El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

lunes, 4 de noviembre de 2013

Falto de ilusiones -¿tocando fondo?


24 kms en Málaga dan mucho para pensar
El cuerpo y la mente son unos capullos. Pasas por unos meses difíciles y, al final del túnel, no acaba habiendo luz sino que hay más oscuridad y una galería de espejos que reflejan el dichoso túnel que acabas de atravesar. Hacía muchos años que no me encontraba tan bajo mental y físicamente. Lo de encontrarse bajo mentalmente es explicable y razonable -al fin y al cabo, perder a mi padre y a mi madre en un año y siete meses no es ocasión para andar con la chispa de la vida por bandera.
Lo de encontrarme en baja forma física y con una total falta de proyecto deportivo entre manos tiene menos explicación -siempre había pensado que el deporte era una especie de tabla de salvación, una especie de herramienta de redención que te permitía olvidar las cosas más duras, feas y desagradables de la vida. La más saludable y fácil válvula de escape para desconectar del trabajo, de las preocupaciones de la vida adulta y de los ruidos del mundo exterior. Cuán equivocado andaba. Y sí, es algo que funciona como vía de disfrute y desconexión para un gran número de deportistas; pero la ecuación deporte=salud=equilibrio no es tan fácil y, para otro sector de deportistas no funciona bien. Creo que el error de base está en ser un tío más exigente de la cuenta. Haberme planteado objetivos deportivos ambiciosos en la edad madura con el condimento y pretensión de, encima, querer hacer las cosas bien, es algo que, lejos de constituir una válvula de escape, una saludable vía de desconexión, se ha ido convirtiendo en un problema. Ya he dicho que no es algo que me pase a mí en exclusiva (a lo largo de los últimos meses me he referido, sin que nadie, por cierto, recogiera el guante, a los problemas, físicos y mentales, por los que estaban pasando muchos de mis conocidos en el mundo del triatlón), pero ahora es buen momento para caer en la cuenta de que algo falla cuando mi situación deportiva no me ayuda ni me ilusiona para remontar mi situación personal.
Y es que, amigos y amigas de Triatloneando, no sé hacer las cosas de otra manera: corro dos maratones en 3h07' y ya llevo esa losa de marca para los que pueda correr en el futuro. No contemplo la idea de correr una media maratón en más de 1h30'. No contemplo más que ser sub 40' en un 10k. Y si me paso en 17'' me vengo abajo. En triatlón las cosas, necesariamente, tenían que ser menos ambiciosas y competitivas -disfrutaba más de la estética y del indescriptible subidón de meta en las competiciones, a la vez que me pasaba meses bloqueado por mi falta de progreso en el agua. Falta de progreso en el agua, preocupaciones familiares cada vez más intensas, exceso de exigencia -todo ha contribuido para que, al final, la mente, las piernas, los brazos, los abdominales digan basta y se declaren en rebeldía coincidiendo con el mes más duro de mi vida.Estaba cantado: ponga en su vida una exigente temporada triatlética (con hasta tres triatlones de media distancia en el calendario) y hágala coincidir con la enfermedad terminal de su madre: acabará con su visión del deporte popular, de sus propias posiblidades, de su fortaleza y de la vida profundamente alteradas. En efecto, mi temporada 2013 es un ejemplo de libro de los records de bad-timing.
Ahora, salir del túnel está resultando difícil. La semana pasada, tirando de los orígenes y de lo que en principio hago mejor, corrí 41kms, 24 de ellos en Málaga, uno de mis lugares fetiche para competir (medias maratones, maratón, triatlones) y para visitar. Me fue raro pasar corriendo (a ritmos de 5'/kms y con sensaciones de ir en las últimas) por los lugares de esas competiciones. Me fue raro porque era como si la cosa no fuera conmigo -como si el runner que ha visitado otras veces ciudades y no ha dudado en madrugar para calzarse las zapas y ver el lugar a bordo de un entreno se me hubiera ido de dentro.
Hay que recuperar la alegría. No queda otra. Hay que volver a sentir los entrenos. Aun así, rechazo oportunidades que me plantean por ahí: no quiero competir y, de momento, digo no a casi todo porque no soy capaz de correr una media por correrla en 1h45''.. Me miro en el espejo y sólo veo unos abdominales descolgados que no tienen que ver con el modestísimo, pero cuidado, físico que me costó años ir puliendo de grasa. Me plantean empezar con un grupo nuevo para entrenar en la piscina y lo veo como un imposible. Veo la báscula en el baño y evito lo que, hasta hace poco, era una ceremonia semanal -pesarme. Después de todo, da igual si peso 2, 3 o 4 kg más que antes del desastre. Atrás quedaron porcentajes de grasa corporal del 9% -el cuerpo, tan agradecido para algunas cosas y tan rencoroso en otras, ha vuelto a su lógica implacable. La autoestima, por los suelos -como veis, la ecuación deporte=salud=equilibrio mental, en estos comienzos de noviembre, no me está funcionando.
Hace falta recuperar la alegría. Recuperar proyectos. Sin embargo, también hay que ser cauto. Supongo que no es lo mismo caer en este bajón de desgana y pérdida de la forma física cuando se tienen diez años menos que cuando se tienen los míos. La sensación que tengo es la de haber usado el deporte como una especie de engaño, de treta, para los años -y, claro, de repente dejas el ritmo y la constancia y todos, absolutamente todos los años te caen encima. Con sus días, noches, semanas y meses. Todos. Por eso, las próximas semanas serán decisivas. Recuperar la alegría, el estilo de vida saludable con ramificaciones varias,  las ganas, tirar de lo aprendido, que es mucho y bueno -pero también manejar todo con mucha cautela porque si me han demostrado algo estos últimos meses es que los límites existen y los imposibles son muchos.