El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

sábado, 27 de julio de 2013

Verano raro, raro

Este está siendo el verano más raro de mi vida, personal y deportivamente. No voy a entrar en detalles; ya comenté en la última entrada que venía a Madrid a cuidar de mi madre. Así está siendo: hospital, consultas, urgencias, un ingreso, personal sanitario. Lo bueno es que lo vamos contando y que, de vez en cuando (por ejemplo, esta semana), se ven algunas luces entre tantas sombras. Podría contaros lo orgulloso que estoy de la sanidad pública en este país: lo efectiva y rentable que es a pesar de la ofensiva destructiva de este mal-gobierno. Podría contaros lo orgulloso que estoy de mi madre; sí, porque, a ratos, mi madre de 90 años me parece, más que una señora mayor, una heroína de ciencia ficción -sobreviviendo y contradiciendo todos los pronósticos con una fortaleza casi mítica.
Podría, podría. Sin embargo, más vale que me vaya centrando en el tema deportivo.  En este verano tan repleto de máximas y refranes (ya sabéis: es ley de vida, cómo pasa el tiempo, a la fuerza ahorcan, no hay mal que por bien no venga, hay que tener paciencia, hay que ponerse en el papel del otro), estoy haciendo un recorrido por la memoria y por el futuro también. Desde recordar los veranos normales en Collado o en Segovia (cuántos kilómetros de agua en la pisci de Villalba, en la de La Granja, en la de El Espinar; cuántos kilómetros de carrera por mi pinar favorito; cuántos kilómetros de bici por las carreteras rurales de Segovia); los veranos normales que mi madre tanto disfrutaba y que yo, deportivamente, tanto exprimía (cómo me gustaba al final del verano hacer recuento de esos kilometrajes bestias) -desde recordar esos veranos, digo, hasta repasar proyectos futuros y analizar mi situación deportiva en estos momentos. No hay nada como la realidad de la vida, las urgencias e imprevistos de lo real, para darse cuenta de que, a veces, vivimos tan flipados y tan centrados en el deporte (se me ocurre que esto es especialmente frecuente en el triatlón) que pensamos que nuestros entrenos y nuestras carreras y nuestras temporadas y nuestros calendarios son el centro del universo. No hay nada como un mes de julio tan atípico y tan empapado de realidad como este para devolverme al planeta Normalidad y para quitarle importancia a lo que pensaba tan, tan, tan relevante. La vida no es triatlón ni temporadas ni carreras: sí, todo eso es parte de la vida, pero la vida es mucho más., Prioridades, tiempo libre, impotencia, imposibles son conceptos que ha pasado por mi cabeza en las últimas semanas. Me he reído mucho del famoso lema del Impossible is nothing. Y es que, en los pasillos de un hospital, de madrugada, te das cuenta de que hay montones de cosas que, verdaderamente, son imposibles. Y eso, no sé qué pensáis, no está tan mal -caer del guindo, aun a fuerza de una gran embestida de la vida no está tan mal; de ahí el no hay mal que por bien no venga. Un aparte: también he pensado mucho en la gestión del tiempo: mira por dónde, me he dado cuenta de que todas estas chicas o señoras que ejercen de madres o amas de casa o esposas merecen una medalla y nos laureles extra cuando son capaces de compatibilizar sus tareas con la actividad física. Un mes de julio en que he estado ocupándome de mi madre y de su casa, de comidas, de compra y de la infraestructura doméstica asi me lo han puesto de manifiesto.
Por lo demás, estoy aprendiendo a vivir al día. No hay más remedio. No va conmigo -soy un maniático de saber qué quiero hacer, qué voy a hacer, cuándo lo voy a hacer y cómo y dónde. Soy un maniático de planear, idear y planificar. Este mes de julio me está enseñando a tener más paciencia y, sobre todo, a no mirar demasiado a lo lejos. A la fuera ahorcan.
Más cuestiones que he resuelto en estas semanas; pues, por ejemplo, que el mundo y la sociedad deportiva no me aportan gran cosa a la hora de resolver problemas emocionales y de recibir apoyo en momentos difíciles. Si ya lo tenía claro, ahora lo tengo aún más claro: en este mundo el poner sobre la mesa las necesidades de apoyo emocional y las flaquezas de la cabeza son incorrecciones políticas. Me da igual, claro está: soy un triatleta atípico y me da igual lo que pase en el mainstream. Juas.
Paradójicamente, aunque el mundillo aporte escaso consuelo a mis necesidades de apoyo, la actividad física en sí sí lo está aportando. Desde que llegé a Alcorcón, hecho una piltrafa emocionalmente, he ido forzándome a salir a correr con fines terapéuticos. Poco a poco he ido arrancando y, ahora mismo, estoy en cuatro salidas semanales de carrera a pie. No hay tiempo para más pero, de tener que forzarme a salir los primeros días he ido pasando a estar verdaderamente motivado. Contento con mis DS Trainer, que estrené aquí, y contento con poder recurrir a esto para desconectar y cargar pilas.Así, a lo tonto a lo tonto, estoy llegando a retomar el volumen semanal de kilómetros que habitualmente alcanzaba religiosamente antes de entrenar como triatleta. Estamos hablando de pasar de los 50 kms semanales. Sólo eso, nada más: nada de agua, nada de bici. Es lo que hay: zancadas, horizontes, sudor, soledad y la convicción de que la carrera me acompañará siempre, en lo bueno y en lo malo -las zapas es lo que tienen, que están ahí en las duras y en las maduras. A la fuerza ahorcan. Para despedirme, os regalo esta canción que, varias veces a lo largo de mes, me ha puesto los pelos de punta... Nos vemos por aquí.

1 comentario:

  1. solo decirte que salgas pronto del bache y efectivamente el deporte es secundario, aunque a veces tengan que ocurrirte este tipo de cosas para darte cuenta,(me incluyo).
    saludos

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