mundo mundial, alguien me comentó que para la gente externa mis comentarios de crítica a la organización se leían como una pataleta por ser un mal nadador que apenas había entrenado y que iba con muchas dudas a Bilbao. Juas. Juas. Juas. Risas en off. Posiblemente esa imagen es la que di. Pero quien me conoce bien sabe que a mí lo que me pasa es que soy realista y exigente. No pinto las cosas de color rosa en un trimundo en que se vive por encima de nuestras posibilidades de colorido rosa. Nado a más de 2 el 100 en fondo, ¿y qué? ¿Poco entrenar? Entrenamientos de 12, 13 y 14 horas semanales. Un dislate de imagen pública la que di por ser un personaje exigente y realista que busca encontrar la piedra filosofal de la mejora. Juas juas juas.
Otra persona, esta vez alguien que, paradójicamente, debería conocerme porque me había entrenado, me comentó que lo mismo este bache me permitía darme cuenta de que no me gustaba realmente el triatlón. Más risas en off. Curiosamente, cinco minutos antes, tuve unos de esos encuentros providenciales que he tenido a lo largo de este mes largo sin pasar por aquí: Guillermo me cuenta en el paseo marítimo que acaba de leer mi blog y que está impresionado y que le encanta cómo escribo y que... No doy crédito y empiezo a hilar y atar cabos. Tengo que seguir, a toda costa, con mi proyecto Triatloneando, pese a quien pese (posiblemtente es bochornoso para algunos pros y semipros de esos tan abundantes y sobrados, posiblemente, digo, sea bochornoso que este blog lleve el nombre del sagrado deporte de los elegidos: juas juas juas; más risas en off). Y sigo porque, como me dijo Guillermo, a mí me gusta montar en bici y nadar, además de correr. Dudar tanto de todo, para que luego en un pispás, un extraño te diga por el paseo marítimo: he leído, te he comprendido, qué difícil lo tuyo porque a ti lo que te pasa es que te gusta montar en bici y nadar. Otro encuentro, este hace muy pocos días, me regala otra frase para enmarcar: con qué facilidad nadas... Mucha gente me lo ha recordado a lo largo de este mes (gracias porque realmente necesitaba que me lo recordarais): a ti te gusta el triatlón y eso se nota porque derrochas pasión escribiendo sobre ese deporte. Pues sí. Que nos quiten lo bailao. Me gusta el triatlón; pero, claro, es como decir que a alguien le gusta la salsa de tomate: ¿te gusta toda la salsa? ¿con orégano o sin él? ¿te conformas con el ketchup? Me gusta mi enfoque del triatlón, para eso es el mío: paso de circo; y creo que esto se ha convertido en un circonegocio. No quiero ser circonegocio. Paso de figuras, paso de rollos, paso de creerme que no existen los límites del cuerpo. Ese es uno de los grandes problemas: un rollito en plan machada entre unos colegas en Hawaii se convierte en la Biblia del deporte. El primer ironman de la historia lo completan unos amigos en unos tiempos que lo mismo provocaban ahora hasta risa (o no pasaban los tiempos de corte correspondientes). Ahora un ironman hay que completarlo en 8 horitas de nada. Y hay que correr el maratón en 2h42'. No me lo creo. Perdonen que no me levante. Igual que la Berasategui, irán hasta arriba la mayoría. Preparados para la vida moderna. Mentira todo. Porque el cuerpo tiene límites. Porque doparse no es triatlón (igual que no es triatlón nadar con el agua a 12 grados, le pese a quien le pese). Perdonen que no me levante.
Incertidumbre
Se ha terminado el curso. Un curso con mucho trabajo. Muchos alumnos. Resultados muy desiguales. Malísimos en algunas clases. Hago examen de conciencia. No he sido todo lo buen profesor que puedo ser. No estoy siendo yo estos últimos meses. Ver a mi madre desmoronarse y oirla deteriorarse progresivamente por teléfono me ha sumido en una profunda incertidumbre, inactividad y bloqueo absolutos. Me voy con ella; a pasar el verano. No sé lo que nos espera. Parece mentira que, acostumbrado a entrenar lo que sea -sí, he hecho sesiones de nado de 3000m, he andado en bici 110 kms, he corrido tiradas largas de 32 kms, he completado maratones, he ascendido no sé cuántos picos de más de 3000m; acostumbrado a todo eso y expuesto a la literatura triatlética de las redes sociales (donde mis gestas se quedan en nada comparadas con las de otros aguerridos triatletas) no sea capaz de enfrentarme a uno de los hechos más simples de la vida.
Explicaciones: la temporada que no fue temporada
Con tanta incertidumbre y con lo que tiene que venir, no es de extrañar que no esté entrenando casi nada. Esta temporada, preparada con ilusión y mimo, se ha convertido en la no-temporada. No es de extrañar. Ver a una madre precipitarse hacia el abismo descentra a cualquiera -quizás no sólo a un popular trapero como yo. He leído de todo en estos últimos dos meses. Me he abierto en canal. He sido exigente conmigo mismo cuando no podía exigirme nada. Lo he intentado dar todo. He querido. No he podido ni estoy pudiendo. Todo el mundo ha contribuido con su opinión: me he expuesto demasiado y más. He aceptado todo y más: cómo se te ocurre hacer Bilbao, no metas la mano así, métela asá, no hagas MD, madura con distancias cortas, disfruta, no pienses tanto, haz sólo sprints, haz algún olímpico, haz sólo MD, tú eres diésel, haz mucha técnica, no hagas técnica, nada muchos días, nada sólo dos días, coge confianza en el agua, no tienes confianza en el agua, con qué facilidad nadas. Por eso en parte, porque nadie ha dado en el clavo, me he planteado esta entrada. No: no soy un triatleta de mollera débil. Soy un triatleta que está pasando una situación personal que no es compatible con el triatlón. Me apetecía ponerlo sobre la mesa. Me apetecía volver a mi blog. Me apetecía ordenarlo todo. Iremos viendo. Un abrazo.
"Aunque no le debo a nadie explicaciones, sé que me gustaría explicarme. Acabar de ordenar la caja de los puzzles; empuñar el teclado por montura y desgranar una a una las causas, los misterios, los cambios de rutina. Aunque es probable que nadie las espere, yo mismo me las debo. Explicaciones a bordo del sillín, luchando contra el viento, tramando nuevas huellas o buscando el ritual de las bocinas. Adecuar el orden a las causas, prescribirme un horario, investigar problemas y calcular promedios. Aunque es posible que la razón sea tan simple que queme en la pantalla, sé que me gustaría contaros. Retomar la conversación en mitad de los éxitos, obviar incertidumbres y apagar aristas, fracasos y polígonos. Volver a contar, gozoso, que tras alcanzar la primera, sólo queda seguir explcándose la posición certera de las boyas. Volver. Retomar. Celebrar las tenues líneas y el prodigio primero de los ritmos. Aunque no le debo a nadie nada, sé que cualquiera de estos días saldrán encadenadas las palabras de lucha" -esto lo escribí en Facebook el otro día; me encanta escribir; me encanta el triatlón. Desde mi última entrada del pasado 20 de mayo he recibido algunos comentarios de gente que quería seguir leyendo Triatloneando. Llevo más de un mes echándolo de menos yo también (seguro que más que nadie). Así que, tras mucho darle vueltas, he decidido seguir con esto. No hay mucha actividad triatlética que contar (sobre eso volveré luego), pero aquí estoy. No quería que un cúmulo de malas prácticas e ilegalidades en la organización de una prueba (el Bilbao Triathlon de este año) diera al traste con una actividad, la escritura reflexiva, que me gusta y me ayuda a salir de los hoyos más profundos. Ademas, no quería ser menos que Virginia Berasategui: yo también quiero dar la cara.
Bilbao Triathlon 2013 y Virginia Berasategui
En más de un mes desde el tan traído y tan llevado Bilbao Triathlon de este año, la prueba de marras, el triatlón de los triatlones bien organizados para súper triatletas preparados, el dichosito tri que por poco no cuesta alguna muerte en el agua o a bordo de alguna tiritona; en más de un mes, decía, he leído tantas y tantas tonterías justificando lo injustificable que no voy a seguir haciéndome polvo la garganta. No voy a desgañitarme más ni voy a buscarme otra traqueitis que derive en gastroenteritis, como la que agarré en la mítica ría. El resumen es tonto por lo simple: la organización y los jueces cometieron una fragrante ilegalidad. Las pruebas están en internet: la estación meteorológica de Abusu documenta una temperatura del agua próxima a la hora de salida del agua del triatlón de 12,1ºC y una temperatura del aire máxima ese día de 11,5ºC. No hay que decir más; todos a estas alturas conocemos ya el reglamento de la ITU. Todos hemos visto cómo ha sido Diario del Triatlón el que ha provocado que, por ejemplo, en el tri de Zarautz este año se tomara más en serio el tema del agua. Todos hemos leído tonterías y explicaciones del género tonto relacionadas con "esto es Bilbao", "aquí llueve", "somos expertos conocedores de la ría" y demás sandeces. Todos hemos leído también las provocadoras declaraciones de Virginia Berasategui; esa gran bocazas que, en cuestión de un mes, ha ascendido aun más a los altares del panteón vasco para unos y, para otros, ha descendido a los infiernos más bochornosos. No insistiré en el tema, pero la Berasategui se permitía hace quince días decir que las críticas a la organización provenían de gente que no estábamos preparados para semejante prueba de dureza. Dicho así, sólo le faltó decir que si no llevabas sangre de Sabino Arana en el cuerpo, para qué molestarse en inscribirse. Ni intentarlo. Lo que no sabíamos es que la Berasategui iba hasta las trancas de EPO; aquel día no sabíamos que la preparación a la que aludía no era sangre con el RH de Sabino sino sangre dopada. En fin. Qué morro, ¿no? Resulta que la empresa de su ex y de su padre hacen un negocio de la leche a costa, en gran parte, de triatletas populares del montón (como yo) que tenemos que retirarnos por la ilegalidad con que se celebra la prueba. Resulta que los 300 retirados (que figuramos, claro está, como no presentados) fuimos triatletas estupendos para pagar y financiar la fiesta de la niña que se retiraba, pero no para ser tenidos en cuenta a la hora de autorizar o no el sector agua. En fin. No digo más; simplemente que la Berasategui me parece una farsante y que, posiblemente, se ha dopado a lo largo de gran parte de su trayectoria. Una verguenza. Y del Bilbao Triathlon, ¿qué decir? Pues nada, que yo no volveré. Y si lees estas líneas -piénsatelo dos veces (o tres), antes de financiar semejante tinglao. Lo siento; tengo mucho respeto y admiración por algunos deportistas vascos, pero mi menda no compite en Euskadi en lo que me reste de vida deportiva. Eso lo han conseguido todos los comentarios leídos en twitter y en facebook a cuenta de la magnífica organización de la prueba y animando a la txapelduna ilustre. Conmigo que no cuenten.
SERTRI Málaga 2013
En la última entrada decía que no sabía si iba a competir más en triatlón. El 2 de junio pasado hice el SERTRI Málaga, un sprint que disfruté y al que acudí sin apenas entrenar, viviendo de las rentas del entreno acumulado para Elche y Bilbao. En fin. Nada reseñable. Dos minutos menos que en septiembre pasado en la misma prueba. Poco más. Me gusta competir en Málaga. Poco más. Me inscribí en el SERTRI Cartagena pero no acudí por falta de ganas y motivación -suena el despertador y dices, ¿pero qué frivolidad es esta? Irme a hacer un triatlón con mi madre enfermísima. No. No. No. Por lo demás, me inscribí en el Triatlón de Almería, pero no pagué a tiempo por complicaciones mentales y preocupaciones relacionadas también con mi madre enfermísima. Mal. Mal. Mal. Le escribí un correo al presidente de mi hasta ahora club de triatlón y propietario de la empresa organizadora. No. No. No. Imposible hacer una facilísima excepción y pagar un día después de plazo. Apechuga. Apechuga. Apechuga. De todo y de todos se aprende. No hay mal que por bien no venga: el día del triatlón estaba con una gastroenteritis interesante, últimos coletazos del medio constipado que cogí en la susodicha y mítica ría.
Gente. Mi gente. La gente
Tras Bilbao Triathlon cerré mi cuenta de Twitter. Me di cuenta de que me había flipado muchísimo con los tweets. Me había dado cuenta de que creía tener un millón de amigos, como el cantante brasileño aquel. El síndrome Roberto Carlos se me curó de la noche a la mañana. Cuento con poca gente en esto; es tontería engañarse con el facebook, con el twitter y con los falsos halagos. Aquí eres el rey de la pista si pones que entrenas del orden de 12 horas semanales o más. Con menos, pierdes el prestigio en las redes sociales. Si dejas de entrenar o pasas un bache de los gordos, directamente pasas a no existir. Salvo para unos pocos, claro está. Mi gente. Con esto no critico a nadie; simplemente constato que la mayoría de amistades de las redes sociales no lo son. Y de eso no tiene la culpa nadie. Quizás tan sólo la nomenclatura de facebook: amigos.
El triatlón y yo
A raíz de mis comentarios tras el susodicho evento y madre de todos los triatlones del mundo mundial, alguien me comentó que para la gente externa mis comentarios de crítica a la organización se leían como una pataleta por ser un mal nadador que apenas había entrenado y que iba con muchas dudas a Bilbao. Juas. Juas. Juas. Risas en off. Posiblemente esa imagen es la que di. Pero quien me conoce bien sabe que a mí lo que me pasa es que soy realista y exigente. No pinto las cosas de color rosa en un trimundo en que se vive por encima de nuestras posibilidades de colorido rosa. Nado a más de 2 el 100 en fondo, ¿y qué? ¿Poco entrenar? Entrenamientos de 12, 13 y 14 horas semanales. Un dislate de imagen pública la que di por ser un personaje exigente y realista que busca encontrar la piedra filosofal de la mejora. Juas juas juas.
Otra persona, esta vez alguien que, paradójicamente, debería conocerme porque me había entrenado, me comentó que lo mismo este bache me permitía darme cuenta de que no me gustaba realmente el triatlón. Más risas en off. Curiosamente, cinco minutos antes, tuve unos de esos encuentros providenciales que he tenido a lo largo de este mes largo sin pasar por aquí: Guillermo me cuenta en el paseo marítimo que acaba de leer mi blog y que está impresionado y que le encanta cómo escribo y que... No doy crédito y empiezo a hilar y atar cabos. Tengo que seguir, a toda costa, con mi proyecto Triatloneando, pese a quien pese (posiblemtente es bochornoso para algunos pros y semipros de esos tan abundantes y sobrados, posiblemente, digo, sea bochornoso que este blog lleve el nombre del sagrado deporte de los elegidos: juas juas juas; más risas en off). Y sigo porque, como me dijo Guillermo, a mí me gusta montar en bici y nadar, además de correr. Dudar tanto de todo, para que luego en un pispás, un extraño te diga por el paseo marítimo: he leído, te he comprendido, qué difícil lo tuyo porque a ti lo que te pasa es que te gusta montar en bici y nadar. Otro encuentro, este hace muy pocos días, me regala otra frase para enmarcar: con qué facilidad nadas... Mucha gente me lo ha recordado a lo largo de este mes (gracias porque realmente necesitaba que me lo recordarais): a ti te gusta el triatlón y eso se nota porque derrochas pasión escribiendo sobre ese deporte. Pues sí. Que nos quiten lo bailao. Me gusta el triatlón; pero, claro, es como decir que a alguien le gusta la salsa de tomate: ¿te gusta toda la salsa? ¿con orégano o sin él? ¿te conformas con el ketchup? Me gusta mi enfoque del triatlón, para eso es el mío: paso de circo; y creo que esto se ha convertido en un circonegocio. No quiero ser circonegocio. Paso de figuras, paso de rollos, paso de creerme que no existen los límites del cuerpo. Ese es uno de los grandes problemas: un rollito en plan machada entre unos colegas en Hawaii se convierte en la Biblia del deporte. El primer ironman de la historia lo completan unos amigos en unos tiempos que lo mismo provocaban ahora hasta risa (o no pasaban los tiempos de corte correspondientes). Ahora un ironman hay que completarlo en 8 horitas de nada. Y hay que correr el maratón en 2h42'. No me lo creo. Perdonen que no me levante. Igual que la Berasategui, irán hasta arriba la mayoría. Preparados para la vida moderna. Mentira todo. Porque el cuerpo tiene límites. Porque doparse no es triatlón (igual que no es triatlón nadar con el agua a 12 grados, le pese a quien le pese). Perdonen que no me levante.
Incertidumbre
Se ha terminado el curso. Un curso con mucho trabajo. Muchos alumnos. Resultados muy desiguales. Malísimos en algunas clases. Hago examen de conciencia. No he sido todo lo buen profesor que puedo ser. No estoy siendo yo estos últimos meses. Ver a mi madre desmoronarse y oirla deteriorarse progresivamente por teléfono me ha sumido en una profunda incertidumbre, inactividad y bloqueo absolutos. Me voy con ella; a pasar el verano. No sé lo que nos espera. Parece mentira que, acostumbrado a entrenar lo que sea -sí, he hecho sesiones de nado de 3000m, he andado en bici 110 kms, he corrido tiradas largas de 32 kms, he completado maratones, he ascendido no sé cuántos picos de más de 3000m; acostumbrado a todo eso y expuesto a la literatura triatlética de las redes sociales (donde mis gestas se quedan en nada comparadas con las de otros aguerridos triatletas) no sea capaz de enfrentarme a uno de los hechos más simples de la vida.
Explicaciones: la temporada que no fue temporada
Con tanta incertidumbre y con lo que tiene que venir, no es de extrañar que no esté entrenando casi nada. Esta temporada, preparada con ilusión y mimo, se ha convertido en la no-temporada. No es de extrañar. Ver a una madre precipitarse hacia el abismo descentra a cualquiera -quizás no sólo a un popular trapero como yo. He leído de todo en estos últimos dos meses. Me he abierto en canal. He sido exigente conmigo mismo cuando no podía exigirme nada. Lo he intentado dar todo. He querido. No he podido ni estoy pudiendo. Todo el mundo ha contribuido con su opinión: me he expuesto demasiado y más. He aceptado todo y más: cómo se te ocurre hacer Bilbao, no metas la mano así, métela asá, no hagas MD, madura con distancias cortas, disfruta, no pienses tanto, haz sólo sprints, haz algún olímpico, haz sólo MD, tú eres diésel, haz mucha técnica, no hagas técnica, nada muchos días, nada sólo dos días, coge confianza en el agua, no tienes confianza en el agua, con qué facilidad nadas. Por eso en parte, porque nadie ha dado en el clavo, me he planteado esta entrada. No: no soy un triatleta de mollera débil. Soy un triatleta que está pasando una situación personal que no es compatible con el triatlón. Me apetecía ponerlo sobre la mesa. Me apetecía volver a mi blog. Me apetecía ordenarlo todo. Iremos viendo. Un abrazo.
lunes, 20 de mayo de 2013
Bilbao Triathlon 2013: crónica de una decepción y clausura de este blog
El sábado se celebró el Bilbao Triathlon. Yo llegué el viernes por la noche, con mi Trek embalada y facturada y con un equipaje que había ido preparando en los últimos meses. En el equipaje llevaba sonrisas para desplegar por Bilbao, mucha ilusión, bastantes ganas y uno de mis mejores 1000m en piscina, hecho dos días antes. También estaba preocupado por la temperatura del agua. En este tri no había olas, pero sí unas previsiones de bastante mal tiempo. No tengo mucha grasa corporal, peso poco, soy un tipo enclenque y el frío enseguida me afecta a las manos... Pero bueno, mi planteamiento era que lo que no corriera de mi cuenta no me iba a preocupar más de la cuenta.
Así, alehop, nos plantamos en la mañana del sábado. Como la salida es a las 12.15 hay tiempo suficiente para desayunar con calma y preparar todo de manera relajada. Llueve. Llueve mucho. Pero sigo pensando que lo que no dependa de mí no debe quitarme ninguna energía. Me planto en boxes con todo un arsenal de ropa, que parecía un representante de ropa de ciclismo. Que si chaqueta de invierno, que si dos maillots, que si toalla, que si dos pares de calcetines. Todo organizado perfectamente en bolsas de plástico para ser utilizado cuando fuera necesario. Quien lea esto y no sea de por allí alucinará, pero la cosa en un triatlón en el Basque Country es así -lo del postureo de lucir musculamen con el mono minimalista se queda para otras latitudes. Es esa actitud, todo muy sencillo, todo bajo la lluvia, todo sin grandes estridencias, lo que me hace sentir cómodo en boxes. Pocas ruedas de perfil, bastantes acoples, muchas bicis buenas pero discretas -todo como muy normalizado: el enfoque vasco de la actividad física está naturalmente integrado en el paisaje urbano. La gente llega a este pedazo de MD en bici desde casa y con la mochila del Decathlon al hombro. Me gusta. Sí señor. Nada que ver con cómo me sentí en los boxes de Elche. Y, precisamente por eso, por lo que voy viendo a mi alrededor, luego me da más rabia no haberlo completado.Y luego está el público: también me da rabia no haber podido participar de ese público -recuerdo lo que me impresionó la gente animando en Maradonosti... En fin.
Se va acercando la hora. La salida es desde el agua. Hay que meterse en la ría y nadar unos 150 metros: el agua está fría pero llevo dos gorros y tapones en los oídos. Precisamente por los tapones apenas oigo esta vez el meeeeeeeeec de salida. Ahí estamos; acaba de empezar el Bilbao Triathlon. Muchos gorros verdes. Algunos palos. Mucho contacto. Toca bajar corriente abajo hasta el puente de la Salve, al lado del Guggenheim. El agua está fría pero me centro en nadar y ver pasar edificios. Creo que no voy mal. Puente de Zubi-Zuri. Y, sin darme mucha cuenta, puente de La Salve. El Nervión está, por momentos, cogiendo mucho cuerpo y mucha fuerza. Hay que girar en dos boyas y es ahí donde me doy cuenta de la magnitud del tema. No sé por qué, pero las boyas las veo en sitios totalmente distintos cada vez que levanto la cabeza o respiro. No sé si es la primera o la segunda. Se mueven: en todas direcciones, para arriba, para abajo y para los lados. Con algo de esfuerzo mental, comprendo que hay corrientes y que empiezan a pintar bastos. Con algo de esfuerzo físico giro y tiro para boxes. Juas juas. Para boxes. Queda mucho más de la mitad y todo es contra corriente. Hace media hora de la pleamar y el río está empezando a bajar con la rabia acumulada de días de lluvia y con muchas ganas de llegar al mar. Tal y como he oído que hay que hacer, me pego lo más posible al muro de la orilla y, chino chano, voy nadando. Voy en un grupo grande. Me da confianza saber que no se me va nadie y que vamos luchando contra la misma corriente. Zubi-Zuri. La cosa va cambiando. Cada vez pasan los edificios más lentamente. Cada vez se hace más duro. Pero bueno, voy animado. Animado hasta que en el puente del Ayuntamiento la corriente no me deja avanzar. Atrapado en un remolino, me quedo noqueado y agarrado a un pilar de los del murete. El grupo se ha desperdigado. Saco fuerzas de flaqueza y sigo nadando (nadando es una manera optimista de denominarlo). De repente siento que llevo las piernas dormidas. Las manos y los labios también. Miro hacia adelante y no doy crédidto. Las escaleras del Arenal se ven lejísimos todavía. En estas, Simón me ha localizado y no para de animarme: vamos David, vamos David. Al principio es un ruido de fondo, luego es un mantra que me hace no abandonar. Me paro en varias columnas. En una parada veo cómo trasladan a un triatleta en una tabla. Oigo sirenas y veo una barca de la Cruz Roja llena de gente con mantas térmicas. Destellos plateados. Tomo como referencia un edificio rojo con miradores blancos. No consigo pasarlo. No pasa. Demencial. Anclado en ese edificio, sigo haciendo como que nado. Uno (o varios) de los chavales de la organización, que van remando sobre tablas de surf se me acerca varias veces para preguntarme cómo estoy. No sé qué decir. Estoy aturdido. Cuando hablo, el chaval, me dice que si hablo castellano. De eso me acuerdo al día siguiente, pero puede dar una idea de cómo estoy: no sé ni lo que digo, no puedo ni hablar, estoy tiritando y nadando. Oigo que me dice si no tienes mucho frío, ya lo tienes hecho, son sólo 300 metros. 300 metros!!!! Aun así, sigo oyendo a Simón y a un montón de gente que, desde arriba, dicen vamos David. Pues venga, vamos: la cosa se complica porque me da un tirón en un gemelo. No me importa: quiero hacer este triatlón, quiero llegar a toda costa a la bici -la confusión mental es tan grande que me creo capaz de montarme en una bici. Llego a las escaleras -resbaladizas, llenas de lodo, subo y me dan una botella de agua. Veo que quedan algunas bicis en boxes y sé llegar a la mía. Un chaval de organización me pregunta que cómo estoy. Le digo que bien y, ahora, recordándolo, me veo como a bordo de una tremenda borrachera. Con la boca trabada. Empiezo a trastear bolsas y a tiritar. El chaval me sigue la corriente y me dice que si esa es mi ropa. Pensará que lo mismo hasta me he equivocado de bici. Me quita el neopreno y empiezo a caer del guindo. Se me viene a la cabeza una norma básica del tri: si alguien te ayuda en esos trámites, estás descalificado. Lo entiendo y, en dos décimas de segundo, lo asumo: estoy fuera, out, off. Bilbao Triathlon 2013 se ha acabado para mí.
El resto es un poco patético. Me meten en una carpa y me empiezan a masajear los pies. No soy capaz de quitarme el mono. Las manos no responden. De repente, sentado en una silla, rompo a tiritar a lo grande, como si se fuera a acabar el frío del mundo. En la carpa estamos varios. Y todos tiritando. Caras de desolación y tristeza. Somos tri-damnificados. En media hora o así, estoy en condiciones de recoger la bici y, con el rabo entre las piernas, irme al hotel a meterme bajo una ducha caliente.
Esta es la historia de mi sector agua en Bilbao. Claro, que hay mucho más. Las causas de mi historia y las de más de 100 atendidos por hipotermia o las de casi 300 abandonos en un triatlón de 700 participantes; y es que se habla del 40% de hombres y del 60% de mujeres. Hay quien, en estos dos días, se lo ha explicado todo en las redes sociales felicitando (zorionak a tutiplén) a la organización y diciendo que en el Basque Country el clima es así. Yo, desde aquí, quiero tambien felicitar a la organización: sobre todo por la suerte que han tenido de que no se haya producido una desgracia mayor. El límite entre 100 hipotermias y un muerto por parada cardio-respiratoria debe ser tan tenue que me desgañito en felicitarles por esa potra que han tenido en esta ocasión. A mi manera de ver, que no deja de ser la manera de ver de un triatleta patata y muy pardillo, hay varias cosas que llaman la atención:
-primero: la temperatura del agua no estaba para autorizar la natación; o, al menos, no para autorizar un recorrido de 1900 metros que, según, participantes garminizados tenía 2300. La temperatura del agua era, oficialmente de 13-14-15º -hay diversas opiniones. Mi impresión es que esa temperatura viene de las previsiones que Euskalmet había realizado dos días antes. La temperatura del agua, eso todos los sabemos (los finishers, los organizadores, los jueces y oficiales, los hipotérmicos incluidos) estaba a menos de 13º. Hay versiones apócrifas de declaraciones de un juez que dice que la temperatura del agua estaba a 11.9º. Demencial, ¿no creéis?
-segundo: el recorrido, organizado para más gloria de la dureza de la prueba y con un porcentaje del 70% contra corriente, es de juzgado de guardia; precisamente con esa temperatura del agua, pensar en un recorrido así (especialmente con el Nervión a tope por las lluvias) es dejar automáticamente fuera de juego a la gente que nade 1900 por encima de media hora. Si inviertes el recorrido o lo haces directamente todo con la corriente a favor, las cosas pierden épica posiblemente, pero ganan en lógica y en seguridad. Quien se escandalice por esta sugerencia, que sepa que el Ironman de Nueva York del año pasado fue todo con la corriente a favor. Estos americanos, que son unos blandos. Estas cosas tan centradas en la épica y en echarle huevos sólo pasan por esta zona del mundo (y no me refiero al Basque Country, sino a la Península entera).
-tercero: si los tiempos de corte existían, que sí exisitían (1 hora para el agua), ¿a santo de qué nos deja la organización terminar el agua cuando estamos ya en el entorno de la hora con visos de eternizarnos contra la corriente? Señores: el pundonor y la épica importan, claro. Yo estoy contento entre comillas de haber terminado el agua; pero si me hubieran obligado a montar en una barca me hubiera ahorrado un rato de tiritona...Y, a la postre, me hubiera sentido protegido por una organización y por una federación que cobran de los que tardamos más de 30' en nadar pero que deciden, mal organizan y disponen sólo para los que tardan menos.
-cuarto: hubiera sido un papelón grandísimo suspender o modificar la natación en un triatlón que estaba, ahora me doy cuenta, organizado como despedida de la triatleta Virginia Berasategui. Aun así: esta confusa mezcla de triatlón profesional y triatlón popular con muchos niveles es una bomba de relojería que, de seguir así, algún día terminará mal. No se puede promocionar el triatlón a nivel popular y permitir que gentecilla como yo, por muy federados que estemos, participemos en estas pruebas y, al tiempo, saltarse el reglamento de la federación y organizarlas con pretensiones de series mundiales. La burbuja del triatlón estallará algún día no muy lejano -cuando pase algo (que, de seguir así las cosas, seguro que pasa) y, cuando nos hartemos todos del negocio que se ha montado. Si haces negocio con 700 personas, creo que es básico pensar que un porcentaje importante nadará en más de 30 minutos -y más de 30 minutos con una temperatura más baja de 13º es peligrosa para el cuerpo. Incluso para los cuerpos serranos de Virginia o de Marcel Zamora o de los élite. En otras palabras: en el Tri de Bilbao no hubo 700 hipotermias el otro día porque un 60% de los triatletas inscritos nadan bien o muy bien. La reflexión es que es paradójico cómo han crecido las licencias e inscripciones de triatlón en las últimas temporadas, gracias en gran parte a triatletas populares y muy patatas que financiamos con bastante generosidad todo este circo, y cómo las pruebas y el discurso oficial van orientados al discurso de lo épico y a favorecer a los élite.
Bueno, esa es la crónica de lo que me pasó en Bilbao el otro día. Hablando de papelones, ahora me toca anunciar que no voy a volver a escribir más en Triatloneando. Este blog se inició en agosto de 2009: se empezó llamando Maratoneando: de Almería a Donosti. Tras la maratón de Donosti de aquel año decidí continuar con él y darle una orientación tipo diario para ilustrar mi progreso en el proceso de convertirme en triatleta. Casi cuatro años después, el recorrido llega al final. Me consta que la gente que leéis esto apreciáis el blog; muchos me apreciáis a mí también. Os agradezco la lectura y el apoyo y los comentarios. Me sorprende que hayáis encontrado en estas entradas una fuente de inspiración para vuestra vida deportiva y para otros campos de vuestras luchas diarias. Sinceramente, creo que tenéis mérito por poder encontrar inspiración entre tanto altibajo y tanta comedura de tarro. Pero los blogs deportivo-intimistas es lo que tienen... Además, para salirme un poco de las corrientes imperantes, he intentado siempre ser fiel a la realidad (la actividad física tiene sus dificultades) y ser fiel a mí mismo. Aunque el blog nunca ha tenido un volumen de tráfico como para soñar con patrocinios, este blog nunca ha ido de eso. Si de una cosa estoy contento es de haber sido siempre yo: en el deporte no le debo nada a nadie, por lo que he podido decir siempre en estas entradas lo que pensaba y tal como lo pensaba.
Por eso, ahora, cuando ya no encuentro que tenga nada interesante que decir, creo que lo mejor es dejar de desangrarme en público y pasar más a lo privado. Siempre habréis notado que, a pesar de las inclemencias, he intentado encontrar luz y moralejas positivas. No me encuentro, ahora mismo, ni con ánimo ni con disposición de animar a nadie a hacer deporte ni triatlón ni a calzarse unas zapas. Con todo lo que he oído y visto en los últimos meses, con cómo el triatlón ha pasado de ser una fuente de superación y de mejora personal a un accidente bochornoso en mi vida, no puedo, por desgracia, escribir entradas optimistas. Me parece justo para con los lectores, con el tri y conmigo mismo parar aquí.
El recorrido entre el puente del Ayuntamiento y el puente del Arenal es una metáfora de mi recorrido en el triatlón en estos últimos meses. Querer y no poder. Querer y esforzarse y no avanzar. ¿Una lucha titánica contra la corriente para llegar, por fin, a boxes? Sí. Pero no os confundáis: al final los boxes se convierten, no en calabaza esta vez, sino en carpa de atención sanitaria y en manta térmica. Verme tiritando y recién bajado de la tripatera me ha hecho recapacitar sobre todo este negocio, este mundillo en el que es políticamente incorrecto quejarse de fragrantes imprudencias como la del sábado por parte de la organización. Un mundo en que la corriente del negocio y la corriente de la dureza gratuita agitan la coctelera en que estamos metidos gente con ilusiones y con pretensiones de disfrutar de algo que, en principio, nos gusta. Un mundo en que los jueces se ven obligados a poner temperaturas falsas en los impresos por imposición de los organizadores de pruebas (otro caso que conozco es el de una vez que se obligó a poner menos temperatura para no autorizar el neopreno porque cierta persona no se lo había llevado a la competición). Todo es tan groseramente patético.
No sé si voy a volver a competir en triatlón; en todo caso, es momento de desaparecer un poco del ojo público, de quedarme yo solo con la gente a la que importo y conozco en la realidad no virtual. Dejo estos meses en que me he flipado tanto y dejo de perder tiempo en blog y en redes sociales. Ese es el plan. Ah, también dejo, al menos simbólicamente aunque mi licencia este año sea con ellos, el Club Triatlón Almería. De competir este año en alguna otra competi volveré a usar mi mono rojo, con el que me estrené hace dos temporadas; me siento incómodo llevando un mono de un club que lo único que me ha aportado en los últimos meses son culebrones interminables a través de enfrentamientos en la lista de correo electrónico. Un club que ni siquiera sabía que yo competía en Bilbao y que, de haberme ahogado en el Nervión, ni se hubiera enterado. Esto es un toque egocéntrico que sobra, pero tenía que decirlo: los clubes, creo, están para algo aparte de recaudar fondos y hacer negociete.
Me voy de aquí con un mensaje que me llegó al móvil anoche. Quien lo escribió probablemente leerá esto; es un triatleta al que conozco poco pero al que entiendo porque tiene un enfoque independiente y outsider que me gusta. Bueno, pues que sepas (que sepáis) que ese mensaje (y algunos de los pintxos que comí en Bilbao tras la decepción) es lo mejor que me pasó el fin de semana. Lo reproduzco, y con eso cerramos, porque me sirve para poner un poco de luz en tanta sombra. Si no hubiera luz, esto no sería una entrada de Triatloneando: "No conozco a nadie con mayor disciplina que tú. Te he visto competir y entrenar a un excelente nivel... Reconozcamos que no estás teniendo suerte, pues hay que seguir buscándola. Un abrazo."
Así, alehop, nos plantamos en la mañana del sábado. Como la salida es a las 12.15 hay tiempo suficiente para desayunar con calma y preparar todo de manera relajada. Llueve. Llueve mucho. Pero sigo pensando que lo que no dependa de mí no debe quitarme ninguna energía. Me planto en boxes con todo un arsenal de ropa, que parecía un representante de ropa de ciclismo. Que si chaqueta de invierno, que si dos maillots, que si toalla, que si dos pares de calcetines. Todo organizado perfectamente en bolsas de plástico para ser utilizado cuando fuera necesario. Quien lea esto y no sea de por allí alucinará, pero la cosa en un triatlón en el Basque Country es así -lo del postureo de lucir musculamen con el mono minimalista se queda para otras latitudes. Es esa actitud, todo muy sencillo, todo bajo la lluvia, todo sin grandes estridencias, lo que me hace sentir cómodo en boxes. Pocas ruedas de perfil, bastantes acoples, muchas bicis buenas pero discretas -todo como muy normalizado: el enfoque vasco de la actividad física está naturalmente integrado en el paisaje urbano. La gente llega a este pedazo de MD en bici desde casa y con la mochila del Decathlon al hombro. Me gusta. Sí señor. Nada que ver con cómo me sentí en los boxes de Elche. Y, precisamente por eso, por lo que voy viendo a mi alrededor, luego me da más rabia no haberlo completado.Y luego está el público: también me da rabia no haber podido participar de ese público -recuerdo lo que me impresionó la gente animando en Maradonosti... En fin.
Se va acercando la hora. La salida es desde el agua. Hay que meterse en la ría y nadar unos 150 metros: el agua está fría pero llevo dos gorros y tapones en los oídos. Precisamente por los tapones apenas oigo esta vez el meeeeeeeeec de salida. Ahí estamos; acaba de empezar el Bilbao Triathlon. Muchos gorros verdes. Algunos palos. Mucho contacto. Toca bajar corriente abajo hasta el puente de la Salve, al lado del Guggenheim. El agua está fría pero me centro en nadar y ver pasar edificios. Creo que no voy mal. Puente de Zubi-Zuri. Y, sin darme mucha cuenta, puente de La Salve. El Nervión está, por momentos, cogiendo mucho cuerpo y mucha fuerza. Hay que girar en dos boyas y es ahí donde me doy cuenta de la magnitud del tema. No sé por qué, pero las boyas las veo en sitios totalmente distintos cada vez que levanto la cabeza o respiro. No sé si es la primera o la segunda. Se mueven: en todas direcciones, para arriba, para abajo y para los lados. Con algo de esfuerzo mental, comprendo que hay corrientes y que empiezan a pintar bastos. Con algo de esfuerzo físico giro y tiro para boxes. Juas juas. Para boxes. Queda mucho más de la mitad y todo es contra corriente. Hace media hora de la pleamar y el río está empezando a bajar con la rabia acumulada de días de lluvia y con muchas ganas de llegar al mar. Tal y como he oído que hay que hacer, me pego lo más posible al muro de la orilla y, chino chano, voy nadando. Voy en un grupo grande. Me da confianza saber que no se me va nadie y que vamos luchando contra la misma corriente. Zubi-Zuri. La cosa va cambiando. Cada vez pasan los edificios más lentamente. Cada vez se hace más duro. Pero bueno, voy animado. Animado hasta que en el puente del Ayuntamiento la corriente no me deja avanzar. Atrapado en un remolino, me quedo noqueado y agarrado a un pilar de los del murete. El grupo se ha desperdigado. Saco fuerzas de flaqueza y sigo nadando (nadando es una manera optimista de denominarlo). De repente siento que llevo las piernas dormidas. Las manos y los labios también. Miro hacia adelante y no doy crédidto. Las escaleras del Arenal se ven lejísimos todavía. En estas, Simón me ha localizado y no para de animarme: vamos David, vamos David. Al principio es un ruido de fondo, luego es un mantra que me hace no abandonar. Me paro en varias columnas. En una parada veo cómo trasladan a un triatleta en una tabla. Oigo sirenas y veo una barca de la Cruz Roja llena de gente con mantas térmicas. Destellos plateados. Tomo como referencia un edificio rojo con miradores blancos. No consigo pasarlo. No pasa. Demencial. Anclado en ese edificio, sigo haciendo como que nado. Uno (o varios) de los chavales de la organización, que van remando sobre tablas de surf se me acerca varias veces para preguntarme cómo estoy. No sé qué decir. Estoy aturdido. Cuando hablo, el chaval, me dice que si hablo castellano. De eso me acuerdo al día siguiente, pero puede dar una idea de cómo estoy: no sé ni lo que digo, no puedo ni hablar, estoy tiritando y nadando. Oigo que me dice si no tienes mucho frío, ya lo tienes hecho, son sólo 300 metros. 300 metros!!!! Aun así, sigo oyendo a Simón y a un montón de gente que, desde arriba, dicen vamos David. Pues venga, vamos: la cosa se complica porque me da un tirón en un gemelo. No me importa: quiero hacer este triatlón, quiero llegar a toda costa a la bici -la confusión mental es tan grande que me creo capaz de montarme en una bici. Llego a las escaleras -resbaladizas, llenas de lodo, subo y me dan una botella de agua. Veo que quedan algunas bicis en boxes y sé llegar a la mía. Un chaval de organización me pregunta que cómo estoy. Le digo que bien y, ahora, recordándolo, me veo como a bordo de una tremenda borrachera. Con la boca trabada. Empiezo a trastear bolsas y a tiritar. El chaval me sigue la corriente y me dice que si esa es mi ropa. Pensará que lo mismo hasta me he equivocado de bici. Me quita el neopreno y empiezo a caer del guindo. Se me viene a la cabeza una norma básica del tri: si alguien te ayuda en esos trámites, estás descalificado. Lo entiendo y, en dos décimas de segundo, lo asumo: estoy fuera, out, off. Bilbao Triathlon 2013 se ha acabado para mí.
El resto es un poco patético. Me meten en una carpa y me empiezan a masajear los pies. No soy capaz de quitarme el mono. Las manos no responden. De repente, sentado en una silla, rompo a tiritar a lo grande, como si se fuera a acabar el frío del mundo. En la carpa estamos varios. Y todos tiritando. Caras de desolación y tristeza. Somos tri-damnificados. En media hora o así, estoy en condiciones de recoger la bici y, con el rabo entre las piernas, irme al hotel a meterme bajo una ducha caliente.
Esta es la historia de mi sector agua en Bilbao. Claro, que hay mucho más. Las causas de mi historia y las de más de 100 atendidos por hipotermia o las de casi 300 abandonos en un triatlón de 700 participantes; y es que se habla del 40% de hombres y del 60% de mujeres. Hay quien, en estos dos días, se lo ha explicado todo en las redes sociales felicitando (zorionak a tutiplén) a la organización y diciendo que en el Basque Country el clima es así. Yo, desde aquí, quiero tambien felicitar a la organización: sobre todo por la suerte que han tenido de que no se haya producido una desgracia mayor. El límite entre 100 hipotermias y un muerto por parada cardio-respiratoria debe ser tan tenue que me desgañito en felicitarles por esa potra que han tenido en esta ocasión. A mi manera de ver, que no deja de ser la manera de ver de un triatleta patata y muy pardillo, hay varias cosas que llaman la atención:
-primero: la temperatura del agua no estaba para autorizar la natación; o, al menos, no para autorizar un recorrido de 1900 metros que, según, participantes garminizados tenía 2300. La temperatura del agua era, oficialmente de 13-14-15º -hay diversas opiniones. Mi impresión es que esa temperatura viene de las previsiones que Euskalmet había realizado dos días antes. La temperatura del agua, eso todos los sabemos (los finishers, los organizadores, los jueces y oficiales, los hipotérmicos incluidos) estaba a menos de 13º. Hay versiones apócrifas de declaraciones de un juez que dice que la temperatura del agua estaba a 11.9º. Demencial, ¿no creéis?
-segundo: el recorrido, organizado para más gloria de la dureza de la prueba y con un porcentaje del 70% contra corriente, es de juzgado de guardia; precisamente con esa temperatura del agua, pensar en un recorrido así (especialmente con el Nervión a tope por las lluvias) es dejar automáticamente fuera de juego a la gente que nade 1900 por encima de media hora. Si inviertes el recorrido o lo haces directamente todo con la corriente a favor, las cosas pierden épica posiblemente, pero ganan en lógica y en seguridad. Quien se escandalice por esta sugerencia, que sepa que el Ironman de Nueva York del año pasado fue todo con la corriente a favor. Estos americanos, que son unos blandos. Estas cosas tan centradas en la épica y en echarle huevos sólo pasan por esta zona del mundo (y no me refiero al Basque Country, sino a la Península entera).
-tercero: si los tiempos de corte existían, que sí exisitían (1 hora para el agua), ¿a santo de qué nos deja la organización terminar el agua cuando estamos ya en el entorno de la hora con visos de eternizarnos contra la corriente? Señores: el pundonor y la épica importan, claro. Yo estoy contento entre comillas de haber terminado el agua; pero si me hubieran obligado a montar en una barca me hubiera ahorrado un rato de tiritona...Y, a la postre, me hubiera sentido protegido por una organización y por una federación que cobran de los que tardamos más de 30' en nadar pero que deciden, mal organizan y disponen sólo para los que tardan menos.
-cuarto: hubiera sido un papelón grandísimo suspender o modificar la natación en un triatlón que estaba, ahora me doy cuenta, organizado como despedida de la triatleta Virginia Berasategui. Aun así: esta confusa mezcla de triatlón profesional y triatlón popular con muchos niveles es una bomba de relojería que, de seguir así, algún día terminará mal. No se puede promocionar el triatlón a nivel popular y permitir que gentecilla como yo, por muy federados que estemos, participemos en estas pruebas y, al tiempo, saltarse el reglamento de la federación y organizarlas con pretensiones de series mundiales. La burbuja del triatlón estallará algún día no muy lejano -cuando pase algo (que, de seguir así las cosas, seguro que pasa) y, cuando nos hartemos todos del negocio que se ha montado. Si haces negocio con 700 personas, creo que es básico pensar que un porcentaje importante nadará en más de 30 minutos -y más de 30 minutos con una temperatura más baja de 13º es peligrosa para el cuerpo. Incluso para los cuerpos serranos de Virginia o de Marcel Zamora o de los élite. En otras palabras: en el Tri de Bilbao no hubo 700 hipotermias el otro día porque un 60% de los triatletas inscritos nadan bien o muy bien. La reflexión es que es paradójico cómo han crecido las licencias e inscripciones de triatlón en las últimas temporadas, gracias en gran parte a triatletas populares y muy patatas que financiamos con bastante generosidad todo este circo, y cómo las pruebas y el discurso oficial van orientados al discurso de lo épico y a favorecer a los élite.
Bueno, esa es la crónica de lo que me pasó en Bilbao el otro día. Hablando de papelones, ahora me toca anunciar que no voy a volver a escribir más en Triatloneando. Este blog se inició en agosto de 2009: se empezó llamando Maratoneando: de Almería a Donosti. Tras la maratón de Donosti de aquel año decidí continuar con él y darle una orientación tipo diario para ilustrar mi progreso en el proceso de convertirme en triatleta. Casi cuatro años después, el recorrido llega al final. Me consta que la gente que leéis esto apreciáis el blog; muchos me apreciáis a mí también. Os agradezco la lectura y el apoyo y los comentarios. Me sorprende que hayáis encontrado en estas entradas una fuente de inspiración para vuestra vida deportiva y para otros campos de vuestras luchas diarias. Sinceramente, creo que tenéis mérito por poder encontrar inspiración entre tanto altibajo y tanta comedura de tarro. Pero los blogs deportivo-intimistas es lo que tienen... Además, para salirme un poco de las corrientes imperantes, he intentado siempre ser fiel a la realidad (la actividad física tiene sus dificultades) y ser fiel a mí mismo. Aunque el blog nunca ha tenido un volumen de tráfico como para soñar con patrocinios, este blog nunca ha ido de eso. Si de una cosa estoy contento es de haber sido siempre yo: en el deporte no le debo nada a nadie, por lo que he podido decir siempre en estas entradas lo que pensaba y tal como lo pensaba.
Por eso, ahora, cuando ya no encuentro que tenga nada interesante que decir, creo que lo mejor es dejar de desangrarme en público y pasar más a lo privado. Siempre habréis notado que, a pesar de las inclemencias, he intentado encontrar luz y moralejas positivas. No me encuentro, ahora mismo, ni con ánimo ni con disposición de animar a nadie a hacer deporte ni triatlón ni a calzarse unas zapas. Con todo lo que he oído y visto en los últimos meses, con cómo el triatlón ha pasado de ser una fuente de superación y de mejora personal a un accidente bochornoso en mi vida, no puedo, por desgracia, escribir entradas optimistas. Me parece justo para con los lectores, con el tri y conmigo mismo parar aquí.
El recorrido entre el puente del Ayuntamiento y el puente del Arenal es una metáfora de mi recorrido en el triatlón en estos últimos meses. Querer y no poder. Querer y esforzarse y no avanzar. ¿Una lucha titánica contra la corriente para llegar, por fin, a boxes? Sí. Pero no os confundáis: al final los boxes se convierten, no en calabaza esta vez, sino en carpa de atención sanitaria y en manta térmica. Verme tiritando y recién bajado de la tripatera me ha hecho recapacitar sobre todo este negocio, este mundillo en el que es políticamente incorrecto quejarse de fragrantes imprudencias como la del sábado por parte de la organización. Un mundo en que la corriente del negocio y la corriente de la dureza gratuita agitan la coctelera en que estamos metidos gente con ilusiones y con pretensiones de disfrutar de algo que, en principio, nos gusta. Un mundo en que los jueces se ven obligados a poner temperaturas falsas en los impresos por imposición de los organizadores de pruebas (otro caso que conozco es el de una vez que se obligó a poner menos temperatura para no autorizar el neopreno porque cierta persona no se lo había llevado a la competición). Todo es tan groseramente patético.
No sé si voy a volver a competir en triatlón; en todo caso, es momento de desaparecer un poco del ojo público, de quedarme yo solo con la gente a la que importo y conozco en la realidad no virtual. Dejo estos meses en que me he flipado tanto y dejo de perder tiempo en blog y en redes sociales. Ese es el plan. Ah, también dejo, al menos simbólicamente aunque mi licencia este año sea con ellos, el Club Triatlón Almería. De competir este año en alguna otra competi volveré a usar mi mono rojo, con el que me estrené hace dos temporadas; me siento incómodo llevando un mono de un club que lo único que me ha aportado en los últimos meses son culebrones interminables a través de enfrentamientos en la lista de correo electrónico. Un club que ni siquiera sabía que yo competía en Bilbao y que, de haberme ahogado en el Nervión, ni se hubiera enterado. Esto es un toque egocéntrico que sobra, pero tenía que decirlo: los clubes, creo, están para algo aparte de recaudar fondos y hacer negociete.
Me voy de aquí con un mensaje que me llegó al móvil anoche. Quien lo escribió probablemente leerá esto; es un triatleta al que conozco poco pero al que entiendo porque tiene un enfoque independiente y outsider que me gusta. Bueno, pues que sepas (que sepáis) que ese mensaje (y algunos de los pintxos que comí en Bilbao tras la decepción) es lo mejor que me pasó el fin de semana. Lo reproduzco, y con eso cerramos, porque me sirve para poner un poco de luz en tanta sombra. Si no hubiera luz, esto no sería una entrada de Triatloneando: "No conozco a nadie con mayor disciplina que tú. Te he visto competir y entrenar a un excelente nivel... Reconozcamos que no estás teniendo suerte, pues hay que seguir buscándola. Un abrazo."
miércoles, 15 de mayo de 2013
Nos vamos al Bilbao Triathlon: un decálogo, cuenta atrás y previo
Bilbao. Vamos, que nos vamos |
Más de dos semanas sin pasar por aquí.
Dos semanas sin pasar por mi deporconfesionario y sin contaros, a
quienes sea que leéis esto, mis entrenos y mis desvaríos
trireflexivos. Seguro que habrá quien haya pensado que he tirado la
toalla: nada más lejos de la realidad. La verdad es que, desde que
tuve mi encontronazo frente a mí mismo y el trimundo y mi cabeza en
Elche, las cosas se han calmado bastante. He seguido aprendiendo y
analizando lo que veo en mí y a mi alrededor y, sobre todo,
clarificando mi enfoque en cuanto a la práctica deportiva. Aquí van
algunas de las cuestiones aprendidas, así en plan caleidoscopio de
máximas, para quien tenga curiosidad. Creo que ya hablé de todo esto tras recuperarme del revolcón de Elche, pero me repito (espero que no demasiado) porque realmente, por tonto que os parezca todo este decálogo, estas revelaciones de perogrullo me han hecho crecer:
UNO -en el deporte, tú eres tú y tus
circunstancias personales y vitales
DOS -cuando la cabeza no va, lo demás
va aun menos
TRES -a quien debes rendir cuentas en
esto es a ti mismo -compárate sólo contigo mismo
CUATRO -no te dejes deslumbrar por
conocidos y redes sociales
CINCO -no te olvides de que todo esto es
un pasatiempo que te tiene que ayudar a aguantar las cosas feas de la
vida -no olvides el placer de la práctica deportiva
SEIS -no te olvides de que actividad
física es algo más que entrenar -cómo concibes la vida diaria (tu
alimentación, tus desplazamientos, tu ocio, tu trabajo, tus
relaciones) dice mucho de tu práctica deportiva
SIETE -si pierdes la motivación, intenta
hacer cosas por primera vez: el deporte es una continua fuente de
primeras veces
OCHO -pasa del negocio y de las
corrientes imperantes, sé tú mismo; no te dejes deslumbrar por el material -eres tú y tu cuerpo: confía en los dos
NUEVE -no te creas al 100 por 100 las
frasecillas de motivación que circulan por ahí; tampoco te creas al 100 por 100 a los
gurús y pseudogurús deportivos -aquí casi todo el mundo defiende
algo por interés económico
DIEZ -respeta tus ritmos y tus etapas
-descansa, escucha a tu cuerpo, no te saltes ninguna fase
El caso es que
estas últimas semanas (mientras conocidos más o menos cercanos completaban retos de escándalo como los 101 de Ronda, el TriIberman MD, el IronCat y diversas carreras populares, que para gustos colores) he seguido entrenando de manera más
tranquila. Gracias a los consejos del amigo Iker (os recomiendo su
blog Correr no es de cobardes si aún no lo conocéis, y os dejo una frase suya, muy sencilla, pero que realmente me ha cambiado el chip en mi acercamiento al entreno -los entrenos se adaptan a la vida y no la vida a los entrenos); gracias a Iker, digo, he completado algunas de las mejores semanas de entrenamiento de este año, llenas, tal como a mí me gusta, de primeras veces: ahí está mi primer 100 en piscina a 1'48'', o mi salida más larga en bici hasta ahora (107 kms), o mi media más alta en un entreno largo de bici (30,3 km/h). Han sido semanas complejas, con la cabeza laboralmente muy confusa y muy aturdida (el lunes decidí que este curso está siendo mi annus horribilis laboralis) y llena de comeduras de tarro y de intranquilidades (la enfermedad de mi madre, permanentemente en un rincón de la cabeza, parpadeando) -sin embargo, creo que he disfrutado de los entrenos bastante y, lo que es mejor, me han servido para olvidarme de lo que no es de color rosa. De alguna manera, algunos de esos ratos entrenando me han servido para realizar esa sutura tan difícil entre lo que pasa y lo que debería pasar; entre la realidad y el deseo.Así, casi sin darme cuenta, me he plantado en la semana del Bilbao Triathlon, el que (si no hay gatillazo de última hora) será mi decimotercer tri y el primer MD de esta temporada. Supongo que, en semanas así, lo mejor que se puede hacer es dejarse caer sin muchas estridencias -poner el piloto automático e ignorar las mariposas en el estómago. Confiar en la preparación que se ha realizado (ya sabéis, los deberes hechos) y sobre todo, centrarse en dos pensamientos de perogrullo: primero, que lo que tenga que pasar pasará y, segundo, que esto se hace por gusto, ni más ni menos. Previsiones meteorológicas complicadas y un viaje complejo desde Almería a Bilbo: dependiendo de con qué gafas se miren las cosas, las dificultades y engorros se pueden contemplar como nuevas fuentes de primeras veces, nuevas oportunidades para crecer en esto. Mi primer viaje en avión facturando a mi Trek. Posiblemente mi primer triatlón con condiciones meteorológicas un poco complicadas. Vamos.
martes, 30 de abril de 2013
XIV Triatlón de Fuente Álamo: vuelve la magia con el poder del 555
La cara, el espejo del alma. A por la bici... |
Bueno, Fuente Álamo es un triatlón con solera. Uno de los de mayor tradición en la península y con una organización realmente cuidada. La atención a los triatletas es exquisita gracias a todo un ejército de voluntarios y voluntarias que se ocupan de las comidas, de los dorsales, de los boxes, del tráfico, de todo. A mí personalmente lo que más me gusta de este triatlón es el ambiente popular que tiene -no nos confundamos, acude gente muy muy buena y tiene mucho prestigio, pero, de alguna forma, no intimida a los triatletas patateros como yo. En otras palabras, no existe postureo, bien sea porque en un sprint no da tiempo a figurar demasiado o porque la normativa para la distancia no permite ciertas extravagancias estéticas, mecánicas o de indumentaria. Otra cosa que me gusta mucho de este triatlón es el recorrido de bici: acostumbrado a recorridos a 4 o 5 vueltas por avenidas o carreteras con escaso encanto, el sector bici de Fuente Álamo es un lujo. Primero porque, en realidad, vas desde los boxes del Puerto de Mazarrón hasta los boxes del pueblo de Fuente Álamo por una carretera bastante bonita, entre vegetación mediterránea y un paisaje muy chulo. Segundo, porque son 24 kms interesantes, con un desnivel de 355m y con un puerto gracioso de subir.
Lo que no me gusta de Fuente Álamo es la hora de salida. Quizás algunos lo verán como uno de sus encantos, pero el hecho de estar todo el día entre compis triatletas, comentando y compartiendo batallas (hasta yo comparto las mías propias con el poco recorrido que tengo en este mundo) y pronósticos que suenan a maldiciones bíblicas (a las 6 va a llover), todo este rato tan largo contribuye a que, a las 5 de la tarde estés con una presión psicológica que puede acabar o muy bien o bastante regular. Luego está el tema meteorológico: está claro que, según avanza la tarde, las posibilidades de olas o de complicaciones son mayores. No soy nadie para decir esto pero, si de mí dependiera, este triatlón se hacía a las 12 del día -para terminarlo justo a la hora de tomarse un buen caldero murciano. Claro que sí.
El caso es que, tras llegar a Fuente Álamo con Simón, que esta vez aparte de fotógrafo también hizo de chófer, después de coincidir con la nutrida representación almeriense, después de recoger dorsal, dejar la bici en el camión que la bajaría a los boxes de Mazarrón, después de marcarme bracillo y pantorrilla con mi estupendo dorsal impar (555, el poder del 5), después de comer en el cole del pueblo y después de dejar las zapas de correr en boxes, después de todo resuelto, nos bajamos para Mazarrón. Al llegar no doy crédito: el mar, a las 3 de la tarde, está hecho una balsa, aunque, como me conozco yo las historias del mar, estoy como un puntito escamado. Tal y como me dice uno de los oficiales que está en boxes -en dos horas la cosa puede cambiar mucho. Y bueno, la cosa no llegó a cambiar mucho, pero tampoco se quedó igual. Es como si, todos los años, en este triatlón tuvieran que hacer alguna aparición estelar Eolo y Neptuno para ponernos a prueba. Pues eso: que si me pongo el mono nuevo del club, que si vaselina, que si neopreno, que si a probar el agua (que, por cierto, está buenísima), que si socialización para acá y socialización para allá -aprovechando para darle la brasa a todo el mundo y contarles el rollito de que he aprendido mucho en dos semanas y que nunca voy a hacer nada deportivo que realmente no me apetezca (qué pesao que es este, pensará hasta el más pintao). Así las cosas, la hora de mi salida llega: las 17.25 y, cómo no, suena el bocinazo. Meeeeeeeeeeeeeeeeeeeeec. Lo más sorprendente es, quizás, que no recibo ni un solo palo. Salida tranquila y, tras 20 metros de ansiedad de la normal, me instalo en un ritmo que para mí no es malo y me centro en relajar respiración y soltar ansiedades. No voy nadando mal, me voy gustando y, cuando alargo la brazada, me parece que hasta deslizo con elegancia y avanzo más. Se ven las algas del fondo y se ve, también, que el mar se está poniendo más interesante. Primera boya. Rodeo y, a por la segunda; el mar, definitivamente, se está poniendo gracioso. Lo bueno es que, desde allí, la única posibilidad es continuar. Ya no hay remedio. Boya, boya, boya y, cuando me quiero dar cuenta, estoy en la segunda y con mucho sabor a mar en la boca -se me había olvidado la sensación de lengua salada en un triatlón. Rodeo y a por la playa. Al pasar la segunda boya me pasan dos o tres gorros verdes de la última salida, que han empezado 5 minutos despés que los amarillos como yo -cómo nada la gente. Hasta me da tiempo de tener envidia. Pero bueno, no es momento de darle al coco. Es momento de tirar para el arco de llegada. Estirar brazada, deslizar, algas abajo y el mar que, seguramente, en media hora más se pone insoportable. Llego a la playa y me invade una alegría indescriptible -he conseguido abrir la temporada y he roto el maleficio del agua de 2013.
He salido del agua en 16'36''; para mí no está mal; no importan tiempos, importa que estoy en boxes y tengo que coger la bici. Transición malísima, casi tres minutos para ponerme calcetines, calzarme zapas y demás (definitivamente, tengo que mejorar el tema de las transiciones: tanto que mejorar). Bueno, con la euforia del logro acuático me perdono la lentitud y salgo con alegría. La alegría en la bici me dura poco -el primer kilómetro, en paralelo al mar, nos pone en nuestro lugar. Se ha montado un buen cristo meteorológico -ni rastro de sol, nubes muy amenazadoras y un viento que tiene poco de brisa: debe andar por los 30 km/h; el viento, porque yo empiezo a perder velocidad enseguida. Voy en un grupo durante un rato -al grupo se une muchísima más gente y se producen unas cuantas situaciones de peligro con alguna caída incluida. Improperios y tonterías varias que se escuchan en un pelotón así. Detalles feos. El grupo se desperdiga porque, en seguida, comienza el ascenso al puerto de La Cuesta (los topónimos murcianos son así de transparentes). Con mi compact voy a plato gran parte de los 10 kms de subida. Hasta que digo, hasta aquí hemos llegado y meto el plato pequeño; empiezo a subir piñones y, en una de estas, me doy cuenta de que no me falta nada por meter o sacar, como prefiráis. No quedan más piñones. Menos mal que el fin del puerto llega enseguida. Ahora toca bajar y subir la media. Tras dos o tres curvas un poco peligrosas, el resto es bajada fácil y disfrutable -se monta otro grupo interesante y la carretera se va acercando, entre campos de alcachofas, al destino. Rotondas y alguna marrullería (un triatleta que atrocha por una rotonda y se justifica gritando que es que si no se le va el grupo y se queda solo, pura psicodelia, vamos). Quedan como 6 kms y empieza a chispear. Pero cuando quedan sólo 4 el chispeo se ha convertido en diluvio puro. Diluvio de dimensiones bíblicas -al menos eso le parece a mis gafas que no me dejan ver casi nada de lo que tengo delante. Gafas, casco, bici, manos, zapas: todo empapado. Nunca he ido en medio de un diluvio así a 35 km/h pero me digo que mejor terminar estrellado que ahogado en un campo de alcachofas. Después de todo, queda un kilómetro, entramos en Fuente Álamo. Boxes-piscina: termino la bici a una media de 27 km/h. Regular. Compruebo lo que me temía: mis zapas de correr están completamente inundadas, pobreticas. Echo a correr, tras perder otra vez más de dos minutos en boxes. No veo nada. Debo de llevar una pinta muy elegante con las gafas estas pero opto por subírmelas ante el riesgo de estrellarme contra cualquier esquina. Bendito buff, hoy me sirve para sonarme la nariz y limpiarme las mocarreras. Voy chof chof chof con los pies empapados. El recorrido, además, tiene algunos momentos verdaderamente emocionantes entre barro y charcos salvajes. No voy corriendo nada cómodo y sé que ando más lento que mi ritmo normal -voy un poco pasado de rosca acusando los entrenos de carrera a pie de la semana. Da igual. Estoy contento. Se me hacen cortos los 5 kms -bueno, se me hacen como lo que son: 5 kms. Entrada en meta con cierta gracia en 1h38'27'', puesto 382º de la general (de 637 llegados) y 36º de mi categoría (de 80).
agua: 16'36'' (promedio de 2'22''), puesto 524
bici: 56' (promedio de 26,8 km/h), puesto 344
pie: 20'47'' (promedio de 4'09''), puesto 243
Vuelvo a sentir el tremendo chute de endorfinas que se siente al terminar un triatlón -esta vez por duplicado porque me he conseguido quitar la espinita de Fuente Álamo y porque he abierto la temporada 2013. De todos modos, tengo frío y estoy un poco con la pinza ida -en seguida recupero el contacto con la realidad y empieza el tercer tiempo. Más socialización: ahí aparece @ManuSanchez_92, un chaval que conozco por Twitter y que derrocha ilusión en la cara porque acaba de terminar su primer triatlón (enhorabuena). Ahí me voy encontrando con todos los del club con los que había empezado la tarde: Ramón, Pepe, Jose, Domingo, Esteban, Paco... Nos vamos reencontrando y en algunos abrazos aprecio el verdadero calor de quienes se alegran de verdad de que haya remontado el bajón este de algunas semanas. Barra libre de fruta: avituallamiento de lujo y el cielo que se prepara para seguir demostrando que él también es triatleta. Cada vez tenemos más frío. Tiritona intensa y a esperar que abran boxes. Los boxes-piscina se han convertido en un barrizal. Por fin, tras más de media hora larga de espera y tiritar, los abren y allá que nos lanzamos desesperados a sacar bicis y a quitarnos el frío de encima. En estas que, otra tricoincidencia, me encuentro con @josefdelajungla -otro viejo conocido de este blog y de Twitter. No hay tiempo para mucha charla porque la urgencia es sacar la bici y entrar en calor. Me encuentro apelotonado en un pasillo de barro -están controlando la salida y empieza a diluviar otra vez. Esto no tiene nombre. Nervios y escena un poco patética. Consigo salir de boxes y me instalo bajo una cornisa: sigo tiritando y con las manos moradas de frío. Cosas para olvidar después de haber hecho un triatlón épico como este, pero quizás la organización debería haber previsto unas mantas térmicas de esas que dan en otras carreras o un avituallamiento caliente. Algo.
La conclusión de la crónica es que sí, claro que vuelve la magia. Lo sabía, pero no estaba de más confirmarlo. Terminas el primer tri de la temporada y estás otra vez en circulación. Te da igual ser mejor o peor -pero sabes que estás ahí y que has disfrutado y que has recibido tu chute y que esto te ayuda a lidiar con las cosas feas de la vida. Sabes que estás ahí y que el triatlón estará también por ahí, unas veces más cerca otras más lejos, pero por ahí. Y no te importa residir en la periferia del mundillo porque, al fin y al cabo, has vuelto a recuperar el gusto y la emoción por esto. Y Fuente Álamo, además de devolverte el gustillo, te regala una revelación: el encanto de esto, al menos para los populares como yo, creo que reside en esta eterna tensión entre sentirnos vulnerables y, a la vez, inmensos y poderosos. Sentir que no vamos a ser capaces y, cuando lo somos, sentirnos un poquito más grandes. Es una tontería dedicar un puesto 382º en un triatlón, pero, da igual, este os lo dedico a quienes habéis estado ahí estas semanas tontas -ya sabéis quiénes sois. Un abrazo.
viernes, 26 de abril de 2013
Siete moralejas post-bajón -post exclusivo para deportistas reflexivos
Continuar aprendiendo |
¿Cuánta de la magia que se esfuma acaba volviendo? ¿Cuántas predicciones meteorológicas se acaban equivocando? ¿Cuántos castillos-temporadas se conquistan teniendo paciencia y esperando? Vuelvo por el blog como si no aprendiera -vuelvo por el blog justo en la víspera del tri de Fuenteálamo: el segundo en mi calendario de 2013 y en el que, en 2012, me retiré por el temporal y el oleaje. ¿Volvemos a las andadas? Aquí me tenéis exponiendo mis debilidades de nuevo al público y, como si no hubiera tenido suficiente con Elche, arriesgándome a ciber-gafarme. No aprendemos, no.
Aunque bueno, en los últimos doce días sí he aprendido cosas. De hecho, creo que, en este día pre-Fuenteálamo, tengo necesidad de escribir una entrada por eso, porque me apetece compartir lo aprendido para que lo aproveche gente que se inicia en esto o gente que, ya iniciada, a veces se pregunta cómo funciona esto de una vida de largo recorrido en el deporte popular.
La primera moraleja: No por mucho correr se llega antes a los sitios. Sin duda, disfrutar y consolidar etapas son dos grandes ayudantes a la hora de lograr metas, cumplir retos, conquistar desafíos. En mi caso, el reto del fin del mundo (por el que, en parte, sigue existiendo este blog) consiste en realizar un triatlón distancia Ironman para celebrar mi 50º cumpleaños, para lo que quedan todavía muchas temporadas (bueno, según se mire no tantas). Mi objetivo este año era consolidar la media distancia. Creo que soy un fondista nato, pero: ¿se puede aspirar a consolidar ese tipo de distancia en una tercera temporada de tri? ¿no debo antes solucionar otras cosas como por ejemplo mi malísima natación? A mi alrededor veo gente que se salta etapas, que debutan en triatlón con medias distancias, que hacen un Ironman sin haber nadado en la vida en el mar... Son decisiones personales, pero creo que, a no ser que seas un portento físico y deportivo, el saltarse etapas suele ser fuente de problemas.
Segunda moraleja: El deporte crea damnificados físicos y mentales. El deporte es fuente de salud, de inspiración moral y psicológica, de valores, de belleza, de tantas y tantas cosas positivas. Sin embargo, en este 2013 miro a mi alrededor y constato que hay bastantes casos de personas que están o bien lesionadas o bien con algún problema de ánimo relacionado con el deporte. Lo que me lleva a pensar que el carro de entrenamiento de alta intensidad al que nos hemos subido una gran parte de populares exige un cuidado extra de mente y cuerpo. Sin buena alimentación, sin buenos estiramientos, sin buenas precauciones, sin una vida mentalmente ordenada, esto acaba por reventar por algún lado.
Tercera moraleja: No somos deportistas profesionales. De alguna manera, esto se deriva de lo anterior -el caso es que uno ve vídeos super motivadores en Youtube: que si mi vida está hecha de entrenos, que si impossible is nothing, que si Jan Frodeno somos todos, que si para arriba y para abajo. Al final, si no te tomas todo ese material con cautela, la inspiración se acaba volviendo en tu contra. No. No somos profesionales. Tenemos mucho mérito; casi tanto como ellos (a veces diría que más), pero no somos pros. Y, lo que es más importante, hay muchas cosas que (al menos para mí) sí son imposibles -aun con esfuerzo, aun con trabajo duro, aún con sudor.
Cuarta moraleja: Existen límites, por suerte o por desgracia. Esto es así: y esta es la moraleja lógica derivada de la anterior. Claro que existen límites. Hay todo un colectivo de deportistas populares por ahí que andan desafiando al límite; buscan el limite como si, de alguna forma, no existiera. Como si no existiera, juas. Me río yo. Cada uno debe conocerse a sí mismo -creo que esto es uno de los grandes regalos de practicar deporte con asiduidad. A través del deporte uno se conoce y también conoce sus límites, lo que le funciona y lo que no, lo que se puede mejorar y lo que no. Reconocer miedos, límites, limitaciones puede ser un inicio hacia la mejora. Por desgracia, hay habilidades, tiempos, ritmos que, llegado un punto, no mejoran más -esto es importante asumirlo. Esa es una premisa que hay que entender y saber llevar en este negocio.
Sexta moraleja. Las travesías del desierto se hacen en solitario. Por desgracia, recuperar la ilusión perdida, orientarse en una actividad fascinante que por un momento ha pasado a dejarte frío, encontrarse a uno mismo es algo que uno debe hacer solo. No hay consejos. No hay ayudas. No hay modelos. Creo que yo voy encontrando mi propia ruta. Creo que, tras unas semanas en que los entrenos no significaban más que pereza para mí, voy encontrando mi sitio de nuevo en el asfalto. En los días post-Elche he tenido entrenos memorables: algunos compartidos, otros en soledad. Correr con lluvia anoche o hacer el domingo pasado mi ruta de bici más larga hasta el momento (107 kms) por parajes verdaderamente bellos han contribuido a que recupere sensaciones mentales y a que me quede sorprendido por lo que disfruto con todo esto.
Séptima moraleja: La cabeza y las emociones son tan importantes como el cuerpo (o más). En el deporte hablamos mucho de entrenar el cuerpo, de hacer series, de nuestro VO2max, de nuestras pulsaciones por minuto, de kilocalorías, de watios, de cadencia, de potencia, de platos y piñones, de revoluciones por minuto, de músculos, de pesos y cargas, de brazadas y técnica, de mejores marcas personales, de disparos de salida y chips que pitan al entrar en meta, de ayudas ergogénicas, de hidratos y proteínas, de exigencia de oxígeno en la recuperación post-ejercicio. Tantas y tantas cosas. Pero qué poco nos atrevemos a hablar de emociones, entreno mental y miedos. Y, paradójicamente, somos emociones tanto como somos fuerza y cuerpo. Sin emociones, sin un estado mental adecuado, no somos nada. Sin superar miedos, sin cuidar nuestra motivación y nuestro estado emocional con tanto mimo como nuestros músculos no somos nada. Y eso no se puede negar. Yo, al menos, no lo puedo negar.
Bueno; pues un triatleta del club me preguntaba ayer que en qué fase estaba. Creo que estas moralejas que he escrito resumen muy bien la fase en que estoy. Dispuesto a seguir y dispuesto a seguir siendo yo mismo y dispuesto, sobre todo, a seguir aprendiendo. Y sobre todo con varios convencimientos en la mochila:. ser yo mismo y ser independiente es una premisa irrenunciable en mi planteamiento deportivo. Tan importante como este otro principio: jamás voy a hacer algo en el deporte que no me apetezca de verdad. Tan importante como esta intución: el pánico y el miedo tienen cura siempre que estemos con las emociones y estado mental adecuados. Manos a la obra. A otra cosa.
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