Un junio que no parece junio -acabo de bajar del trabajo con la bici y la ropa veraniega y no veáis la sensación de fresco y la humedad que hace... Pues eso: un junio que no parece junio y un aprendiz de triatleta que no se parece en nada a un aprendiz de triatleta. (Lo mejor de todo es que las apariencias engañan, por lo menos a veces...)
¿Por qué digo lo del dichoso aprendiz de triatleta? Pues porque la semana que terminó ayer no tuvo nada de triatlón: y ahí es donde entra el título de esta entrada... La semana pasada descansé lunes, martes y miércoles; corrí jueves (12 kms), viernes (12 kms), sábado (12 kms) y domingo (18 kms). Viva la carrera a pie! Ni fui a la piscina ni salí en bici (aparte del urbanbiking para ir a trabajar). ¿Nuevo bajonazo triatlético? No sé. Creo que no. De todos modos, entre la vida social que me inundó (y casi me sobrepasó) toda la semana, el poniente (la tan manida excusa del poniente, diréis), la inquietud porque no salían los tribunales de oposición (la amenaza de que me tocara ser vocal pendiendo sobre mí como un hacha que me iba a amputar el mes de julio), la mala alimentación ligada a la susodicha vida social, la correción de exámenes y un sinfín de excusas variadas, pues... Vamos, que, entre pitos y flautas, decidí correr: ya de hacer algo, hacer algo bien (mis clásicos cuatro entrenos de carrera) y dejarme de historias y episodios deportivos estresantes. Y sí, ya lo sé: cuando tengo poco tiempo (y pocas ganas) ya de hacer algo debería dedicarme a lo que peor llevo (el agua, la bici) -pero cuando uno tiene ADN de runner pues lo tiene.
Lo bueno de esto es que hay muchas semanas por ahí delante de uno para poder no sólo correr, sino correr, nadar y salir en bicicleta. ¿Esta que acaba de empezar?
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