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Inspiración, memoria, cariño |
El domingo pasado murió mi madre. Mientras tenía lugar el Triatlón de Cabo de Gata, yo me quedaba sin ella -curiosa la coincidencia. Me ha costado mucho decidir si escribía esta entrada o no, pero, como este blog me ha ido acompañando en todas las tesituras de mi vida en los últimos años, creo que es oportuno que le haga un pequeño homenaje aquí. Han sido meses duros, meses de cariño, meses de despedida, meses de pensar y repensar muchas cosas de su y de mi vida, meses de cuidarla, que han sustituido, sin alternativa posible, a mi temporada deportiva. De mi madre he aprendido muchas cosas: su enfoque radicalmente vital, su aferrarse a la vida, incluso al final, de manera incondicional, su decisión de ser feliz permanentemente con las cosas cotidianas, su natural sociable. De estos meses de despedida y de cuidados, en relación con el deporte, he aprendido también una cosa fundamental: el deporte es algo secundario en la vida. Hay situaciones en las que es imposible entrenar, imposible sacar algún tipo de consuelo o desconexión mental de la actividad física. Hay situaciones en las que, por inconcebible que parezca, el deporte es tan sólo una frivolidad imposible. Situaciones en las que es totalmente inviable mantener las identidades múltiples que, al menos a mí, tanto me gustan (ya sabéis: hijo, runner, aprendiz de triatleta, lector empedernido, cocinillas, activista social...). De ahí que, aunque mantuve cierta disciplina con la carrera a pie durante el verano, ahora mismo lleve aproximadamente un mes sin hacer nada de actividad física. Por mis últimos meses y por los de otros deportistas que conozco he caído en la cuenta de que, cuando se es exigente con uno mismo (y yo lo soy), en ciertas épocas las cosas no salen y es mejor hacer un punto y aparte. Ahora mismo estoy en esas -un punto y aparte con una página en blanco inmensa delante de mí. No sé cómo empezar a escribirla pero estoy seguro de que, entre la inspiración de vitalidad y fortaleza que me ha dejado mi madre y el desafío de volver a empezar, algo interesante irá saliendo.
Como muchos de los que leéis esto sois personas que me conocéis algo o bastante, y como yo soy de natural quizás demasiado transparente, comparto con vosotros una de sus últimas fotos y el texto que escribí para leer en su funeral. Con tristeza y también con una rara tranquilidad nos vamos hoy:
"Mamá,
Quica, Abuela, Francisca:
Gracias
por enseñarnos que la vida hay que beberla hasta el último sorbo,
como un vasito de vino antes de comer. Por mostrarnos que,pase
lo que pase, a esa vida hay que aferrarse con pies, manos, soles,lunas
y quintales de esperanza. Por demostrar, como quien no quiere la cosa,
que un ramo de lilas sigue siendo un ramo de lilas incluso si se marchita.
Gracias por dejarnos, además de tus sonrisas y el calor de tus
manos, tantas lecciones de fortaleza y, sobre todo, las claves para vivir
la felicidad de lo cotidiano. Un café negro, madrugar para barrer un
jardín, guisar para cuántos más mejor, regar tus plantas, sentarte
a la
recachera, dormir la siesta debajo de un árbol, secarte al sol,
lavar en
una pila, cuidarnos a todos, ser querida por todos. Pequeños placeres-
ingredientes sencillos para una vida completa. Gracias, entonces,
por estar ahí- con tu poderío mítico, genio y figura hasta el final,
dándonos calor con tus manos. Gracias, Quica, por ser una mujer luchadora,
una heroína de ciencia ficción, nuestra particular diosa de las
pequeñas cosas. Descansa en paz: aunque se ha perdido una batalla
, has ganado la guerra de una vida."