El diario de un outsider residente en los arrabales del trimundo

lunes, 28 de mayo de 2012

XV Triatlón Ciudad de Marbella: la crónica de una reconciliación

¿Dónde está Wally?
Desde mi gatillazo en Fuenteálamo llevaba un mes sin encontrarme. Hasta ayer, treinta días enteritos para preguntarme por el por qué de las cosas, por mi relación conmigo mismo y con los demás, por mi relación, sobre todo, con el triatlón. En efecto, un mes da para  mucho, pero para no aburriros resumiré en que muchos de esos días han pintado bastos y el lado de la balanza se inclinaba, con frecuencia, a pensar que, más que gustarme el triatlón y el triatlonear, me había empeñado en que me gustaba la idea de hacer triatlón. En fin: muchas dudas, muchas preguntas y muchos puntos suspensivos. ¿Por qué se me  habrá metido a mí en la cabeza esto de ser aprendiz de triatleta? Una pregunta recurrente en mi historial filosófico-deportivo y cuya respuesta se complicó aun más cuando mi estreno en distancia olímpica en el tri de Los Alcázares se vio frustrado por la suspensión del mismo. En fin: menudo mes.
No os extrañe entonces: llegué a Marbella el sábado por la tarde con una gran ansiedad. Con la cadena y los piñones de la bici tan relucientes que parecían nuevos (cosas de los mecánicos profesionales) y, cómo no, con la idea de que no hay dos sin tres. Mucho más cuando las olas del Paseo Marítimo y de la Playa del Faro en Marbella tenían una fuerza que se empeñaba en ser, cuando menos, curiosa. Nervios, nervios y más nervios: dos cervezas en la noche previa a una competición son la prueba fehaciente de que no me lo acababa de creer.
Pero bueno, las horas pasaron y hubo que llegar al Paseo Marítimo de San Pedro de Alcántara. La hora de la salida de los federados masculinos había sido retrasada hasta las 11.45 -un inciso: comprendo que en un circuito ciclista a 5 vueltas conviene dejar a cuanta menos gente corriendo a la vez como sea posible, pero ¿no parece un poco arriesgado comenzar un triatlón en el Sur de España a esas horas y terminarlo con 32º pasadas la una de la tarde? ¿no parece arriesgado que en el avituallamiento de la carrera a pie escasee el agua o, directamente, no haya? Como decía, la salida se había retrasado, por lo que desde las 9 hasta las 12 menos cuarto tuve tiempo de meditar y remeditar lo ya meditado, de concentrarme y de desconcentrarme, de socializar y volver a socializar con todos los conocidos de Almería... Jose Andrés y Pepe, Alicia y Paco, Antonio, Luis y David,  y, cómo no, Simón en el papel estelar de fotógrafo y utillero pro.
Entre tanta meditación y socialización, salen las chicas -el mar no pinta mal. Oleaje escaso por decir algo. Pasan los minutos. Me pongo el mono -estreno y puesta de corto con mi mono del Club Triatlón Almería. Neopreno y, por supuesto, nos vamos en dirección a la salida. Chapuzón para comprobar que el mar está practicable y para testar de primera mano los pedrolos que adornan la entrada y la salida de la playa de San Pedro. Cámara de salida; instrucciones técnicas y, de buenas a primeras, bocinazo. Pedrolos. Vamos para el agua y empiezan los palos. No entiendo por qué nos damos tantos palos -no somos tantos. La primera boya se ve estupendamente y yo, sin saber por qué y, a la vez, sabiéndolo, me acuerdo intensamente de mi padre. Giro sin problemas y empieza el recorrido paralelo a la costa. El grupo está ya totalmente deshecho y nado con poquitos más. A pesar de eso, siguen los palos -un menda me empuja de costado y me dan ganas de hacerle una ahogadilla y matarlo o, por lo menos, sacar la navaja suiza y rajarle el traje. Llegamos a la boya intermedia. El mar, aquí, engaña: parecía que no, pero el recorrido es un continuo sube y baja que me hace preguntarme si voy a necesitar una biodramina cuando llegue a la playa. Claro, que todavía no he llegado a la playa -la tercera boya se hace esperar y con el trajín y sube y baja de las olas se deja ver poco. Al final llega, giro y sólo queda apuntar para el arco de salida y, una vez en la playa, echarle mucho arte a esquivar los pedruscos. Estamos fuera del agua -vamos para T1. 
Faltan todas las bicis de mis compis de club y veo que voy, como intuía, el último del grupo almeriense. Me lo tomo con calma como en todas las T1 de mi historial: neopreno que se atasca, calcetines, casco, buff y gafas. Zapas y bici. Vamos a rodar. Cinco vueltas a un circuito con sus dos repechos curiosos y sus giros de 180º y rotondas. Consigo ir a un cierto ritmo pero voy más solo que la una. Me cruzo y me pasan varias veces grupetos de triatletas que van no como un tiro, sino como un arsenal completo.
El triatlón y el cicloturismo van de la mano
 Termino sin incidencias a 32 km/h de media según mi velocímetro. Vamos a T2 -otra vez a perder tiempo con unas zapas que no quieren entrar. Pelillos a la mar: ánimo que ahora viene lo bueno. Como en anteriores triatlones, salgo de T2 con las piernas de madera y, a la vez, con ganas de darlo todo y más -después de todo, entro en mi territorio. Recorrido anodino otra vez, ahora a tres vueltas y con mucho calor. Sin embargo, voy a gusto y disfruto. Me cruzo con todos mis compis de club. Intento ir rápido y lo consigo, sigo disfrutando -me veo instalado en mi velocidad de crucero de carreras y, casi sin darme cuenta, entro en meta en 1h14'11''.
Entrando en meta: no sin mi buff!!
 Al final...puesto 122º de 206 llegados, 23º de mi categoría. Los parciales son los siguientes:
-agua, 16'49'' (puesto 146)
-bici, 40'35'' (puesto 147)
-carrera, 16'47'' (puesto 29)
De todo se aprende, sin duda. Y de este triatlón he aprendido que me queda mucho por seguir aprendiendo. Cosas que ya sabía, como que voy muy flojo en bici y que es, precisamente ahí sobre el sillín, donde se pueden sacar buenos tiempos. Que tengo que pulir el tema de las transiciones, eso también. Que sigo corriendo bien. Vamos, las cosas de siempre. Pero lo más interesante que he aprendido esta vez es que el chute de adrenalina y de endorfinas que me produjo el triatlón de ayer todavía me dura a estas alturas de la noche del lunes. Y eso, sin duda, es síntoma de que me gusta hacer triatlones. Así, reconciliado conmigo y con el triatlón, me quedo esta noche.

martes, 22 de mayo de 2012

Deporte popular: sombras y muchas luces

Sí, sin duda lo de Lance Armstrong el fin de semana pasado tuvo algo de épica: te puede gustar más o menos como deportista, pero tras vencer al cáncer, dejar el ciclismo y dedicarse en serio al triatlón, ganar el medio Ironman de Florida tiene su aquel. Debe tenerlo, sí (nunca he ganado un Ironman 70.3 ni lo voy a hacer). Lo que pasa es que esta entrada no está pensada para mayor gloria de Armstrong: está pensada para mayor gloria de la gente normal, los populares. Después de todo, un pro se dedica a esto -tiene su horario, su equipo de especialistas (que si entrenador, que si fisios, que si nutricionista, que si patrocinadores, que si siestas y descanso estructurado -una situación ideal, vamos). Así, se puede, sí. Pero ¿qué pasa con los deportistas populares? El fin de semana pasado pasaron muchas cosas en el deporte popular, protagonizadas por gente que conozco, que me convencieron de que lo que hace un popular vale más que lo que hace un pro. Es mi opinión -muy discutible, pero ahí está.
Y, yendo por partes, el fin de semana pasado lo que ocurrió fue esto: temporal en la Península, lluvias en el Norte, los 10000 del Soplao, Zegama, el Bilbao Triathlon, la Media Maratón de Donosti, el Ironman de Lanzarote, viento de Poniente en Almería... Y todo esto dio mucho juego: sí señor. Ahí tenemos a gente de película que se dispuso a embarrarse hasta las cejas a bordo de una bici de montaña o sobre unas zapas de trail, ahí tenemos a gente que no pudieron terminar porque la cabeza no se lo permitió o porque no llegaron a un control a causa de las inclemencias; ahí tenemos a personas entusiastas que terminaron merecidamente su primera media maratón bajo la lluvia donostiarra; ahí tenemos a gente que estaba mosqueada porque estaban hartos de viento o porque no podían entrenar por el catarro y la congestión; ahí tenemos también a gente que terminaron su segundo medio Ironman en 6 días bajo condiciones climáticas bastante poco propicias, lejos de los focos de Florida y casi sin despeinarse; ahí tenemos a padres de familia que no pueden con las piernas tras bestiales semanas de carga que llevarán a una meta en la isla de Manhattan; ahí tenemos a corredores barefoot que rememoran el Ironman de Lanzarote del año pasado con la misma naturalidad con que lo finalizaron y sin grandes aspavientos. Ahí estoy yo también, haciendo lo que puedo: gastándome una pasta en un estudio biomecánico que me coloque en la bici de tal manera que pueda aspirar a medios ironmanes y a proezas varias; haciendo series en la piscina, series que no merecen llamarse series (devanándome la cabeza para encontrar la piedra filosofal de mi atasque acuático); buscando fechas de triatlones como un poseso para quemar, por fin, esta fase 1 del primer escalón del aprendizaje... Buscando fechas y encontrándolas: un combinado de 4 fines de semana seguidos que puede o no puede llegar a producirse: sprint de Marbella, sprint de Cartagena, sprint de Almería y... ¿olímpico de Málaga?
En cualquier caso, todas estas aventuras y desventuras (toda aventura es el reverso de una desventura, probablemente) vuestras, de otros y otras deportistas populares, mías también, dan cuerpo a esa épica popular de carne y hueso, de sudor y lágrimas, de luces y de sombras. Y estas aventuras y desventuras tan épicas  las aguanta el cuerpo y el cerebro por una sencilla razón: nos gusta lo que hacemos. No hay mejor receta de motivación para cuando las cosas pinten regular, mal o directamente en bastos: si recordamos que hacemos esto porque queremos y nos gusta, todo irá bien. Y, por cierto, hacer esto por gusto es uno de los grandes lujos de la vida. No perdamos eso de vista. Hasta aquí llegamos hoy: un saludo, en especial a quienes estuvisteis compitiendo en el barro, bajo la lluvia y el frío; a quienes entrenasteis contra el viento y a quienes hayáis tenido algún asomo de duda sobre por qué hacer esto. Siempre adelante.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Algunas estrategias cognitivas para deportes de fondo

Un claro ejemplo de falta de visualización que terminó en abandono
 Desde hace tiempo me fascinan los procesos mentales que facilitan los entrenamientos, carreras y burradas varias a las que nos enfrentamos, algunos más que otros, los deportistas de fondo. Llevo un par de semanas decidiéndome a escribir una entrada que entra en el terreno de la psicología deportiva: después de todo, ¿qué hace un aprendiz de triatleta que no es psicólogo escribiendo sobre estos temas? Creo que mi trayectoria más larga como corredor, mi proceso de construcción personal como triatleta y mi formación multidisciplinar como antropólogo me pueden ayudar a comentar algunas cosas que, espero, pueden ser útiles.
El punto de partida, el por qué de mi facinación con los procesos cognitivos que mencioné arriba, es la siguiente pregunta: ¿qué tenemos en la cabeza cuando nos decidimos a hacer deporte? ¿qué pasa por nuestras cabezas cuando nos enfrentamos a momentos duros en competición, en entrenamiento o incluso fuera de esos dos contextos? Creo que si somos un poco más conscientes de nuestras estrategias mentales, las identificamos y aprendemos a usar unas u otras dependiendo del momento, tendremos un punto ganado en ese gran territorio que muchas veces descuidamos en nuestros entrenos y en nuestros entrenamientos: la mente. En efecto, creo que, sin un entrenamiento integral que incluya de alguna manera los factores mentales y psicológicos, si nos centramos tan sólo en la preparación física, tendremos una mesa que cojeará por más de un lado.
En todo caso, me voy a centrar en cuatro estrategias o procesos que tengo localizados tanto en la literatura especializada como en mis propias experiencias: asociación, disociación, visualización y focalización-individualización.
Disociación. Cuando practicamos deporte y disociamos, nos centramos en aspectos externos al deporte en sí. Esta estrategia cognitiva es una especie de mecanismo de defensa cognitivo para aguantar el tipo en deportes de resistencia y de fondo. Si nos centramos en el paisaje, en el itinerario, en la  música que llevamos en el i-pod, en nuestros planes para la tarde o en cuestiones laborales que tenemos que resolver, estaremos usando la mente para, de alguna manera, evadirnos del esfuerzo que supone entrenar o competir. Sin duda, la disociación es más adecuada en entrenamientos o rodajes largos en que no tengamos que centrarnos en la velocidad o el ritmo: por ejemplo, en momentos regenerativos o de rodajes aeróbicos para construir fondo y kilometraje, y, por supuesto, en las recuperaciones en series o sesiones de fartlek
Asociación. Por el contrario, cuando asociamos nos centramos en la técnica, en el ritmo, en la velocidad, en nuestra respiración y en nuestro cuerpo, en todo lo que tiene que ver con los aspectos más intensos y técnicos del deporte que estemos haciendo. Cadencia en ciclismo, zancada y ritmo en carrera a pie, brazada y técnica en natación son ejemplos de tipos de entrenamiento que deberían ir asociados a la asociación. Los deportistas profesionales y amateur de nivel alto asocian en las competiciones, por lo que la asociación es sin duda la opción como estrategia de competición para mejorar tiempos y marcas personales olvidarnos de la música y de otras distraciones externas para centranos, sin más, en hacer lo mejor posible lo que estamos haciendo.
Visualización. Vernos a nosotros mismos como atletas, nadadores, ciclistas, triatletas. Esta es una de las bases del entrenamiento y de la constancia en los entrenamientos. Si no nos consideramos atletas o deportistas, si no nos vemos como tales, difícil será que sigamos adelante en este mundo. Esta estrategia tiene también mucho de visualizarnos en momentos concretos: por ejemplo, si nos cuesta salir a entrenar en un día especialmente duro, puede funcionar visualizarnos al final del entrenamiento con la satisfacción que nos reportará. Otro momento muy adecuado para utilizar esta estrategia es la hora previa a una competición importante: vernos atravesando la meta puede ser una fuente de inspiración y de motivación que nos ayude a enfrentarnos a la competición en las mejores condiciones. Puede sonar a tontería, pero la manera en que nos vemos a nosotros mismos en las distintas semanas, en los distintos días, influye tanto en las competiciones como en los entrenos. Seguro que a todo el mundo le ha pasado: nos hemos puesto la ropa de la bici y viéndonos con el culotte y el maillot nos hemos visto ciclistas algunos días, mientras que otros nos hemos dicho menuda pinta, no me veo. No hay nada como verse nadador y entrar con el cuerpo erguido en la piscina antes de comenzar un entrenamiento. No hay nada como visualizarse en medio de la competición para llevarla a cabo en buenas condicones -si no nos vemos, si no lo vemos claro, si no nos lo creemos es difícil que nos salga bien.
Perspectiva-Focalización. Somos parte de un todo más grande, de una familia, de un club, de un equipo. Nuestras sesiones son parte de un plan. Nuestros objetivos pequeños están encaminados a objetivos más grandes. Nuestros entrenamiento constan, muchas veces, de distintas partes y de distintos bloques. Si no aprendemos a ver las cosas con perspectiva, a medida que nos tomemos los entrenamientos y la actividad deportiva en serio, podemos correr el riesgo de agobiarnos en exceso y de que todo nos sobrepase. Somos lo que somos, nosotros mismos, y no debemos perder nunca el rumbo ni perder tampoco de vista nuestro punto de partida. Creo que el pensamiento de perspectiva puede ayudarnos en una dimensión puramente deportiva: por ejemplo, encuentro muy útil focalizar en el entrenamiento que me toca hoy y olvidarme momentáneamente de los entrenamientos del resto de la semana. Encuentro también muy útil la misma técnica cuando me enfrento a entrenos largos o de series: si empezamos agobiándonos porque tenemos que hacer 15x100m en la piscina, mejor será olvidarnos momentáneamente del número 15 y focalizar en cada una de las series de 100. Creo que este juego de perspectiva-foco, este continuo cambio de perspectiva entre lo individual y lo general, es algo muy a tener en cuenta en procesos de largo recorrido: las planificaciones a largo plazo del estilo de preparaciones para un maratón, por ejemplo, necesitan continuamente de esta estrategia -el todo, sí, pero centrándonos en la parte... Por otra parte, creo que el pensamiento de perspectiva tiene, además, una dimensión social importante: nunca debemos perder de vista que estamos probablemente dentro de uno o varios colectivos (clubes, equipos, grupos de conocidos), pero siempre hay que tener en cuenta que somos importantes también como individuos -no podemos pretender ser otros o tener las mismas  y capacidades que el resto del grupo. Aquí la focalización en nosotros mismos, nuestras propias capacidades y objetivos, es básica. De otra manera, podemos correr el riesgo de frustrarnos y desmotivarnos.
Aquí lo dejamos por ahora -hoy tocaba entrega de psicología deportiva de tres al cuarto. Otro día, más sobre este tema.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Cambios en el calendario -Accidents Will Happen


Cuánto tiempo sin dar la cara por aquí. No será por falta de ebullición mental. Tampoco por falta de entrenos, que la semana pasada terminó la historia en 11 horas y media, cosa que no me pasaba desde, si no recuerdo mal, el verano de 2010 en Segovia. La ebullición mental seguro que está relacionada con mi caótico no-comienzo de temporada tri. Después del gatillazo de Fuente Álamo, se cae del calendario la siguiente prueba prevista, el olímpico de Los Alcázares, que ha sido cancelado con las inscripciones ya hechas y por causas todavía no aclaradas. ¿Qué decir? Pues que si no fuera yo de natural optimista, entre el temporal de leveche de Mazarrón y la suspensión del olímpico, pensaría que estoy gafado o que el mal fario me persigue.
¿Qué más decir? Pues eso, como dice el título y canta Elvis Costello, accidents will happen: a pesar de la planificación, de escoger pruebas desde el mes de enero, de entrenar con tesón para terminarlas lo mejor posible (dentro de mis posibilidades de proto-triatleta), las cosas se pueden torcer y hay que saber lidiar con los imprevistos. Quien intente sacar alguna moraleja deportiva de este blog, la acaba de leer: la vida deportiva (como la vida ordinaria) está llena de accidentes que nos hacen variar el rumbo y sacar las cartas que llevemos en la manga. Yo no tenía muchas de estas cartas, pero buscando buscando, he encontrado un triatlón sprint, el Ciudad de Marbella del 27 de mayo, que viene a suplir a Fuente Álamo; y, rebuscando en el calendario, me he encontrado con el olímpico de Málaga del 17 de junio, sustituto probable del olímpico de Los Alcázares. En el fondo, no hay mal que por bien no venga -miremos el lado positivo de las cosas, always look on the bright side of life (más canciones): más tiempo para entrenar para mi primer olímpico.
Segunda moraleja deportiva de la entrada: manténganse ustedes positivos, optimistas y en el lado del disfrute. Si no, no merece la pena.
Y me da la sensación de que me está fallando este pilar básico: si me comparo conmigo hace un año, no hay ni punto de comparación de disfrute. El año pasado era un pardillo que disfrutaba y tenía una visión idealista de mi posible desarrollo triatlético -ahora, con entrenador, con club de triatlón, con entrenos planificados, con calendario buscado y rebuscado, con mucha gente conocida en el mundillo, no estoy disfrutando ni la mitad. He perdido la inocente candidez del año pasado y, sin duda, estoy pasando por unos meses muy difíciles en los que la sombra de mi padre no me deja ni un minuto. Sé que debo motivarme y seguir pero, francamente, me está costando -tanto es así que llevo dos días de descanso pirata que, más que el cuerpo, me pedía la mente.
Prometo volver pronto por aquí -adelanto que las próximas entradas tendrán que ver con temas de psicología deportiva y de nutrición, dos temas a los que estoy dando un montón de vueltas desde hace tiempo y en los que espero tener algo que aportar. Desinflados y con el calendario trastocado nos quedamos hoy.