Ritmo, ritmo, ritmo |
Dudas, dudas y más dudas acarreé toda la semana. Que si no voy a ser capaz de bajar de 1h30', que si me va a dar una pájara del quince y medio, que si no sé por qué me meto en este berenjenal tan complicado del triatloneo con lo tranquilo que yo vivía con mis carreras y mis relativas buenas marcas. En este estado mental llegué a la noche del sábado: sin embargo, algo me debe decir que debo prepararme para lo mejor y vestirme de domingo. Me depilo, cosa que sólo hago en verano y para competiciones especiales, y decido correr con GPS. Descarto ir sin reloj y por sensaciones, jugando al runner que pasa de gadgets y va de natural por la vida. Paso de semejante sandez y, una vez más agarro el toro de la avena por los cuernos: macarrones de avena para cenar y avena en los cereales del desayuno. Con todo, el domingo amanezco plácido y tranquilo y dispuesto a asumir el resultado que sea con deportividad. Será por el buen día que amenece también, con una temperatura excelente, 12ºC, y sin nada de viento, pero cuando me coloco en la salida, tras algunos saludos de rigor con todas las caras conocidas del negocio este, tengo ganas de correr y, sobre todo, de resolver el puzzle.
Pistoletazo y #palante. Tras el mini calentón del primer kilómetro a 3'58'', me junto con un grupo bueno (ahí van Christian y Sebas; ahí va, casi todo el tiempo, Guillermo y otros que no conozco). La cosa me empieza a sorprender porque, desde el segundo kilómetro el GPS me marca un ritmo constante de 4'01'', tan constante, constante que empiezo a pensar que el cacharro de marras se ha colgado. (Desde el principio también soy consciente de que el GPS me marca más distancia de la que vamos haciendo, por lo que los 4'01'' son un cálculo demasiado optimista; lo sé pero voy centrado en no bajar, ni subir, de ese ritmo). Más sorpresas: aguanto el ritmo sin ningún problema, ni bajón, ni subidón especial. El grupo se va manteniendo -hay algunas bajas pero más o menos aguantamos hasta el kilómetro 15 o así. Sorpresa: ritmo, ritmo, ritmo. Desde el Maratón de Donosti en 2009 no había corrido una carrera a un ritmo tan constante y con una concentración tan intensa en el grupo y en mantener esos supuestos 4'01'' que marca el GPS. Voy centrado en el ritmo y disfrutando poco del recorrido, que, por otra parte, tiene poco de disfrutable (¿para cuándo un recorrido que dé al frente marítimo de Almería, su gran encanto, el protagonismo que se merece?). Me voy fijando en algunas caras conocidas entre el público -ahí están fotógrafos amateur de categoría (Simón, Carlos, José Andrés, Juanfra, Cristóbal), ahí está Ilde animando a más no poder y con ganas de estar a bordo de las zapas (seguro que bien pronto vuelves a competir). Pero bueno, me voy fijando más bien en poco; entre el ritmo, las piernas, el grupo y la música del i-pod, no hay tiempo para más. Bueno, sí tengo tiempo para recrearme en la fuente de la Rambla: momento estético de la carrera. Los chorros, el obelisco, el cielo azul, las palmeras y toca coger resuello para subir Rambla arriba. Todo sin novedad: más sorpresas -ritmo, ritmo, ritmo. De repente confirmo que el GPS no está fallando. se me va a 4'02'' y tengo la duda de si ahí empezará el gran pinchazo, la gran petada. Queda mucha carrera; sin embargo, atribuyo la subida de un segundo al repechón de la Rambla y Carretera de Ronda y decido poner solución -quiero volver a confirmar que el GPS no ha petado ni yo tampoco. En efecto, subiendo un poco el ritmo confirmo las dos cosas y en la pantalla aparece la cifra mágica: 4'01''. A estas alturas queda un tercio de carrera y decido ir apreciando este momento ritmo kilómetro a kilómetro: en el deporte no se pueden apresurar las cosas ni existen atajos (bueno algunos sí: que se lo digan a las decenas, ¿cientos?, de corredores que se chuparon decenas de metros por los recortes a través de la aceras en los giros del recorido -imagen un poco bochornosa de esta media). No existen atajos -hay que centrarse en lo que toca y ahora hay que ir disfrutando, en lo posible, de cada uno de los kilómetros. Kilómetro 15, kilómetro 16; toca bajar hacia el mar y eso es siempre una ocasión especial -además a la altura del mar me está esperando Springsteen en el i-pod; subidón para enfrentarme a los últimos tres kilómetros. De sobra sé que los tres últimos kilómetros de una media se pueden hacer bastante pesados, por no decir interminables (para los que no tenéis demasiada experiencia en esta distancia, apuntad esas cifras bien: kilómetro 17 o 18, cuidado que vienen curvas). La sorpresa es mayúscula cuando compruebo que sigo bien: ritmo, ritmo y ritmo. En este momento ha habido quien se ha descolgado del grupo -pero sigo con Guillermo y con un triatleta vestido de rojo que siguen literalmente enganchados a mi GPS. Ritmo, ritmo, ritmo y, para cuando nos queremos dar cuenta, llegamos al estadio (por cierto, qué detalle tan feo terminar la media este año en la pista de atletismo en vez de en el Estadio Mediterráneo). Falta un kilómetro y veo que, aunque ya de piernas voy tan justo como el que más, estoy corriendo, estoy a punto de haber terminado, la carrera en que, de cardio, me he sentido mejor -me explico: era como sentir que, aparentemente, no iba haciendo un gran esfuerzo. No compito con pulsómetro, pero me hubiera gustado comprobar lo que realmente pasó por mi corazón el domingo: pista de atletismo y para meta. Al final, 1h26'37'', el 30º de mi categoría y el 135º de 1211 llegados. Es 1'40'' más que el año pasado pero me da igual -creo que jamás he corrido una carrera con tan buenas sensaciones, con tan buen cardio y con tanto dominio del ritmo. Creo que jamás he cruzado una meta con tantísimo alivio: entrar en la meta el domingo fue una especie de confirmación de que mis entrenamientos no van mal y que meterme en esto del triatlón, después de todo, no ha sido un error.
Aparte de la meta y de las buenas sensaciones, la Media del domingo me sirvió para varias cosas: por ejemplo,para disfrutar -me encantó correr en grupo y compartir esfuerzos con quienes corristeis en el mismo barco. También para confirmar cosas que ya, más o menos sabía: perdonad mi toque sociológico antropológico, pero me es inevitable enfrentarme a estos eventos sin examinarlos desde la óptica de la ciencia social. Juas. Por un lado, una carrera con tanta gente te ayuda a ver lo que se está cociendo en el deporte popular de 2013 -y ahí constato que las tendencias son las siguientes: primero, los runners 2013 se organizan en clubes y agrupaciones variadísimas y potenciadas por las redes sociales (cada vez es menos frecuente ver a gente corriendo sin la equipación de un club); segundo, el triatlón tiene un tirón imparable (cada vez es más frecuente ver gente con equipaciones y monos de clubes tri); tercero, enorme también el tirón del barefoot running y del natural running (cada vez es más frecuente ver a gente compitiendo con zapas minimalistas o voladoras de la nueva hornada); cuarto, el deporte popular se ha convertido en un negocio que, desde ciertos sectores (por ejemplo, el de la industria de la suplementación deportiva o el de los gadgets) está cambiando ciertos planteamientos básicos de las carreras populares -como muestra, el botón del consumo de geles y ayudas ergogénicas consumidas a lo largo de la Media del otro día. Si comparamos con la situación de hace unos años (cuando no se consumían ayudas de esta manera), es fácil comprobar que los planteamientos están cambiando radicalmente: no digo que nada sea mejor ni peor, pero me da por pensar que ciertas cosas como los geles energéticos en una media maratón pueden ser, ni más ni menos, meros gastos superfluos inducidos por los interesados en esta industria.Otra cosa que constaté y que fue de lo que menos me gustó de la carrera es cómo lo público en nuestra ciudad (en nuestro país, por desgracia) se ha regalado y ha sido sustituido por la empresa privada -el gran negocio de esta carrera, a la que costaba inscribirse 18 euros del ala, consistió en hacer una alabanza y una loa, un ejercicio abusivo de publicidad, a las empresas que se han quedado con la movidita esta del deporte popular en la ciudad. Empresas que, en plan pelotazo, se han quedado con instalaciones públicas y supuestamente municipales para gestionarlas desde la lógica de lo privado y del negocio puro y duro. Bastante tengo con saber cómo funciona la ciudad como para, encima, tener que pagar una inscripción nada barata y tener que soportar un bombardeo continuo de los supuestos patrocinadores. A mí, ese detalle como que me sobró.
Por otra parte, la carrera del domingo me ayudó a conocer más sobre distintos enfoques (más gregarios, más competivos, más individualistas, más puristas) de los corredores populares. Parece que no, pero la manera que tenemos de enfrentarnos a una carrera dice mucho sobre nosotros y sobre este mundo. En mi caso, aprendí que debo tener un poquito más de confianza y, en determinados aspectos, creerme un poco más la película. Después de todo, estoy en esta película (aunque sea de figurante) porque disfruto enormemente en y con ella.