¿Dónde está Wally? |
No os extrañe entonces: llegué a Marbella el sábado por la tarde con una gran ansiedad. Con la cadena y los piñones de la bici tan relucientes que parecían nuevos (cosas de los mecánicos profesionales) y, cómo no, con la idea de que no hay dos sin tres. Mucho más cuando las olas del Paseo Marítimo y de la Playa del Faro en Marbella tenían una fuerza que se empeñaba en ser, cuando menos, curiosa. Nervios, nervios y más nervios: dos cervezas en la noche previa a una competición son la prueba fehaciente de que no me lo acababa de creer.
Pero bueno, las horas pasaron y hubo que llegar al Paseo Marítimo de San Pedro de Alcántara. La hora de la salida de los federados masculinos había sido retrasada hasta las 11.45 -un inciso: comprendo que en un circuito ciclista a 5 vueltas conviene dejar a cuanta menos gente corriendo a la vez como sea posible, pero ¿no parece un poco arriesgado comenzar un triatlón en el Sur de España a esas horas y terminarlo con 32º pasadas la una de la tarde? ¿no parece arriesgado que en el avituallamiento de la carrera a pie escasee el agua o, directamente, no haya? Como decía, la salida se había retrasado, por lo que desde las 9 hasta las 12 menos cuarto tuve tiempo de meditar y remeditar lo ya meditado, de concentrarme y de desconcentrarme, de socializar y volver a socializar con todos los conocidos de Almería... Jose Andrés y Pepe, Alicia y Paco, Antonio, Luis y David, y, cómo no, Simón en el papel estelar de fotógrafo y utillero pro.
Entre tanta meditación y socialización, salen las chicas -el mar no pinta mal. Oleaje escaso por decir algo. Pasan los minutos. Me pongo el mono -estreno y puesta de corto con mi mono del Club Triatlón Almería. Neopreno y, por supuesto, nos vamos en dirección a la salida. Chapuzón para comprobar que el mar está practicable y para testar de primera mano los pedrolos que adornan la entrada y la salida de la playa de San Pedro. Cámara de salida; instrucciones técnicas y, de buenas a primeras, bocinazo. Pedrolos. Vamos para el agua y empiezan los palos. No entiendo por qué nos damos tantos palos -no somos tantos. La primera boya se ve estupendamente y yo, sin saber por qué y, a la vez, sabiéndolo, me acuerdo intensamente de mi padre. Giro sin problemas y empieza el recorrido paralelo a la costa. El grupo está ya totalmente deshecho y nado con poquitos más. A pesar de eso, siguen los palos -un menda me empuja de costado y me dan ganas de hacerle una ahogadilla y matarlo o, por lo menos, sacar la navaja suiza y rajarle el traje. Llegamos a la boya intermedia. El mar, aquí, engaña: parecía que no, pero el recorrido es un continuo sube y baja que me hace preguntarme si voy a necesitar una biodramina cuando llegue a la playa. Claro, que todavía no he llegado a la playa -la tercera boya se hace esperar y con el trajín y sube y baja de las olas se deja ver poco. Al final llega, giro y sólo queda apuntar para el arco de salida y, una vez en la playa, echarle mucho arte a esquivar los pedruscos. Estamos fuera del agua -vamos para T1.
Faltan todas las bicis de mis compis de club y veo que voy, como intuía, el último del grupo almeriense. Me lo tomo con calma como en todas las T1 de mi historial: neopreno que se atasca, calcetines, casco, buff y gafas. Zapas y bici. Vamos a rodar. Cinco vueltas a un circuito con sus dos repechos curiosos y sus giros de 180º y rotondas. Consigo ir a un cierto ritmo pero voy más solo que la una. Me cruzo y me pasan varias veces grupetos de triatletas que van no como un tiro, sino como un arsenal completo.
El triatlón y el cicloturismo van de la mano |
Entrando en meta: no sin mi buff!! |
-agua, 16'49'' (puesto 146)
-bici, 40'35'' (puesto 147)
-carrera, 16'47'' (puesto 29)
De todo se aprende, sin duda. Y de este triatlón he aprendido que me queda mucho por seguir aprendiendo. Cosas que ya sabía, como que voy muy flojo en bici y que es, precisamente ahí sobre el sillín, donde se pueden sacar buenos tiempos. Que tengo que pulir el tema de las transiciones, eso también. Que sigo corriendo bien. Vamos, las cosas de siempre. Pero lo más interesante que he aprendido esta vez es que el chute de adrenalina y de endorfinas que me produjo el triatlón de ayer todavía me dura a estas alturas de la noche del lunes. Y eso, sin duda, es síntoma de que me gusta hacer triatlones. Así, reconciliado conmigo y con el triatlón, me quedo esta noche.