El sábado se celebró el Bilbao Triathlon. Yo llegué el viernes por la noche, con mi Trek embalada y facturada y con un equipaje que había ido preparando en los últimos meses. En el equipaje llevaba sonrisas para desplegar por Bilbao, mucha ilusión, bastantes ganas y uno de mis mejores 1000m en piscina, hecho dos días antes. También estaba preocupado por la temperatura del agua. En este tri no había olas, pero sí unas previsiones de bastante mal tiempo. No tengo mucha grasa corporal, peso poco, soy un tipo enclenque y el frío enseguida me afecta a las manos... Pero bueno, mi planteamiento era que lo que no corriera de mi cuenta no me iba a preocupar más de la cuenta.
Así, alehop, nos plantamos en la mañana del sábado. Como la salida es a las 12.15 hay tiempo suficiente para desayunar con calma y preparar todo de manera relajada. Llueve. Llueve mucho. Pero sigo pensando que lo que no dependa de mí no debe quitarme ninguna energía. Me planto en boxes con todo un arsenal de ropa, que parecía un representante de ropa de ciclismo. Que si chaqueta de invierno, que si dos maillots, que si toalla, que si dos pares de calcetines. Todo organizado perfectamente en bolsas de plástico para ser utilizado cuando fuera necesario. Quien lea esto y no sea de por allí alucinará, pero la cosa en un triatlón en el Basque Country es así -lo del postureo de lucir musculamen con el mono minimalista se queda para otras latitudes. Es esa actitud, todo muy sencillo, todo bajo la lluvia, todo sin grandes estridencias, lo que me hace sentir cómodo en boxes. Pocas ruedas de perfil, bastantes acoples, muchas bicis buenas pero discretas -todo como muy normalizado: el enfoque vasco de la actividad física está naturalmente integrado en el paisaje urbano. La gente llega a este pedazo de MD en bici desde casa y con la mochila del Decathlon al hombro. Me gusta. Sí señor. Nada que ver con cómo me sentí en los boxes de Elche. Y, precisamente por eso, por lo que voy viendo a mi alrededor, luego me da más rabia no haberlo completado.Y luego está el público: también me da rabia no haber podido participar de ese público -recuerdo lo que me impresionó la gente animando en Maradonosti... En fin.
Se va acercando la hora. La salida es desde el agua. Hay que meterse en la ría y nadar unos 150 metros: el agua está fría pero llevo dos gorros y tapones en los oídos. Precisamente por los tapones apenas oigo esta vez el meeeeeeeeec de salida. Ahí estamos; acaba de empezar el Bilbao Triathlon. Muchos gorros verdes. Algunos palos. Mucho contacto. Toca bajar corriente abajo hasta el puente de la Salve, al lado del Guggenheim. El agua está fría pero me centro en nadar y ver pasar edificios. Creo que no voy mal. Puente de Zubi-Zuri. Y, sin darme mucha cuenta, puente de La Salve. El Nervión está, por momentos, cogiendo mucho cuerpo y mucha fuerza. Hay que girar en dos boyas y es ahí donde me doy cuenta de la magnitud del tema. No sé por qué, pero las boyas las veo en sitios totalmente distintos cada vez que levanto la cabeza o respiro. No sé si es la primera o la segunda. Se mueven: en todas direcciones, para arriba, para abajo y para los lados. Con algo de esfuerzo mental, comprendo que hay corrientes y que empiezan a pintar bastos. Con algo de esfuerzo físico giro y tiro para boxes. Juas juas. Para boxes. Queda mucho más de la mitad y todo es contra corriente. Hace media hora de la pleamar y el río está empezando a bajar con la rabia acumulada de días de lluvia y con muchas ganas de llegar al mar. Tal y como he oído que hay que hacer, me pego lo más posible al muro de la orilla y, chino chano, voy nadando. Voy en un grupo grande. Me da confianza saber que no se me va nadie y que vamos luchando contra la misma corriente. Zubi-Zuri. La cosa va cambiando. Cada vez pasan los edificios más lentamente. Cada vez se hace más duro. Pero bueno, voy animado. Animado hasta que en el puente del Ayuntamiento la corriente no me deja avanzar. Atrapado en un remolino, me quedo noqueado y agarrado a un pilar de los del murete. El grupo se ha desperdigado. Saco fuerzas de flaqueza y sigo nadando (nadando es una manera optimista de denominarlo). De repente siento que llevo las piernas dormidas. Las manos y los labios también. Miro hacia adelante y no doy crédidto. Las escaleras del Arenal se ven lejísimos todavía. En estas, Simón me ha localizado y no para de animarme: vamos David, vamos David. Al principio es un ruido de fondo, luego es un mantra que me hace no abandonar. Me paro en varias columnas. En una parada veo cómo trasladan a un triatleta en una tabla. Oigo sirenas y veo una barca de la Cruz Roja llena de gente con mantas térmicas. Destellos plateados. Tomo como referencia un edificio rojo con miradores blancos. No consigo pasarlo. No pasa. Demencial. Anclado en ese edificio, sigo haciendo como que nado. Uno (o varios) de los chavales de la organización, que van remando sobre tablas de surf se me acerca varias veces para preguntarme cómo estoy. No sé qué decir. Estoy aturdido. Cuando hablo, el chaval, me dice que si hablo castellano. De eso me acuerdo al día siguiente, pero puede dar una idea de cómo estoy: no sé ni lo que digo, no puedo ni hablar, estoy tiritando y nadando. Oigo que me dice si no tienes mucho frío, ya lo tienes hecho, son sólo 300 metros. 300 metros!!!! Aun así, sigo oyendo a Simón y a un montón de gente que, desde arriba, dicen vamos David. Pues venga, vamos: la cosa se complica porque me da un tirón en un gemelo. No me importa: quiero hacer este triatlón, quiero llegar a toda costa a la bici -la confusión mental es tan grande que me creo capaz de montarme en una bici. Llego a las escaleras -resbaladizas, llenas de lodo, subo y me dan una botella de agua. Veo que quedan algunas bicis en boxes y sé llegar a la mía. Un chaval de organización me pregunta que cómo estoy. Le digo que bien y, ahora, recordándolo, me veo como a bordo de una tremenda borrachera. Con la boca trabada. Empiezo a trastear bolsas y a tiritar. El chaval me sigue la corriente y me dice que si esa es mi ropa. Pensará que lo mismo hasta me he equivocado de bici. Me quita el neopreno y empiezo a caer del guindo. Se me viene a la cabeza una norma básica del tri: si alguien te ayuda en esos trámites, estás descalificado. Lo entiendo y, en dos décimas de segundo, lo asumo: estoy fuera, out, off. Bilbao Triathlon 2013 se ha acabado para mí.
El resto es un poco patético. Me meten en una carpa y me empiezan a masajear los pies. No soy capaz de quitarme el mono. Las manos no responden. De repente, sentado en una silla, rompo a tiritar a lo grande, como si se fuera a acabar el frío del mundo. En la carpa estamos varios. Y todos tiritando. Caras de desolación y tristeza. Somos tri-damnificados. En media hora o así, estoy en condiciones de recoger la bici y, con el rabo entre las piernas, irme al hotel a meterme bajo una ducha caliente.
Esta es la historia de mi sector agua en Bilbao. Claro, que hay mucho más. Las causas de mi historia y las de más de 100 atendidos por hipotermia o las de casi 300 abandonos en un triatlón de 700 participantes; y es que se habla del 40% de hombres y del 60% de mujeres. Hay quien, en estos dos días, se lo ha explicado todo en las redes sociales felicitando (zorionak a tutiplén) a la organización y diciendo que en el Basque Country el clima es así. Yo, desde aquí, quiero tambien felicitar a la organización: sobre todo por la suerte que han tenido de que no se haya producido una desgracia mayor. El límite entre 100 hipotermias y un muerto por parada cardio-respiratoria debe ser tan tenue que me desgañito en felicitarles por esa potra que han tenido en esta ocasión. A mi manera de ver, que no deja de ser la manera de ver de un triatleta patata y muy pardillo, hay varias cosas que llaman la atención:
-primero: la temperatura del agua no estaba para autorizar la natación; o, al menos, no para autorizar un recorrido de 1900 metros que, según, participantes garminizados tenía 2300. La temperatura del agua era, oficialmente de 13-14-15º -hay diversas opiniones. Mi impresión es que esa temperatura viene de las previsiones que Euskalmet había realizado dos días antes. La temperatura del agua, eso todos los sabemos (los finishers, los organizadores, los jueces y oficiales, los hipotérmicos incluidos) estaba a menos de 13º. Hay versiones apócrifas de declaraciones de un juez que dice que la temperatura del agua estaba a 11.9º. Demencial, ¿no creéis?
-segundo: el recorrido, organizado para más gloria de la dureza de la prueba y con un porcentaje del 70% contra corriente, es de juzgado de guardia; precisamente con esa temperatura del agua, pensar en un recorrido así (especialmente con el Nervión a tope por las lluvias) es dejar automáticamente fuera de juego a la gente que nade 1900 por encima de media hora. Si inviertes el recorrido o lo haces directamente todo con la corriente a favor, las cosas pierden épica posiblemente, pero ganan en lógica y en seguridad. Quien se escandalice por esta sugerencia, que sepa que el Ironman de Nueva York del año pasado fue todo con la corriente a favor. Estos americanos, que son unos blandos. Estas cosas tan centradas en la épica y en echarle huevos sólo pasan por esta zona del mundo (y no me refiero al Basque Country, sino a la Península entera).
-tercero: si los tiempos de corte existían, que sí exisitían (1 hora para el agua), ¿a santo de qué nos deja la organización terminar el agua cuando estamos ya en el entorno de la hora con visos de eternizarnos contra la corriente? Señores: el pundonor y la épica importan, claro. Yo estoy contento entre comillas de haber terminado el agua; pero si me hubieran obligado a montar en una barca me hubiera ahorrado un rato de tiritona...Y, a la postre, me hubiera sentido protegido por una organización y por una federación que cobran de los que tardamos más de 30' en nadar pero que deciden, mal organizan y disponen sólo para los que tardan menos.
-cuarto: hubiera sido un papelón grandísimo suspender o modificar la natación en un triatlón que estaba, ahora me doy cuenta, organizado como despedida de la triatleta Virginia Berasategui. Aun así: esta confusa mezcla de triatlón profesional y triatlón popular con muchos niveles es una bomba de relojería que, de seguir así, algún día terminará mal. No se puede promocionar el triatlón a nivel popular y permitir que gentecilla como yo, por muy federados que estemos, participemos en estas pruebas y, al tiempo, saltarse el reglamento de la federación y organizarlas con pretensiones de series mundiales. La burbuja del triatlón estallará algún día no muy lejano -cuando pase algo (que, de seguir así las cosas, seguro que pasa) y, cuando nos hartemos todos del negocio que se ha montado. Si haces negocio con 700 personas, creo que es básico pensar que un porcentaje importante nadará en más de 30 minutos -y más de 30 minutos con una temperatura más baja de 13º es peligrosa para el cuerpo. Incluso para los cuerpos serranos de Virginia o de Marcel Zamora o de los élite. En otras palabras: en el Tri de Bilbao no hubo 700 hipotermias el otro día porque un 60% de los triatletas inscritos nadan bien o muy bien. La reflexión es que es paradójico cómo han crecido las licencias e inscripciones de triatlón en las últimas temporadas, gracias en gran parte a triatletas populares y muy patatas que financiamos con bastante generosidad todo este circo, y cómo las pruebas y el discurso oficial van orientados al discurso de lo épico y a favorecer a los élite.
Bueno, esa es la crónica de lo que me pasó en Bilbao el otro día. Hablando de papelones, ahora me toca anunciar que no voy a volver a escribir más en Triatloneando. Este blog se inició en agosto de 2009: se empezó llamando Maratoneando: de Almería a Donosti. Tras la maratón de Donosti de aquel año decidí continuar con él y darle una orientación tipo diario para ilustrar mi progreso en el proceso de convertirme en triatleta. Casi cuatro años después, el recorrido llega al final. Me consta que la gente que leéis esto apreciáis el blog; muchos me apreciáis a mí también. Os agradezco la lectura y el apoyo y los comentarios. Me sorprende que hayáis encontrado en estas entradas una fuente de inspiración para vuestra vida deportiva y para otros campos de vuestras luchas diarias. Sinceramente, creo que tenéis mérito por poder encontrar inspiración entre tanto altibajo y tanta comedura de tarro. Pero los blogs deportivo-intimistas es lo que tienen... Además, para salirme un poco de las corrientes imperantes, he intentado siempre ser fiel a la realidad (la actividad física tiene sus dificultades) y ser fiel a mí mismo. Aunque el blog nunca ha tenido un volumen de tráfico como para soñar con patrocinios, este blog nunca ha ido de eso. Si de una cosa estoy contento es de haber sido siempre yo: en el deporte no le debo nada a nadie, por lo que he podido decir siempre en estas entradas lo que pensaba y tal como lo pensaba.
Por eso, ahora, cuando ya no encuentro que tenga nada interesante que decir, creo que lo mejor es dejar de desangrarme en público y pasar más a lo privado. Siempre habréis notado que, a pesar de las inclemencias, he intentado encontrar luz y moralejas positivas. No me encuentro, ahora mismo, ni con ánimo ni con disposición de animar a nadie a hacer deporte ni triatlón ni a calzarse unas zapas. Con todo lo que he oído y visto en los últimos meses, con cómo el triatlón ha pasado de ser una fuente de superación y de mejora personal a un accidente bochornoso en mi vida, no puedo, por desgracia, escribir entradas optimistas. Me parece justo para con los lectores, con el tri y conmigo mismo parar aquí.
El recorrido entre el puente del Ayuntamiento y el puente del Arenal es una metáfora de mi recorrido en el triatlón en estos últimos meses. Querer y no poder. Querer y esforzarse y no avanzar. ¿Una lucha titánica contra la corriente para llegar, por fin, a boxes? Sí. Pero no os confundáis: al final los boxes se convierten, no en calabaza esta vez, sino en carpa de atención sanitaria y en manta térmica. Verme tiritando y recién bajado de la tripatera me ha hecho recapacitar sobre todo este negocio, este mundillo en el que es políticamente incorrecto quejarse de fragrantes imprudencias como la del sábado por parte de la organización. Un mundo en que la corriente del negocio y la corriente de la dureza gratuita agitan la coctelera en que estamos metidos gente con ilusiones y con pretensiones de disfrutar de algo que, en principio, nos gusta. Un mundo en que los jueces se ven obligados a poner temperaturas falsas en los impresos por imposición de los organizadores de pruebas (otro caso que conozco es el de una vez que se obligó a poner menos temperatura para no autorizar el neopreno porque cierta persona no se lo había llevado a la competición). Todo es tan groseramente patético.
No sé si voy a volver a competir en triatlón; en todo caso, es momento de desaparecer un poco del ojo público, de quedarme yo solo con la gente a la que importo y conozco en la realidad no virtual. Dejo estos meses en que me he flipado tanto y dejo de perder tiempo en blog y en redes sociales. Ese es el plan. Ah, también dejo, al menos simbólicamente aunque mi licencia este año sea con ellos, el Club Triatlón Almería. De competir este año en alguna otra competi volveré a usar mi mono rojo, con el que me estrené hace dos temporadas; me siento incómodo llevando un mono de un club que lo único que me ha aportado en los últimos meses son culebrones interminables a través de enfrentamientos en la lista de correo electrónico. Un club que ni siquiera sabía que yo competía en Bilbao y que, de haberme ahogado en el Nervión, ni se hubiera enterado. Esto es un toque egocéntrico que sobra, pero tenía que decirlo: los clubes, creo, están para algo aparte de recaudar fondos y hacer negociete.
Me voy de aquí con un mensaje que me llegó al móvil anoche. Quien lo escribió probablemente leerá esto; es un triatleta al que conozco poco pero al que entiendo porque tiene un enfoque independiente y outsider que me gusta. Bueno, pues que sepas (que sepáis) que ese mensaje (y algunos de los pintxos que comí en Bilbao tras la decepción) es lo mejor que me pasó el fin de semana. Lo reproduzco, y con eso cerramos, porque me sirve para poner un poco de luz en tanta sombra. Si no hubiera luz, esto no sería una entrada de Triatloneando: "No conozco a nadie con mayor disciplina que tú. Te he visto competir y entrenar a un excelente nivel... Reconozcamos que no estás teniendo suerte, pues hay que seguir buscándola. Un abrazo."
lunes, 20 de mayo de 2013
miércoles, 15 de mayo de 2013
Nos vamos al Bilbao Triathlon: un decálogo, cuenta atrás y previo
Bilbao. Vamos, que nos vamos |
Más de dos semanas sin pasar por aquí.
Dos semanas sin pasar por mi deporconfesionario y sin contaros, a
quienes sea que leéis esto, mis entrenos y mis desvaríos
trireflexivos. Seguro que habrá quien haya pensado que he tirado la
toalla: nada más lejos de la realidad. La verdad es que, desde que
tuve mi encontronazo frente a mí mismo y el trimundo y mi cabeza en
Elche, las cosas se han calmado bastante. He seguido aprendiendo y
analizando lo que veo en mí y a mi alrededor y, sobre todo,
clarificando mi enfoque en cuanto a la práctica deportiva. Aquí van
algunas de las cuestiones aprendidas, así en plan caleidoscopio de
máximas, para quien tenga curiosidad. Creo que ya hablé de todo esto tras recuperarme del revolcón de Elche, pero me repito (espero que no demasiado) porque realmente, por tonto que os parezca todo este decálogo, estas revelaciones de perogrullo me han hecho crecer:
UNO -en el deporte, tú eres tú y tus
circunstancias personales y vitales
DOS -cuando la cabeza no va, lo demás
va aun menos
TRES -a quien debes rendir cuentas en
esto es a ti mismo -compárate sólo contigo mismo
CUATRO -no te dejes deslumbrar por
conocidos y redes sociales
CINCO -no te olvides de que todo esto es
un pasatiempo que te tiene que ayudar a aguantar las cosas feas de la
vida -no olvides el placer de la práctica deportiva
SEIS -no te olvides de que actividad
física es algo más que entrenar -cómo concibes la vida diaria (tu
alimentación, tus desplazamientos, tu ocio, tu trabajo, tus
relaciones) dice mucho de tu práctica deportiva
SIETE -si pierdes la motivación, intenta
hacer cosas por primera vez: el deporte es una continua fuente de
primeras veces
OCHO -pasa del negocio y de las
corrientes imperantes, sé tú mismo; no te dejes deslumbrar por el material -eres tú y tu cuerpo: confía en los dos
NUEVE -no te creas al 100 por 100 las
frasecillas de motivación que circulan por ahí; tampoco te creas al 100 por 100 a los
gurús y pseudogurús deportivos -aquí casi todo el mundo defiende
algo por interés económico
DIEZ -respeta tus ritmos y tus etapas
-descansa, escucha a tu cuerpo, no te saltes ninguna fase
El caso es que
estas últimas semanas (mientras conocidos más o menos cercanos completaban retos de escándalo como los 101 de Ronda, el TriIberman MD, el IronCat y diversas carreras populares, que para gustos colores) he seguido entrenando de manera más
tranquila. Gracias a los consejos del amigo Iker (os recomiendo su
blog Correr no es de cobardes si aún no lo conocéis, y os dejo una frase suya, muy sencilla, pero que realmente me ha cambiado el chip en mi acercamiento al entreno -los entrenos se adaptan a la vida y no la vida a los entrenos); gracias a Iker, digo, he completado algunas de las mejores semanas de entrenamiento de este año, llenas, tal como a mí me gusta, de primeras veces: ahí está mi primer 100 en piscina a 1'48'', o mi salida más larga en bici hasta ahora (107 kms), o mi media más alta en un entreno largo de bici (30,3 km/h). Han sido semanas complejas, con la cabeza laboralmente muy confusa y muy aturdida (el lunes decidí que este curso está siendo mi annus horribilis laboralis) y llena de comeduras de tarro y de intranquilidades (la enfermedad de mi madre, permanentemente en un rincón de la cabeza, parpadeando) -sin embargo, creo que he disfrutado de los entrenos bastante y, lo que es mejor, me han servido para olvidarme de lo que no es de color rosa. De alguna manera, algunos de esos ratos entrenando me han servido para realizar esa sutura tan difícil entre lo que pasa y lo que debería pasar; entre la realidad y el deseo.Así, casi sin darme cuenta, me he plantado en la semana del Bilbao Triathlon, el que (si no hay gatillazo de última hora) será mi decimotercer tri y el primer MD de esta temporada. Supongo que, en semanas así, lo mejor que se puede hacer es dejarse caer sin muchas estridencias -poner el piloto automático e ignorar las mariposas en el estómago. Confiar en la preparación que se ha realizado (ya sabéis, los deberes hechos) y sobre todo, centrarse en dos pensamientos de perogrullo: primero, que lo que tenga que pasar pasará y, segundo, que esto se hace por gusto, ni más ni menos. Previsiones meteorológicas complicadas y un viaje complejo desde Almería a Bilbo: dependiendo de con qué gafas se miren las cosas, las dificultades y engorros se pueden contemplar como nuevas fuentes de primeras veces, nuevas oportunidades para crecer en esto. Mi primer viaje en avión facturando a mi Trek. Posiblemente mi primer triatlón con condiciones meteorológicas un poco complicadas. Vamos.
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