El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

miércoles, 5 de febrero de 2014

Desatascando: llegamos al final


El tiempo nos pone en nuestro lugar
Los que me conocéis mejor no pensabais que esto fuera a suceder. Paradójicamente, algunas personas que me conocen menos y que, desde fuera, veían los acontecimientos con  mucha más distancia seguramente tenían claro que este blog era la crónica de una muerte anunciada (¿a que sí?). Sí, lectores y lectoras, después de un mes de enero lleno de reflexiones dejo definitivamente el blog y el triatlón. La verdad que el año 2013 me ha hecho descreído y, sobre todo, más viejo: y en las últimas semanas, a fuerza de poner la mollera en el remojo de la reflexión, me doy cuenta de que sigo sin encontrarme. Sigo sin encontrarme del todo y, primera revelación importante, me doy cuenta de que el triatlón nunca me va a ayudar a estar mejor. Estos últimos años han sido la historia de un amor imposible o una de esas relaciones tempestuosas de amor/odio que acaban por dinamitar los cimientos más estables. Una relación que me ha proporcionado sus buenos momentos, sí,  buenas sensaciones que, sin duda, atesoraré como se merecen. Sin embargo, el balance final es que todas mis inversiones, mis esfuerzos, mis ilusiones no han valido la pena. Seamos realistas: soy un corredor popular que ha jugado a ilusionarse con algo que, a estas alturas de mi vida, es imposible. Ni he mejorado como triatleta ni he conseguido aprender a nadar. Constancia, chapuzones, muchas piscinas visitadas, kilómetros solo y acompañado para acabar con otra revelación: no valgo para esto. Si nos creemos los eslóganes estos tan de moda en los últimos años (esos que han hecho tanto daño a tanta mollera espurreada por ahí), esos de que no existen los límites y de que cualquiera puede hacerlo si se lo propone, la revelación es aun más dramática: bueno yo me los llegue a creer y, al final, he acabado a bordo de  un laberinto de falta de autoestima y de ansiedad que, combinado con altas dosis de tristeza y dureza en los últimos doce meses, me han llevado a darme cuenta de que es momento no sólo de parar sino de decírmelo a la cara y compartirlo con quien quiera leerlo.Así que, fare thee well, tri: te deseo lo mejor, a ti, triatlón y a tu club de fans formado por molleras jóvenes, por aguerridos, por creyentes y por crédulos.
La decisión, el abandono, tiene mucho de egoísmo: no quiero regalar más tiempo a actividades y a cuestiones que no me llevan a ningún sitio. En estos momentos de crisis, casi todos estamos priorizando gastos. Yo, en las últimas semanas, me he dado cuenta de la cantidad de minutos y horas que he malgastado y restado a otras cuestiones que también tienen importancia en mi vida. Ahora mismo, con 44 años, creo que es momento de reaccionar y eliminar del menú todas aquellas cosas que no son productivas. Tengo tanto, tanto que hacer en la vida que, siendo realistas, prepararme con constancia para cosas que sólo me van a demostrar lo malo que soy es una pérdida de tiempo. Prefiero dedicar más tiempo a la lectura, a viajar, a aprender idiomas, a aprender sobre cocina, a hacer fotografías.
Hace pocos días leí un artículo sobre lo que significa la palabra 'postureo'. Creo que esa lectura, y la constatación de que postureo es, más o menos, no ser capaz de realizar nada sin publicarlo en las redes sociales -una especie de vivir de cara a la galería de facebook o de twitter o de un blog. Buscando  la aprobación o la envidia (sana o insana) de los demás. El mundo en el siglo XXI tiene mucho de eso: de vivir de manera exhibicionista para demostrar todo lo que somos capaces de realizar. Una cuestión de demostrar nuestro estatus -hilando, hilando, me di cuenta de que mucho de lo que he hecho en estos años, aun sin yo quererlo, puede ir por esa línea. Hilando, hilando, me doy cuenta de que mucho de lo que está pasando en el deporte popular en los últimos años va también por esos derroteros: sin duda, muchas de los movimientos recientes en el triatlón (masificación, multiplicación de clubes, popularización de la media y la larga distancia en detrimento de la corta) van sin duda también por ahí. Parece como si la gente hiciera deporte sólo para demostrar, no ya a sí mismos, sino a la galería lo que son (somos) capaces de hacer. También, por supuesto, para demostrar al resto lo que somos capaces de comprar. Entre quien lea esto (si es que alguien llega hasta este punto), habrá quien piense que todo esto son perogrulladas y que hace falta ser inocente para caer del guindo de manera tan estrepitosa a estas alturas de la vida: el mundo es desigualdad desde hace mucho, y casi todas las actividades humanas han visto su manera de estratificar y demostrar el estatus... Sí, sí: pero aun así, no quiero nunca más sorprenderme pensando que hago cosas para ser más que nadie, para estar en el grupo de cabeza, para ser del colectivo guay de turno, para contarlas en un blog. No. Quiero hacer las cosas para sentirme a gusto conmigo mismo. Para sentirme especial, pero no mejor que nadie...
Por eso vuelvo a mi persona inicial -yo, corredor. El mismo que creó este blog en 2009 y lo llamó "Maratoneando: de Almería a Donosti" al iniciar la preparación de Maradonosti 2009. El mismo que se entrenaba solo y, por cierto, con bastante buenos resultados en carreras populares... Vuelvo a eso y espero no salir escaldado -el secreto estará en mantenerme al margen de presiones y de huir de la inquisición y las sectas que tanto abundan en triatlón y que, por lo que veo, también existen en la carrera a pie. Quiero correr sin angustias -ya he dicho, como hacía antes... Sin minimalismos, paleodietas, integrismos, pontífices, modas y negocios. Sin técnica de carrera, sin adornos, sin historias, sin negocios, sin gastar mucho dinero. Por placer, como antes. Porque, como decía Frank Shorter: "No existe una técnica correcta para correr. Correr es un deporte intuitivo y de sentido común: usted no debería preocuparse por la forma en que lo hace". Y lo demás son florituras y quebraderos de cabeza que dejo también para los aguerridos y creyentes. Correr, luego existir. Sin más: sin lesionarse por hacer ejercicios de técnica de carrera mal hechos, sin hacerme callos en los pies por llevar zapatillas pensadas para convertir el running en un quebradero de cabeza más (y de paso en otra vía para el negocio)... En fin, mejor no seguir por esa ruta...
Bueno, muy bien: ese es el futuro. Pero, ¿por qué cerrar el blog? Lo podía continuar y llamar, por ejemplo, RunRuneando. Muy original la idea, ¿verdad?. Último juas juas en off en el blog. No. Pero bueno, a quienes os gusta leer esto, os debo quizá una disculpa. También una recomendación: si os gusta leer, leed literatura de verdad. No a un pseudo-Murakami. También hay algo de egoísmo en finiquitar el blog: ya he dicho que no estoy para perder tiempo, pero es que además estos últimos meses me han hecho ver que no tiene sentido escribir un diario y hacerlo público: los diarios pertenecen a la esfera privada. Me explico: he escrito este blog con tanto, tanto cariño y con tanta, tanta sinceridad que, al final, desde la idea inicial de un blog intimista hemos acabado montados en una atracción de feria muy morbosa por la sangría interna que mostraba. Dicho de otras maneras, he escrito como si escribiera para mí o para amigos muy cercanos. Cosas que ya están escritas, cosas que no tienen solución, eso da igual ya; pero mejor no seguir. Igual que dejo el triatlón para los jóvenes, los aguerridos, los creyentes y los crédulos, dejo la literatura para los escritores. Y los consejos técnicos de entrenamiento, nutrición y vida sana, para los expertos o pseudo-expertos, que de todo hay.
El escribir de esa manera tan sincera ha acabado siendo una forma más de postureo. Al menos, imagino ahora con horror, de esa manera habrá sido contemplado el blog por mucha de la gente que me conoce poco. Los que me conozcáis más, sabréis que es que yo soy así de transparente. Pero bueno, tiempo de dejar de serlo. Quizás deba hacerlo con una última constatación de esas tan transparentes, una de las que me ha ayudado a ver que tenía que abandonar lo del tri y lo de este blog, no sólo por motivos deportivos sino también por razones sociales y afectivas. El blog ha sido claro a la hora de poner sobre la mesa que los últimos doce meses han sido los peores de mi vida. Pero no por escribir de ello, no por ponerlo encima de la mesa, he recibido muchos abrazos de consuelo por parte del mundo triatlético, ni del bloguero, ni de las redes sociales. Esto no es una queja, simplemente otra revelación más: no por hacer un deporte, ni por tener algunos lectores en un blog, ni por tener muchos seguidores en twitter o "amigos" en facebook se tienen más amigos de verdad. Suena a tontería, pero el darme cuenta de que muy, muy poca gente conectada al triatlón me ha ayudado a pasar estos meses amargos me ha decidido a la hora de poner tierra de por medio y de huir de un territorio que, en mi caso, he encontrado gélido, hostil y poco cariñoso. Sin duda, el andar tan poco conectado en el mundillo es culpa mía, pero siento que es hora de huir del invierno y de pasar a la primavera.
Pues ya está, perdonen ustedes mi monserga. Excuse my rant. No suelo ser capaz de dedicarme de lleno a una actividad si tengo asuntos previos pendientes; y creo que darle el carpetazo definitivo al proyecto triatloneando pendía encima de mí como una losa (gélida, hostil y poco cariñosa, como son todas las losas, como he encontrado el triatlón en estos meses, más frío que el agua de una ría).Agradeceros de corazón a quienes habéis estado ahí acompañando en este imposible y a quienes habéis comprendido lo que pasaba. A personas que, como la inspiradora del título de esta entrada, seguramente veían que estábamos ya llegando al final y, afortunadamente, tocando fondo. Abrazos.

sábado, 11 de enero de 2014

Enero


¿Leer o entrenar?
Pues sí, instalado ya en enero y con un tercio del mes ido, constato que los años pares y los pasos de página no son por completo milagrosos. Como escribía el otro día en Facebook (yo y mis manías de emitir más señales de las que necesita mi constelación de conocidos y desconocidos),  
"Too much procrastination. Too many things I feel I've fallen behind with. Too many things I'm still putting off. Going back to the pool. Getting back on my road bike. Getting back to serious speed work-outs. Doing core work. Facing society and the calendar. Luckily, we're only eight days into 2014. And 60 kilometres away from 2013, which is not that bad. Still 3 kgs far from my ideal weight. Shame!"
A veces encuentro que expreso mejor en inglés muchas de las cosas que me pasan por el cuerpo y por la mente, pero lo que venía a decir en esas líneas es que el nuevo año no ha supuesto un cambio de rumbo ni inmediato ni radical. Sigo un poco a bordo de la desgana triatlética: tanto perder tiempo, o no perderlo sino emplearlo en otras cuestiones (trabajo, lectura, planes extradeportivos), me hace una vez tras otra pensar en las semanas de antes (las de estar volcado en entrenos, en las de estar plenamente convencido) y compararlas con el ahora. Efectivamente, tengo la sensación de que me he atrasado muchísimo en mi vuelta a la piscina, mi vuelta a la bici de carretera, mi vuelta al gimnasio o a las rutinas de core. Y así, desde luego, no. Así no retomo yo ni mi cuerpo serrano de antes de la catástrofe ni mi estado de forma. Y claro, empezar la primera semana del año con 58 kms de carrera a pie tampoco es para darse de latigazos o de cabezazos contra la pared, pero está claro que tampoco es para echar las campanas al vuelo.
Y sí, hay determinados signos: corro  ya con cierta comodidad y me he inscrito en la Media de Málaga. Pero también hay muchos otros signos que me hacen contemplarme como un deportista muy diferente al de hace un año o año y medio. Ni me he federado este año ni creo que vaya a competir en triatlón en toda la temporada. Esto me da mucho que pensar, al fin y al cabo los deportistas reflexivos es lo que tenemos: por si no os habíais dado cuenta, ser deportista reflexivo consiste en conocerse a través de la práctica deportiva -en aprender de deporte pero también de uno mismo. Y lo que estoy aprendiendo en estas últimas semanas no me gusta demasiado: dudas no ya sobre querer seguir sino también sobre la viabilidad del proyecto. 44 años son muchos años como para parones largos en esto. Eso es un hecho. Y aunque estoy dispuesto a volver a repetir el camino, recrearme en los mismos pasos que di durante al menos dos años antes de decidirme a debutar en un sprint (cuando las cosas eran de otra manera y la gente no debutábamos directamente con un media distancia o con un ironman después de haber entrenado dos meses, juas); aunque, digo, esté dispuesto a enfrentarme a días y días de piscina en solitario, a asfalto y más asfalto sobre la bici, repetir, como he dicho, el camino durante un año sin afán de preparar ninguna competición, con el mero objetivo de sentirme cómodo y preparado; aunque lo quiera hacer, no sé si eso, a estas alturas, me va a llevar a alguna parte. Decía en la entrada anterior que las periferias y las medias tintas y las comeduras de cabeza y las dudas son la antítesis del triatlón: quizás ha sido eso una de las cosas que he sacado en claro en tres años. De ahí las dudas, de ahí las reservas: sí, probablemente en unos días me decida y empiece con una rutina tipo deporte salud en la piscina, algo que complemente a la carrera. Posiblemente cualquier día de estos me montaré en la flaca y llegaré hasta las Cuevas de los Úbeda o hasta Cabo de Gata y quedaré, otra vez, cautivado por el goce estético de montar en bici y ver el mar en lo profundo del paisaje. Lo que pasa es que creo que tengo la actitud equivocada (¿una actitud periférica?): porque está claro, el triatlón no va de estética ni de goces sutiles. El triatlón va de entrenar duro y no reflexionar demasiado sobre lo que nos pasa. Tampoco es que sea demasiado compatible con un trabajo exigente, con leer libros de 800 paginas (me acabo de empezar The Goldfinch de Donna Tart), con tener otras aficiones, con hacer planes de pasar un verano viajando (viajando y sin bici y sin piscina, esto es), con tener que mantener una casa, con mantener un blog inútil con regusto a Murakami, con tantas y tantas cosas. Si te dedicas al tri, te dedicas. Creo que en eso todos estaremos de acuerdo.
En lo que no estamos tan de acuerdo, seguramente, es en otra de las revelaciones que he tenido en estos meses: el triatlón hace pupa. Sé que es una verdad incómoda (y ahí está la tercera revelación: en el trialtón no se habla de esto y se huye de ponerlo encima de la mesa), pero he visto a un número importante de tridamnificados en los últimos meses: desde lesiones por sobrecarga y por entrenamientos demasiado exigentes y demasiado repentinos (sin olvidar los ocasionados por seguir, sin la justificación y el asesoramiento debidos, modas y tendencias en ajustes o modelos de bici y en minimalismo en carrera a pie) hasta lesiones psicológicas de más o menos gravedad. Cuando hay un número de gente que debe dejar de correr durante meses por lesión o un número no menos importante de gente que no da mentalmente más de sí a la hora de compatibilizar calendario y vida triatlética con vida normal (laboral, familiar, sentimental...), algo se está haciendo mal..
Con esas dos revelaciones, la de la dedicación casi exclusiva y la de los daños colaterales, las preguntas son varias: ¿me quiero dedicar? ¿me es posible? ¿me quiero gastar más dinero en tri? ¿quiero prescindir de otras aficiones? No tengo respuesta para ninguna de ellas, al menos de momento. Simplemente me vienen a la cabeza dos veranos de entrenamientos muy intensos: el de Torrecaballeros de 2010, cuando pensaba que iba a ser un buen triatleta y, sin haber competido nunca, descubría carreteras con la bici y hacía metros de piscina con un placer intenso y de pardillo -ese fue el verano de la inocencia y de tener todo el cuaderno en blanco por delante.Y, luego, claro está, el de San Rafael de 2012: el verano que mejor he entrenado nunca; el verano en que mi madre me repetía, una vez tras otra, qué fuerza de voluntad tienes, hijo -ese fue el verano del cuaderno medio lleno, en el que todavía no había perdido ni la inocencia ni la ilusión de que iba a aprender a nadar bien, juas. Si fui capaz de hacerlo aquel verano, entrenando solo, sin perdonar una sesión, al tiempo que me ocupaba de mi madre, debería ser capaz de hacerlo ahora. Al menos, repetir el camino y, chino chano, volver a lo largo de 2014 no al triatlón, todavía no, sino a nadar, montar en bici y correr. Sí, debería ser capaz de hacerlo: cuento con alguna ventaja, el equipaje de la experiencia en la mochila; pero también cuento con el pesado equipaje de la pérdida de inocencia que he sufrido en los últimos meses. Miro y remiro a mi alrededor, mucho menos que lo hacía antes, claro está, y veo a triatletas que, en dos o tres años, incluso en meses, han evolucionado y mejorado y afianzado posiciones. Veo que algo ha tenido que fallar en mis planteamientos, en mi trayectoria, en mis esfuerzos (porque sí: de eso no tengo dudas, esfuerzos ha habido muchos). Y ha habido meses negros y ese acontecimiento vital que, necesariamente, nos deja fuera de combate. Sí. Pero continuar en esta especie de blackout, de apagón y de recelos hacia muchas de las cosas que contribuyeron al desgaste y a la desgana, da mucho que pensar.¿Verdad que sí?