Apurando las últimas horas de 2013. Un día de Nochevieja que, por primera vez en mi vida, paso en Almería. Un día de Nochevieja sin correr la San Silvestre de Getafe. Un día de Nochevieja que echa el cierre al peor año de mi vida. El año en que perdí a mi madre, el año en que tuve que parar toda actividad física durante varios periodos. El año en que me di cuenta de que, contrariamente al mito extendido entre deportistas populares, el deporte no sirve para solucionar los problemas importantes de la vida. El año en que reconfirmé que vivir en el extrarradio del triatlón es un sinsentido -el año en que me di cuenta de que el triatlón consiste precisamente en huir del extrarradio y en evitar los temas problemáticos y dolorosos y las medias tintas. El año en que llegué a pesar 62,9 kg, cuatro más de mi peso habitual. El año en que casi nadie se dio cuenta de que mi problema no era la natación o el ambiente intimidatorio del mundillo triatlético, sino algo mucho más importante. El año en que me quedé en la cama en un hostal de mala muerte, en vez de irme a la línea de salida de un media distancia; y, creedme, no fue por miedo a las olas o a no hacerlo bien, sino por presentir la angustia ante los meses de precipicio que se le venían, se nos venían encima. El año en que me di cuenta de que algo debía estar haciendo mal cuando me vi, atrapado en una ría gélida, combatiendo a bordo de un submarino llamado hipotermia, en vez de estar visitando a mi madre y regalándole un fin de semana de los que ya tenía asignado un número finito. El año en que me desencanté totalmente y me harté de clubes, organizadores y negocios varios. El año en que me tuve que recomponer varias veces buscando mis raíces y comienzos en el deporte -recomponerme sobre los restos del naufragio y sobre la certeza de ver que la batalla se iba a perder en cuestión de meses o semanas; recomponerme corriendo contra el calor y los adoquines durante una escapada a Lisboa; recomponerme corriendo y recorriendo Polvoranca bajo unas temperaturas de Madrid Sur en verano. Corriendo, recorriendo, recomponiendo e intentando, a golpe de zancada y de puritita rabia, convencerme de que metiendo kilómetros y más kilómetros, a lo loco, sin objetivos, estaba no sólo buscando un rayito de lucidez y paz mental sino también apuntalando una vida. Pues sí, 2013: el año en que después de estar un mes exacto sin hacer nada, nada de actividad física me sorprendí devuelto a la casilla menos treinta, ni tan siquiera a la casilla de salida. El año en que no he vuelto a ir a la piscina porque me avergüenzan los michelines y porque no estoy seguro de querer ir a la piscina. El año en que no volví a tocar la bici de carretera desde el mes de junio. El año en que, un día del mes de diciembre, entre encinares y campos escarchados, me sorprendí corriendo y quitándome el volumen del i-pod porque se me saltaban las lágrimas ante este paisaje de aquí abajo.
Sí, 2013: el año en que, otro día de diciembre, me sentí estupendo porque había conseguido hacer un rodaje de 12 kms a 4'24''. El año en que me dolió casi todo y comprobé que el deporte popular no es un analgésico. En fin, un año gris, para olvidar, que termino con muy pocas competiciones (tres carreras, un duatlón y dos sprints) y los siguientes números:
agua: 122000 metros
bici: 1370 kms
carrera: 1434 kms
Sí, sé que es ridículo hurgar y meter el dedo en la llaga. Sé que es ridículo reflejar unos números tan mediocres que a nadie le interesarán. Pero bueno, este blog, aparte de mi paño de lágrimas, mi talismán de motivación y mi cuaderno literario, es mi diario de entrenamiento. Y todas las Nocheviejas de los últimos años me he sentado a escarbar y a hacer balance. Esta, aun siendo la más dura que he conocido, no podía ser menos. Pero bueno, lo mismo estáis pensando que ya hay que pasar página...
Sí. Sin duda: en unas horas estamos en 2014. Y ¿qué queda para 2014? Pues en principio continuar rehaciéndome. En los últimos días se me ha metido algo en la cabeza: no descarto nada, no descarto volver a hacer triatlones, no descarto volver a mi idea de un ironman para celebrar mi 50 cumpleaños. Queda mucho para eso: pero ahora, lo que se me ha metido en la cabeza es que debo hacer el mismo recorrido que hice años atrás. Estoy sintiéndome cómodo, por fin, con la carrera. Las primeras semanas de noviembre fueron un cúmulo de horribles sensaciones: correr a 5 el kilómetro cuando se está acostumbrado a otras florituras es poco menos que una afrenta que te hace el cuerpo, un insulto. Ahora eso ha quedado atrás. Pero necesito seguir volviendo a sentirme yo. Suelto en la carrera, con rutina, con agilidad. Necesito seguir perdiendo un poquito de peso (ya me he librado de un kilo) y, cuando me vuelva a reconocer en el espejo y en la cabeza, volver a nadar y a montar en bici. Preveo volver a competir en el Trail de Cabo de Gata y en la Media Maratón de Málaga. Un buen maratón en el otoño y, todo lo demás, será un regalo extra. Sin descartar nada; de momento, como digo, volver a ser yo mismo. Bueno y, seáis quienes seáis los que leéis esto: desearos un feliz 2014. 2014 y palante!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario