El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

lunes, 15 de agosto de 2011

XXI Triatlón del Canal de Castilla: la crónica de mi segundo tri

Medina de Rioseco. Volver a sentir. Sí: ese es el lema turístico de este pueblo de Tierra de Campos, en la provincia de Valladolid. Es también lo que se lee en la camiseta que nos dieron a los 180 triatletas (incluidos algunos, muy pocos, de mi categoría aprendices) que participamos en este clásico de los triatlones de Castilla. Todo empezó a la una y media del medio día cuando, acompañado de Simón, mi utillero y fotógrafo de lujo, me monté en el coche para hacer los 200 y pico kilómetros para llegar hasta boxes. Calor de mitad de agosto y pocas ganas. Pero bueno, es lo que tocaba, que para eso se me había antojado hacer mi segundo sprint a mitad del verano en plena llanura castellana. Y la verdad que el lema turístico tuvo su sentido: por un lado, volví a sentir lo que es hacer un triatlón, el gran ambientazo precarrera, el espectáculo en el que uno se ve inmerso, la excitación frenética de boxes y transiciones, de la que, como ahora se verá, poco pude participar; por el otro, volví a sentir lo mucho que me falta por aprender y mejorar en el agua y en la bici. En fin, continuamos: llegamos a Medina sin novedad, hidratación, dorsal, vestimenta, boxes, sorpresa grande. ¿Qué pasa? Que no se puede usar neopreno: uff, había leído en todas las crónicas de años anteriores que el agua del Canal de Castilla en esta época está fría como el hielo (o casi); este año el agua está fría, pero no lo suficiente... Dudas: ¿cómo me saldrá la natación sin neopreno? Decido probar el agua, llevo unos diez días sin nadar y quiero ver sensaciones: no son malas del todo, parece que no se me ha olvidado porque, al menos, no me hundo. Para quien no conozca el sitio, el agua se hace en la dársena del Canal de Castilla, una especie de puerto-presa gigante muy bonita, con el agua parda y totalmente opaca y con grandes cambios de temperatura -el recorrido es una vuelta y media a un circuito entre dos boyas. Lo de meter la cabeza y no ver absolutamente nada es una sensación nueva: volver a sentir. 
La tensa y fresca espera
 Así las cosas, se hacen las seis de la tarde y el triatlón debe empezar: la salida se hace desde dentro del agua. El juez nos tiene 5 minutos tiritando dentro del agua y, por fin, suena la bocina. Algunos palos, pocos porque me pongo en la parte de atrás; primeros minutos con cierta angustia y la pregunta del millón: ¿qué coño hago yo aquí metido dando manotazos en este chocolate aguado? Decido tranquilizarme, regular la respiración y acordarme de mi objetivo para este tri: terminarlo para poder continuar con esto, sin más. Así, me tranquilizo y veo que no voy mal. Primera boya. Para entonces ya voy, claramente, fuera del grueso de participantes. El segundo largo hasta alcanzar la primera boya por segunda vez se me hace eterno: voy demasiado pegado a la orilla del canal, por la parte de fuera, por lo que tengo que tirar hacia dentro. A ratos presiento que voy con gente, toco alguna pierna o me dan algún golpe, pero el agua turbia me despista. Tiramos para la segunda boya, último largo y sigo teniendo una gran confusión de sensaciones. Volver a sentir. No sé si voy solo o acompañado. No sé si voy bien o mal. Todo se complica porque la lancha de los bomberos provoca un oleaje tremendo: no sé si estoy en el Canal de Castilla o en alta mar. La cosa es que llegamos y hay que tirar hacia la escalerilla de salida... Creo intuir más gente que sale a la vez; unas manos de la organización que me ayudan a salir, y es entonces cuando empiezo a preguntarme cosas -¿tan mal estoy que me ayudan a salir?
Saliendo el último o penúltimo del Canal de Castilla
Es entonces cuando noto que llevo un mareo del quince y medio encima, y cuando le echo una ojeada al cronómetro: 25 minutos. Sí: como suena. 25 minutazos. T1: llego a boxes -soledad de boxes donde sólo hay dos bicis colgadas, la de alguien que ha abandonado y la mía -mis compis de reparto en Los últimos de Filipinas se han esfumado y no hay ni rastro de ellos.
La soledad de boxes
 Sigo preguntándome cosas, y es que sigo aturdido y confuso: ¿pero tú te ves montándote en la bici, enganchándote y tirando del cuerpo 20 kms? La soledad era, es, esto. Soy el último y eso no anima nada. Tiro de amor propio y de objetivo: se trata de terminar tu segundo tri, vamos... Así las cosas, saco la bici por donde intuyo que debo sacarla, me intento montar, gente de la organización que dice "en la línea, en la línea". Me dan ganas de decir "¿dónde cóño está la línea?", pero no tengo fuerzas ni para eso. (Un aparte: mal la organización en cuanto a señalización, mal tirando a muy mal).
Sacando fuerzas de flaqueza bajo la atenta mirada del hombre de la gorra
 Por fin en la bici, compruebo que no me caigo; enganchado ya, empiezo a intentar darle duro, pero al poco de la salida empieza una zona de baches y mal firme que me hacen volver a preguntarme cosas... Afortunadamente, el firme se arregla enseguida: una carretera estrecha, castellana en toda su escueta definición, bellísima y llana, pero punteada de toboganes. Me voy reponiendo; voy dando caña e intentando coger a los últimos de la bici. Me cruzo con los primeros y con el grueso de participantes, que ya vienen de vuelta. Horror. Esto pinta muy regular. Sigo dándole fuerte, suponiendo que a alguien tendré que alcanzar. Llegamos al kilómetro 10 y me encuentro un giro en 180 grados -carretera cortada con una cinta, maniobra y enfilamos la segunda mitad. Por fin adelanto a alguien: un triatleta que me saca por lo menos veinte categorías y casi veinte años -la cosa sigue pintando regular. Sigo, ahora con el viento en contra, pero intentado no bajar de la media de 33 kms/hora. Adelanto a alguien más: una aguerrida triatleta castellana con bici de montaña con ruedas de tacos gordos. Dios, vaya logro acabo de acometer! Esto sigue pintando regular...
El caso es que, cuando me doy cuenta, estoy de vuelta en Medina de Rioseco; ya no soy el último: voy el antepenúltimo. T2: entro en boxes y decido echar el resto porque, no nos engañemos, yo soy un runner de categoría; me calzo las Mizuno y mi buff y salgo a comerme el mundo.
Yo, mi buff y mi rabia: piernas para qué os quiero
El mundo en este caso son los caminos de sirga del canal: caminos de tierra entre árboles, deliciosos por el piso, por las sombras y por las vistas. Pero, tampoco nos engañemos, yo no estoy para goces estéticos: lleno de rabia me propongo adelantar a todo bicho viviente que vea por delante. Lo que queda en carrera a estas alturas son, evidentemente, los corredores más flojos, así que la tarea no es difícil del todo. Entre pitos y flautas, entre kilómetro y kilómetro, creo que adelanto a quince o veinte triatletas, quizás menos, quizás más. El caso es que entro en meta en 1 hora 25'45''. Todavía sin tiempos oficiales ni clasificaciones, pero, sin duda, todo un tiempazo: sí señor, para clasificarme para Londres 2012...
El aprendiz de triatleta con cara de satisfacción después de haber terminado su segundo sprint en 14 minutos más que en su debut
 Y ¿qué saco en claro de todo esto? Pues en primer lugar, que se trataba de completar mi segundo sprint: hasta ahí, objetivo cumplido. He vuelto a confirmar, he vuelto a sentir, que esto me gusta y que quiero seguir con la aventura del triatlón, a pesar de todo lo que me hace falta seguir mejorando y aprendiendo. En segundo lugar, he comprobado lo que Ironmangadir me comentó en Movescount: cada triatlón es un mundo. Efectivamente, no se puede comparar mi primer sprint de junio y este: ni recorridos, ni nivel de participantes, ni ninguna circunstancia. Ni, por supuesto, tiempos: este lo termino en 14 minutos más que en mi debut. Y, con eso, enlazo con mi tercera reflexión: ¿qué puede justificar que haya hecho 10 minutos más en los 750 metros del agua? No creo que el uso de neopreno pueda suponer una ventaja de 10 minutos; ¿los 10 días sin nadar? ¿el recorrido del Tri de Almería era sensiblemente más corto que este? ¿mi recorrido demasiado alejado de las boyas y demasiado por el contorno del canal? Ni idea; en cualquier caso, aquí sólo cabe una cosa: seguir mejorando y buscar el siguiente... Volver a sentir.

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