El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

martes, 20 de noviembre de 2012

Cogiendo ritmo, entrenos y food for thought

Noviembre. El placer de rodar en bici
Noviembre vuela. Hace ya dos semanas que comencé la pretemporada y ahí voy, dándole un poquito a las piernas, intentándole darle todo lo que puedo a los brazos y pensando, dándole a la lavadora, todo lo que puedo y más. Semanas de poco volumen: sesiones frecuentes con ciertos toques de chispa e intensidad. Toca mucha técnica en el agua y series de 25 y 50. Toca ir recuperando el placer de montar en bici (la salida del domingo pasado, hasta las Salinas de Cabo de Gata, fue un ejemplo de ese placer: parece mentira la pereza que, a veces, da coger la bici, y lo reconfortante que suele ser para piernas y sentidos una vez que uno está ya por ahí dándole a los pedales). Toca técnica de carrera a pie y series de 200 y 300. Toca volver a los entrenamientos de fuerza, autocarga de momento. Toca sentirse cansado -ese cansancio sano que dice que el cuerpo está reaccionando a lo que le estás metiendo.
Para celebrar esta vuelta a la movida de entrenamientos, a las cábalas para conseguir que los horarios cuadren intentando no saltarme nada de la planificación semanal, el sábado realizaré el cross de El Alquián, una carrera de 8k por tierra, pista y arena que transcurre por la playa de El Perdigal, cerca de Almería capital. Nunca he hecho un cross, así que esta semana toca hacer algo por primera vez.
Y es que, en todas la vueltas que le doy a la cabeza cuando entreno y cuando analizo lo que hago, esas vueltas que a veces dan pensamientos críticos unas veces, pensamientos negativos otras y, cómo no, pensamientos energizantes y positivos otras muchas, uno de los temas recurrentes que dejan verdadero poso en mi maleta tri es el placer que me da hacer cosas por primera vez. Es un poco como si este viaje por el territorio del triatlón me mereciera la pena, entre otras cosas, por esa sensación de estrenar experiencias, de hacer cosas por primera vez, de, en definitiva, aprender. Como la entrada anterior quedó un poco escéptica y pesimista, esta la terminaré con más cosas, cosecha de mis reflexiones, por las que merece la pena esta travesía de fondo. Así, aparte de por reconquistar esa sensación de continuo aprendizaje que es como reconquistar una infancia perdida, el triatlón me está mereciendo la pena por darme una visión distinta del mundo, de mí mismo, del cuerpo y de la vida -por todo ese aprendizaje que mencionaba antes, sé más desde que hago triatlón; soy un tío diferente, cuido lo que como, cuido lo que hago, soy una persona más saludable; además, creo que el triatlón aporta también una templanza y fortaleza psicológicas que se pueden transferir a otras instancias de la vida. ¿Más cosas por lo que esto me está mereciendo la pena? Sin duda por la gente que voy encontrándome en el camino -sin duda, entre la gente tri hay de todo, como en botica, pero a lo largo de tanto entreno, de tanta competición, de tantas experiencias nuevas, de tantas redes sociales, he tenido la suerte de dar con gente (ya sabéis quiénes sois) que enseñándome cosas y actitudes estáis haciendo el camino este de lo más entretenido y provechoso. Así que hoy va por ustedes.

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