El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

domingo, 11 de diciembre de 2011

Humildad... y paciencia

Paciencia y barajar, amigo Sancho. Pareciera que esta frase la hubiera escrito Cervantes pensando en futuros aprendices de triatleta. Y no lo digo sólo porque el triatlón tiene mucho de quijotesco, sino porque esta semana ha sido, cuando menos, rara: plagada de días de fiesta, un puente, un lunes que no era lunes y dos días que no lo eran y que sin embargo funcionaron como tales. Para colmo, he empezado mi plan de ajuste de entrenos y, aunque todo ha quedado en una especie de entrenus interruptus (las sorpresas del viento, la pereza de las mañanas de invierno, el estrés del trabajo acumulado y acumulándose, el cansancio, las cervezas y comidas de diciembre han tirado por tierra algunas de las sesiones planificadas), a pesar de todo eso, esta semana ha marcado una especie de punto de inflexión. Un par de días nadando (uno con los Bahía, uno por mi cuenta), tres días de carrera a pie (sí, sólo tres, ahí va uno de los cambios), y dos días de bicicleta (sí, por fin dos días: dos días que debían ser tres pero que no están mal después de muchos meses haciendo tan sólo intentos de un día a la semana con la Trek). ¿Por qué punto de inflexión? Porque de repente, por muchas cosas, uno se da cuenta de que le queda mucho muchísimo por delante como aprendiz de triatleta. He escuchado muchas voces esta semana, voces internas, voces externas, que me han recordado que el triatlón es duro, muy duro. He escuchado a mis piernas corredoras, que continúan adaptándose, como pueden, a aguantar carros y carretas, aletas y cadencias... He visto con mis propios ojos cómo está el patio y cómo estoy yo -y el resumen es que me he recetado seguir chino chano con mi plan de mejora, ya sabéis: mejorar en el agua, hacer kilómetros de bici, mantener con lo justo mi forma de carrera a pie... Y, también, punto de inflexión en mi manera de pensar, he añadido un objetivo o dos más al plan: ni estresarme ni compararme con nadie más. Que cada uno es cada uno y,  ya que las travesías del desierto se hacen mayormente en solitario, si uno se compara todo el rato con lo que hay por ahí y pierde la noción de uno mismo, se corre el riesgo de convertir el triatlón en una tortura psicológica. Y no, hasta ahí podíamos llegar, no estoy dispuesto a ser carne de psicología deportiva... En resumen: unas semanas pintan gloriosas y otras pintan un poco más grises; y así, en tonos grises, sucedió esta semana y así se la hemos contado. La semana que viene tocará ver todo desde la óptica optimista que me caracteriza para volver a apreciar los proyectos ilusionantes y divertidos que tengo en el camino. De momento, en esta noche de domingo, paciencia y barajar.

1 comentario:

  1. Además de un gran triatleta, eres un gran viajero de montaña rusa, así que me alegro que te planifiques una semana de optimismo, porque los que te vemos desde fuera te vemos siempre arriba, con una energía desbordante y una fuerza admirable, pero tú te empeñas en caer de vez en cuando para exigirte más y empeñarte en que aún es poco..., en fin, ese es nuestro David!!!!!! todo un triatleta!!!!!!!!!

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