Tras dos semanas sin aportar nada nuevo por aquí retomo el asunto. Tras la crónica de Maradonosti, tras la euforia de los días posteriores, llegó el vacío postmaratón: un síndrome bien documentado en la literatura especializada. Después de 16 semanas de ilusiones y de trabajo estructurado, terminar el maratón y abandonar el programa de entrenamiento te deja un gran vacío mental y vital. El problema es que, al menos en mi caso, el cuerpo se queda como fuera de juego: por un lado, quieres continuar con los entrenos (al menos retomar la rutina premaratoniana de los 4 días de carrera); por otro lado, el cuerpo y la mente no te responden lo suficiente. Está uno cansado. Con molestias en la rodilla izquierda (la cintilla iliotibial o el tensor de la fascia lata o vaya usted a saber). Con las pulsaciones por las nubes todavía. Es una especie de quiero y no puedo que, después de las 16 semanas de preparación y de la euforia de terminar el maratón con un buen tiempo, te dejan la cabeza un poco de aquella manera. Y, aunque por un lado pienso que me merezo el descanso, que todos los manuales y artículos aconsejan una vuelta muy gradual a la normalidad, no me acaba de convencer este periodo de barbecho. Y es que desde el maratón he corrido poquísimo: la primera semana post-Donosti, 10 k (1 día); la segunda semana, 30 k (3 días); la tercera semana, esta, llevo 2 días (18 k, de momento) y ganas de salir hoy y mañana. A ver cómo va todo, porque aquí está lloviendo lo que no está escrito y no tiene ninguna pinta de parar. A ver también cómo va la rodilla...
Bueno, hablando de otra cosa: ayer cumplí 40 años. Maradonosti fue una especie de celebración, algo así como un subidón para entrar en la cuarentena con las pilas cargadas. Como he explicado más arriba, el subidón está empezando a convertirse en bajonazo. Así que ayer tuve que coger el toro por los cuernos y, por el poder que me confería el cumpleaños, declaré el 18 de diciembre como día regional del triatlón. Toma ya! La celebración consistió en coger la bici como todos los días (para ir a currar), ir a la piscina (no demasiado malas las sensaciones: 1000 metros con pull y 250 a pelo) y salir a correr por la noche (8 km con un frío y una humedad del copón bendito, y mi chubasquero en el armario guardado). Pues eso: prueba superada e inicio del reto comenzado oficialmente.
Llevo meses dándole vueltas a lo de incorporarme al triatlón de manera organizada y seria. El día de ayer fue el pistoletazo de salida. Hoy, el cambio de nombre de este blog es ya una prueba de mis intenciones ¿a corto, medio o largo plazo?
Salud y kilómetros.
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