viernes, 23 de marzo de 2012
¿Es el deporte una religión?
Quienes me conocéis sabréis que no soy religioso. Sin embargo, desde que el otro día vi este video en el blog del gran Josef Ajram, no paro de darle vueltas a la preguntita: ¿es el deporte una religión? Pudiera parecerlo por los miles de practicantes que siguen ceremonias varias, que creen en lo que hacen, que comparten actos de fe variados. Después de todo, creo que la religión surge en la historia de la humanidad para ahuyentar y tratar de explicar de manera cómoda el final al que todos llegaremos un día -y en este sentido, el deporte es también una manera de tratar de esquivar el paso del tiempo, la mala salud, las angustias de la vida diaria. Hace poco leí no sé dónde que la religión da dignidad a hombres y mujeres. Dudo mucho que las religiones que conocemos como tales sean capaces de eso -no necesito dar muchos detalles de por qué pienso así (mejor me remito a cualquier rueda de prensa de la Conferencia Episcopal o a cualquier noticia relacionada con leyes basadas en códigos religiosos que son lo opuesto a la dignidad humana o a cualquiera de las guerras de religión en que nos hemos embarcado en las últimas décadas). Sí veo, sin embargo, que el deporte sí puede ayudarnos a alcanzar esa dignidad. Y lo digo sin ánimo de pontificar: me maravilla la fascinación que el deporte y los que practicamos actividad física despertamos en los que no la practican. Me encanta tratar de explicarles lo que hay detrás de nuestra práctica. Y este video, con el lema de en esta religión no hay vacaciones, me ha gustado igualmente porque captura mucha de la filosofía que llevamos dentro -y, cuidado, no intento decir que no haya otras maneras de mejorar en tu dignidad humana (afortunadamente, hay tantas). Dignidad: tener objetivos, centrarte en ellos, perseguirlos y disfrutar del camino. Un camino en que, en muchas ocasiones, te sentirás bien. En otras tendrás dudas y momentos grises. Sea como sea, siempre te sentirás único: de la misma manera en que, viendo el video, me he visto a mí mismo corriendo bajo una nevada en Vilnius con 5 grados bajo cero y pisando nieve virgen. Me he visto haciendo el último entreno de velocidad antes de la Maratón de Málaga bajo una increíble tromba de agua. Me he visto corriendo contra vientos de poniente fieros empeñados en mandarme toda la arena de la playa (y del mundo) a la cara. Me he visto en una carretera de Segovia en mi Trek bajo una tormenta de verano. O, también, corriendo en verano con calores intensos que te hacen pensar en que, irremediablemente, te tiene que gustar correr para sudar así. O pocos minutos antes de un triatlón con el neopreno puesto refugiándome de la lluvia en la entrada de una cafetería. O participando en tantas y tantas ceremonias oficiadas al son del disparo de salida. Me ha gustado volver a recordarme en esos trances y sentirme un poco como el runner del video, miembro numerario de una de las mejores religiones de la historia. Esa en la que, por suerte, no hay vacaciones.
martes, 20 de marzo de 2012
I Duatlón Ciudad de Almería: duatloneando por primera vez
Bonita foto de mi estreno en duatlón (gracias, Simón) |
Por otro lado, una de las cosas que más me gusta del deporte es la oportunidad que nos brinda de hacer cosas por primera vez: la oportunidad de reinventarnos y empezar de cero tantas veces como queramos. Crearnos, re-crearnos. Y ayer, me re-creé sin duda, pues tocaba competición novedosa en mi historial: Almería estrenaba duatlón y yo me estrenaba en esta modalidad. El aprendiz de triatleta rizaba el rizo y se convertía en aspirante a aprendiz de duatleta. Y es que tenía curiosidad por comprobar en directo lo que suele decir la gente de los duatlones: ya se sabe, pura adrenalina, cómo va la gente en los duatlones, super explosivo... El I Duatlón Ciudad de Almería, muy bien organizado por cierto, estuvo a la altura de mis expectativas y no me cupo ninguna duda: mucha gente va muy preparada a los duatlones. Ahí que se sale a por todas y se intenta hacer lo mismo hasta el final. Mis resultados fueron modestos y me pusieron de manifiesto lo que ya sabía: bici, bici, bici. Eso necesito -sigo viviendo de mis rentas en carrera a pie y, si entrenara en serio en bici, mis resultados en triatlón (o en duatlón) serían sensiblemente mejores. Bueno, de todo se aprende, sin duda, y el duatlón en El Toyo me ha resultado grato porque lo disfruté mucho: caras conocidas, charla, reencuentros y, sobre todo, la sensación única de adrenalina de los preparativos en los boxes, de ver las bicis colgadas y listas para volar, de las transiciones, de los adelantamientos en el tercer sector a pesar de la sensación de verdadero acto de fe que van realizando las piernas... Sí, ayer volvía a comprobar que esto me da vida y me emociona. En cuanto a resultados, ya lo he dicho, muy modestos: 1h15'04'', puesto 87º de 220 llegados y 13º de mi categoría. Analizando los parciales, información interesante: si en los 5 kms iniciales de carrera a pie logro la posición 48 (a un ritmo de 3'50'') y en los 2,5 kms finales entro en la posición 36 conservando un buen ritmo (4'04''), el sector bici me deja peor situado -posición 125 a un ritmo oficial de 26.25 km/h (el ritmo medio que me marcó mi velocímetro fue de 31.7 km/h -el desfase se debe a que el circuito de bici tenía más de 21 kms en vez de los 20 sobre los que está calculado el promedio oficial). Recorridos bonitos, tanto los de la carrera a pie como el de bici: agua, mar, sol, pitas y, al fondo, Cabo de Gata. Muy disfrutable y, como he dicho, con moraleja incluida: más bici y menos vivir de las rentas... Hasta aquí hemos llegado hoy, duatloneando.
martes, 13 de marzo de 2012
IV Trail Cabo de Gata-Níjar: una crónica y un homenaje
El aprendiz de triatleta con su padre |
Como el lector sabe que está delante de un blog deportivo-intimista, seguramente perdonará el raro detalle de comenzar la crónica de un trail con una foto que, a primera vista, poco tiene que ver con la carrera. El lector, la lectora también, perdonarán el retraso -sobre todo cuando sepan que entre el 4 de marzo en que corrí el trail y el día de hoy murió mi padre. Dicho así, de manera tan rotundamente breve, la cosa impacta como algo complicado y tremendo -pero estos días he vuelto a confirmar que el más grande misterio de la vida poco tiene de misterio y de complicación. Más bien impresiona por la simpleza incontestable del hecho desnudo de la muerte: ya sabéis, estar y luego ya no estar, así de sencillo. Lo rocambolesco, lo misterioso y lo difícil está en lo que viene después, en aceptar y en reconciliarse con la idea de vivir sólo con el recuerdo y no con la presencia. En todo caso, no os preocupéis: no es mi intención escribir un ladrillazo de pseudo reflexiones al hilo del sentido de la vida o de la muerte. Para eso ya hemos tenido decenas de filósofos y de artistas. Aquí, el aprendiz de triatleta (hoy, huérfano) os viene a contar, sobre todo, cómo vivió una carrera que, sin duda, fue diferente.
El trail
Tan amigo de buscar los tres pies a los gatos de mis carreras, esta se sale por lo diferente que fue. Hubo mucho del rito y del reto, como siempre: hubo madrugón intempestivo, hubo preguntas metafísicas (ya sabéis, pero ¿qué hago yo otro domingo levantándome para ir a sufrir a un pedazo de carrera como esta?), hubo estiramientos y calentamiento previos, hubo saludos y charleta. Conociendo cada vez a más gente en este mundillo de madrugadores sufridores, también aprecio cada vez más ese lado social del deporte: ese entramado de caras conocidas, de complicidades y de redes -ahí estábamos todos, cada uno con sus objetivos y sus particulares ilusiones: esa admirable Trini, ese Antonio artista, esa gente que acabo de conocer por el triatlón, ese comandante Triwars, ese Santi barefoot, ese ejército de Qs, ese Antonio seguidor de este blog con saludo en la línea de salida y en la de meta incluidos, esa gente que vas conociendo a lo largo del recorrido... Porque claro, también hubo recorrido: 29 kms épicos por un terreno asombrosamente bonito y lleno de un verde mágico teñido de varicas de San José, esas flores que en esta época inundan el campo de Almería. Hubo también su pajarón tremendo: como últimamente estoy haciendo poco kilometraje de carrera a pie, allá por el kilómetro 20 me pillé un globazo que medio conseguí despistar con un gel. En fin, el trail tuvo las cosas de otros años.
Lo novedoso fue que mi padre había salido de una visita a urgencias el día anterior. Pequeña infección respiratoria sumada a su insuficiencia cardiaca. En todo caso, presiento lo que no quiero presentir, pero el trail me hace jugar a pensar que la primavera y todo lo luminoso del Cabo actuarán, como tantas otras veces, de talismán anti-presagio. Desde el sábado sé que voy a correr la carrera por y para mi padre; pensando en él y, a partir de ese kilómetro 20 y de ese gel, yendo en plan kamikaze. A por la línea de meta porque yo soy así de cabezón y porque, en estos años, he aprendido a sufrir en las carreras. Y sí, me encuentro a tope de cardio pero las piernas dan lo que dan. Es curioso que todo el mundo con quien hablé coincidiera en que este trail ha sido mucho más duro que los anteriores: sería la temperatura, la sequedad de todo el recorrido, el paso de un año más... Fuera lo que fuera, a partir del Pozo de los Frailes, la cosa es un verdadero acto de fe. Estoy deseando entrar en el asfalto del casco urbano de San José. Afortunadamente, ahí estaba la meta: entro en 2h11'15'', tiempo oficial, 27º de la general y 2º de mi categoría. Esa es otra de las diferencias por las que esta carrera pasará a mi particular historia: mi primer trofeo. Como sospecharéis, nunca antes había quedado en posición de ganar un trofeo y, no lo puedo negar, me hizo ilusión y gracia. Gracia que, entrando en meta con unas sensaciones tan poco finas, ganara un trofeo. Tan amigo de los teatros y de las celebraciones simbólicas, terminé mi primera carrera con trofeo con un baño en el mar. Un baño que quería seguir limpiando los presagios de lo inevitable.
Homenaje
Mi padre murió dos días después de la carrera. El domingo también le hizo una ilusión tremenda el tema del trofeo cuando se lo conté por teléfono. Me preguntó si era de plata y yo le dije que no, que era de cerámica de Níjar. Mi padre tenía 88 años y pertenecía a una generación para la que el deporte no era ni siquiera una cuestión de minorías privilegiadas: para la generación de mi padre, el deporte estaba todavía asociado a unos pioneros locos que hacían proezas con sus cuerpos y con sus lágrimas y con sus sacrificios titánicos. Por eso, siempre que me preparaba para ir a correr o salir en bicicleta y él presenciaba los rituales previos, me miraba con una mezcla de admiración, respeto y temor. Porque, eso tampoco lo puedo olvidar, siempre pensó que tanto deporte no podía ser bueno: pero hijo mío, si a mí me parece bien que hagas deporte pero yo creo que haces demasiado. Los fantasmas de un problema cardiaco o de cualquier muerte conectada a mi frenético ritmo deportivo de los últimos años siempre puntuaron esa mezcla de admiración y orgullo hacia su hijo el pequeño. Mi padre siempre me preguntaba qué distancia había corrido o iba a correr en un entreno; con su habitual tono de ironía y de cariñoso y castizo humor siempre me decía que corriera la mitad por él. También me preguntaba cuántos kilómetros tenían las carreras que iba a correr. No es de extrañar que el sábado me dijera que los 29 kms del trail le parecían muchos; la verdad es que a mí también me lo parecieron y que fue gracias a él que los terminé con ganas. El domingo por la tarde, contándole los pormenores del trofeo se llenó de alegría y me dijo algo que no se me olvidará: ahora que has ganado uno, tienes que seguir... Fue ahí donde comprendí que el orgullo que sentía había vencido a sus miedos. Estos días he comprendido yo también lo que es el orgullo de haberlo tenido como padre -un hombre cariñoso lleno de historias, palabras y ternura...
Ahora seguirán las varicas de San José, los nacimientos, los días y las lunas, los trinos y los besos. Ahora seguiremos. Y seguirán las carreras, y los triatlones y lo que tenga que venir. Y me acompañarán siempre esas palabras para darme fuerza: ahora que has ganado uno, tienes que seguir...
sábado, 3 de marzo de 2012
10 kms Ohanes-Tices: una crónica con mucho retraso. Trail de Cabo de Gata: el previo
10 kms Ohanes-Tices: la crónica retrasada
Ya estamos en marzo y, ya lo sé, llevo un gran retraso con el blog. Tanto, tanto que todavía no he escrito la crónica de los 10 kms Ohanes-Tices-Ohanes del domingo pasado. Esperando a que salieran las clasificaciones (que siguen sin salir) y esperando a que publiquen alguna foto en que el aprendiz de triatleta salga comiéndose las rampas del recorrido, han ido pasando los días y quizás he perdido la frescura de las primeras impresiones. En todo caso, ahí que nos plantamos el capitán de los NoName y yo en Ohanes el domingo pasado: madrugón otra vez. Kilómetros de ascenso y aproximación en coche: reflexiones en torno a lo chalaos que estamos con esto de tanto competir, tanto madrugar, tanto de lo mismo (y la conclusión es la de siempre: es esto lo que a uno le da la vida, lo que lo saca de los contratiempos de esta época y de la vida adulta. Ay, si no fuera por esto -más de esto, más abajo...) Fresquito mañanero en las estribaciones de la Alpujarra almeriense, calentamiento y, como siempre, pistoletazo de salida y... a correr. Esta vez había cosas diferentes: las imponentes rampas del recorrido, la belleza del paisaje (imaginaos la sierra de Gádor con un poco de nieve por un lado, todo el Cabo de Gata y las Salinas por el otro, y los almendros en flor bordeando el asfalto de la carretera que lleva a Tices). Lo más diferente de todo: la carrera, en su primera edición, tuvo una modesta participación, lo que le daba un punto de intimidad runner como de otra época. Era como si estuviéramos haciendo una carrera de las de hace unos años, cuando todavía el mundo de las carreras populares no se había masificado.Y aun modesta, a la participación no le faltó su nivel: buena prueba de ello fue la presencia de históricos de las carreras populares de la provincia. Al final, 45'14'' (a 4'50'' del primer clasificado), que no están mal para un recorrido con 210m de desnivel. Nada mal tampoco teniendo en cuenta el volumen de carga que me di durante la semana... Pues eso: una más para el saco, que pase la siguiente...
IV Trail de Cabo de Gata: el previo
Y es precisamente mañana cuando toca la siguiente: el trail de Cabo de Gata, una carrera de 29 kms que he disfrutado mucho en sus anteriores ediciones y que me ha pillado, siempre, en un buen estado de forma, en plena preparación para la media de Málaga. Una especie de celebración particular de la primavera y de la buena forma, entre varicas de San José, ramblas medio encharcadas y vegetación verde en medio del desierto. Este año no habrá media de Málaga (y creo que tampoco charcos), pero sí habrá trail. Espero dar el callo como otros años y celebrar la primavera, las buenas sensaciones y, sobre todo, la alegría de correr y de estar vivo. Después de la última visita a urgencias de mi padre (le acaban de dar el alta), después de ver cómo está el panorama social, económico y político, después de todo lo gris, uno se da cuenta de lo fácil que es levantarse un domingo y hacer una carrera. Una suerte, un privilegio poder encontrar el color y la alegría de esta manera. Mañana haré la carrera, sin dudarlo, pensando en mis padres.
Postdata: visita al cardiólogo
El miércoles estuve en el cardiólogo: visita que tenía pendiente desde la prueba de esfuerzo, para descartar cualquier patología relacionada con un hallazgo extraño en mi electrocardiograma. La consulta, con otro ECG, una completa exploración y un ecocardio, me sacó de dudas: ninguna patología y todo dentro de la normalidad. Parece mentira la de vueltas que se le puede dar a la cabeza mientras a uno le hacen una ecocardiografía: siempre caben las dudas, siempre hay preguntas, siempre puede salirte una sombra en medio del camino. Por eso me dio tanta alegría leer en el informe la siguiente frase: puede continuar su práctica deportiva como hasta ahora. Por eso, más razones para celebrar mañana en el trail. Ya os contaré.
Ya estamos en marzo y, ya lo sé, llevo un gran retraso con el blog. Tanto, tanto que todavía no he escrito la crónica de los 10 kms Ohanes-Tices-Ohanes del domingo pasado. Esperando a que salieran las clasificaciones (que siguen sin salir) y esperando a que publiquen alguna foto en que el aprendiz de triatleta salga comiéndose las rampas del recorrido, han ido pasando los días y quizás he perdido la frescura de las primeras impresiones. En todo caso, ahí que nos plantamos el capitán de los NoName y yo en Ohanes el domingo pasado: madrugón otra vez. Kilómetros de ascenso y aproximación en coche: reflexiones en torno a lo chalaos que estamos con esto de tanto competir, tanto madrugar, tanto de lo mismo (y la conclusión es la de siempre: es esto lo que a uno le da la vida, lo que lo saca de los contratiempos de esta época y de la vida adulta. Ay, si no fuera por esto -más de esto, más abajo...) Fresquito mañanero en las estribaciones de la Alpujarra almeriense, calentamiento y, como siempre, pistoletazo de salida y... a correr. Esta vez había cosas diferentes: las imponentes rampas del recorrido, la belleza del paisaje (imaginaos la sierra de Gádor con un poco de nieve por un lado, todo el Cabo de Gata y las Salinas por el otro, y los almendros en flor bordeando el asfalto de la carretera que lleva a Tices). Lo más diferente de todo: la carrera, en su primera edición, tuvo una modesta participación, lo que le daba un punto de intimidad runner como de otra época. Era como si estuviéramos haciendo una carrera de las de hace unos años, cuando todavía el mundo de las carreras populares no se había masificado.Y aun modesta, a la participación no le faltó su nivel: buena prueba de ello fue la presencia de históricos de las carreras populares de la provincia. Al final, 45'14'' (a 4'50'' del primer clasificado), que no están mal para un recorrido con 210m de desnivel. Nada mal tampoco teniendo en cuenta el volumen de carga que me di durante la semana... Pues eso: una más para el saco, que pase la siguiente...
IV Trail de Cabo de Gata: el previo
Y es precisamente mañana cuando toca la siguiente: el trail de Cabo de Gata, una carrera de 29 kms que he disfrutado mucho en sus anteriores ediciones y que me ha pillado, siempre, en un buen estado de forma, en plena preparación para la media de Málaga. Una especie de celebración particular de la primavera y de la buena forma, entre varicas de San José, ramblas medio encharcadas y vegetación verde en medio del desierto. Este año no habrá media de Málaga (y creo que tampoco charcos), pero sí habrá trail. Espero dar el callo como otros años y celebrar la primavera, las buenas sensaciones y, sobre todo, la alegría de correr y de estar vivo. Después de la última visita a urgencias de mi padre (le acaban de dar el alta), después de ver cómo está el panorama social, económico y político, después de todo lo gris, uno se da cuenta de lo fácil que es levantarse un domingo y hacer una carrera. Una suerte, un privilegio poder encontrar el color y la alegría de esta manera. Mañana haré la carrera, sin dudarlo, pensando en mis padres.
Postdata: visita al cardiólogo
El miércoles estuve en el cardiólogo: visita que tenía pendiente desde la prueba de esfuerzo, para descartar cualquier patología relacionada con un hallazgo extraño en mi electrocardiograma. La consulta, con otro ECG, una completa exploración y un ecocardio, me sacó de dudas: ninguna patología y todo dentro de la normalidad. Parece mentira la de vueltas que se le puede dar a la cabeza mientras a uno le hacen una ecocardiografía: siempre caben las dudas, siempre hay preguntas, siempre puede salirte una sombra en medio del camino. Por eso me dio tanta alegría leer en el informe la siguiente frase: puede continuar su práctica deportiva como hasta ahora. Por eso, más razones para celebrar mañana en el trail. Ya os contaré.
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