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Amanece que no es poco |
Así amanecía el domingo pasado desde el piso 23 del Hotel Bali en Benidorm, el cutrehotel de 4 estrellas que era el centro de operaciones del Triwhite 2011. Era la mañana de mi tercer sprint, y las nubes que aparecen por todo el cielo (que luego descargarían en tremenda tormenta, justo a la hora de comienzo del triatlón) eran una metáfora de mi estado mental. Me llevé todo el sábado a cuestas con las preguntas de siempre -ya sabéis,
¿seré capaz? ¿qué hago yo aquí? ¿todo esto para qué? Curiosamente, en el desayuno, en una mesa próxima, otro participante resumía mis inquietudes con las mismas preguntas y con una reflexión que parecía alojada en algún rincón de mi cerebro:
me he pasado toda la noche pensando, ojalá fuera una media-maratón o una carrera de montaña, pero esto... esto, hasta que no me meta en el agua, no se me pasa el agobio. La verdad que el tema era para agobiarse: bandera roja el día anterior en el mar (toda la noche me acompañó entre sueños el rugido de las olas rompiendo en la playa) y, para colmo, en la charla técnica (que, la organización, de manera muy fina llamó
briefing, pero mal escrito) surgió una preocupación más. La previsión era de lluvia y el recorrido de bici tenía unos cuantos tramos peligrosos: pendientes del 14%, giros a mansalva y un giro de 180º que, desde el momento en que lo explicaron, pasó a ser el motivo principal de mis preocupaciones. Que si os podéis ir, que si está en una cuesta abajo muy peligrosa, que si para allá para acá...
En fin, preocupaciones y desayunos aparte, me planto ya en boxes. La bici ya la tenía ahí, bien mojada porque había llovido por la noche; un ejemplo más de las arbitrariedades y de la mala información de estos TRIWHITE: el sábado por la tarde, en la recogida de dorsales (que tenía lugar en un polideportivo a más de 5 kilómetros del hotel) nos dicen que hay que meter la bici en boxes en la tarde del sábado. Rocambolesco. Hay una buena cola en el polideportivo, una feria de material con poca animación y mucha desinformación. Camisetas que no son de la talla que uno ha pedido en la inscripción, chips que todavía no han llegado. En fin, un follón del quince y medio.
Pero, volviendo a la mañana del domingo, ya en boxes me noto super nervioso; las boyas que han colocado son amarillas, del mismo amarillo de las de balización de la playa y el recorrido tan sólo se intuye. Otro lío más -preguntas, conversaciones, me pongo el neopreno y a probar el agua. De repente me empiezo a serenar, veo que el oleaje que hay, por muy escandaloso que sea, está concentrado en los primeros 50 metros de la orilla. El resto del mar parece tranquilo... Si alguna vez dudé a lo largo del sábado o al despertarme el domingo, si pensé en no hacer este triatlón, en este momento veo claro que, al menos el agua, la voy a hacer... Lo siguiente, aparte de la tormenta previa a la salida (que debió pillar a los del olímpico en pleno recorrido de bici) es bastante previsible: cámara de salida, bocinazo y a nadar...
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Delfines y gaviotas capeando el temporal |
El agua va, paradójicamente, sobre ruedas: siempre en grupo, me noto bien. Primera boya, segunda boya y para la playa. No llevo cronómetro y el lector de los de Conchip se ha roto con la tormenta (un sprint de 37 euros, sin parciales de agua y bici, otra chapuza más de los TRIWHITE), pero debo salir en 16 minutos o así. Me voy para la T1, transición larguísima por la longitud de los boxes, más largos que un día sin pan. Me pongo casco, calcetines y zapas y tiro para la línea de salida. Todo el mundo va
acojonao, el público no deja de lanzar mensajes de cautela:
la curva, cuidado, está muy mojado, que os resbaláis, el paso de cebra ese, que resbala mucho, que del olímpico se han caído 20... Empezar la bici así no es nada agradable, encaro la pendiente del 15% y veo cantidad de gente parada, o no van o se les ha salido la cadena. Como a mí y a mi compact las subidas no nos importan nada, me instalo en la comodidad... Llego al circuito principal, una línea de repechos, cuestas, bajadas y toboganes, puntuada por rotondas y urbanismo mediterráneo de la época de los pelotazos Zaplana. Terra Mítica está ahí mismo, hoteles de temática asiática, fuentes y cochazos en los carriles que no están cortados... Así va todo, paso el super giro peligroso de los 180º,
tampoco es para tanto, me digo a mí mismo. No voy mal en la bici, teniendo en cuenta que el circuito es horroroso, con cambios constantes de 40 y tantos o 50 kms por hora a 16-17; en fin, difícil coger ritmo de carrera. Llego al temido giro de 180º por segunda vez: incidente del día -he metido el plato pequeño mal y con prisas y se sale la cadena. Me quedo pedaleando y clavado como un clavo -no sé lo que pasa... Lo bueno es que ya caigo en la cuenta y, gracilmente, me desengancho y me quedo al borde de la mediana como esperando a San Perico Delgado a que venga a meter la cadena. Caigo en la cuenta de que tengo que arreglarla yo. Juas. Otra vez, gracilmente, le doy la vuelta a la bici y,
voilá, ahí que se soluciona el problema. Subo la última cuesta con ganas y alegría: la alegría de solucionar problemas técnicos en medio de mi tercer sprint.... El resto es poco reseñable, bajada a Benidorm, a 50 km/h y con precauciones, y para boxes.
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Sano y salvo, y con un cierto look pro, juas juas |
Boxes, estamos en T2; otra vez el pasillazo ese de 500 metros; dejo la bici, me quito casco, me quito zapas, me pongo zapas y, como en los otros dos triatlones previos, a correr... Tonto el último -mis sensaciones en la carrera a pie son reconfortantes y rebosan adrenalina.
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El buff en la mano. No sin mi buff |
Como en el triatlon de Medina de Rioseco, me dedico a adelantar a todo bicho viviente que veo por delante. El recorrido son dos vueltas a un circuito por el Paseo Marítimo de la Playa de Poniente -buenas sensaciones, voy bien, y consigo hacer los 5 kms en 20'21'', a 4'04'' de promedio (el lector de chips se ha secado ya y la carrera a pie es el único parcial de que dispongo). Esto está chupado, enfilo segunda vuelta, y entro en meta. El tiempo final, 1h30'26'' me deja contento; entro el 16 de mi categoría, el 118 de 270 llegados y a 20 minutos del ganador. Un triatlón que me enseña y confirma varias cosas de índole práctica: por ejemplo, que los tiempos de diferentes triatlones no son comparables, que cada triatlón es un mundo; también que los problemas técnicos ocurren y hay que estar preparado para ellos, y, sobre todo, que me gusta mucho hacer triatlones. Eso es lo que pensaba cuando desde las alturas de Terra Mítica iba en bici contemplando el Mediterráneo y disfrutando del sol que acababa de salir y, más todavía, de la competición. Si había alguna duda, mi tercer sprint me las ha aclarado: me gusta el triatlón.Después de este mi tercer tri, este en el que no se me rompió el dorsal pero en el que sí se me salió la cadena, este que cierra mi primera temporada, puedo decir, más que hoy empieza todo, ahora continúa todo.Mucho por vivir. Muchos triatlones que disfrutar.
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